domingo, 31 de julio de 2011

Visitas y comentarios

Hola, muchas gracias por seguir visitando este blog y comentando las reseñas a pesar de esta larga ausencia. El tiempo de todos ustedes es muy valioso, ustedes lo saben mejor que nadie, y que se tomen unos minutos para leerme, aconsejarme, felicitarme, o vituperarme, es un honor.

De mi ausencia, lo que les puedo decir es que felicito a quien prepara la salsa morena en el hospital El Pilar, sorprendentemente convincente, mejor que la que me han servido en muchos restaurantes...

Un incremento en actividades y ocupaciones, me ha dejado tan poco tiempo para explorar restaurantes y escribir, que finalmente empiezo a entender el valor del twitter! Por lo que consideraré abrir mi cuenta, si consigo un plan de datos a buen precio, para twittear cada observación culinaria en tiempo real.

Mientras le regateo a mi proveedor de señal de celular, trataré de seguir con el blog, en deuda con mis seguidores, y decenas de miles de visitantes, ¡buen provecho!

Restaurante Casa Carmela



Ubicado en la 10 calle 2-68 zona 10. Teléfono 24643500

En las antiguas instalaciones de lo que alguna vez fue el colegio Julio Verne, en la zona 10, hicieron una impresionante remodelación en una casona de aire señorial, que despierta la curiosidad por su distintivo estilo arquitectónico y accesible ubicación.

Lo bautizaron con un nombre más bien criollo, “Casa Carmela” y le dotaron, intencionalmente o no, de una atmósfera que encontré guapachosa y desenfadada, en gran contraste con la solemne fachada.

La iluminación natural del lugar, la clientela bulliciosa, y la apresurada atención de los meseros, no me indujeron a tomarme muy en serio el menú, en el cuál noté una familiaridad sorprendente: quesos fundidos, puyazo, lomito, entraña, ceviches... casi en broma le digo al mesero: “y yo que venía a probar los chiles en nogada...!” que no encontré, claro está, al igual que la cocina mexicana celosa y chauvinista que me esperaba.

Inicié mi comida con un plato de pulpo a la criolla, de chispeante gusto ácido con aroma de pimientos, acompañado de papas, sobre una hoja de plátano, que compartimos con mis hermanos comensales, ayudados de tortillas calientes y salsas variadas, dentro de las cuales destacaba una punzante salsa de chipotle.

Cediendo al clima despreocupado, mas no desatendido, de Casa Carmela, me consentí con una (tras otra) margarita frozen de tamarindo, excelentemente balanceadas, que me cayeron muy bien a la conciencia, por ser el tamarindo una planta medicinal...dicen que es bueno contra la ictericia y la lepra...

Mi plato fuerte fue un mole verde de pepita con cerdo, guarnecido con arroz. Más abundante de lo que me esperaba, el platillo consistía en tres, nada despreciables, trozos de carne, recubiertos por una salsa con aromas de semillas ahumadas y cilantro, decorado con pepitas de calabaza. Al cortar la primera pieza, noté que la carne estaba seca y recocida, y la salsa era pastosa y poco fluida. Definitivamente no me pareció el resultado de una cocina cuidadosa y delicada.



Casa Carmela no es el templo de la comida mexicana que me había figurado, pero sus precios no son astronómicos, su atmósfera es amigable y alegre, y estoy persuadido de que, explorando más cuidadosamente el menú, me encontraré sorpresas más agradables que el poco lucido mole verde, al cual atribuyo las tres lenguas, que le doy en esta ocasión.

Restaurante El Sereno

Ubicado en la 4a avenida norte No. 16, La Antigua Guatemala. Teléfono 78320501 y 42622365

Entrar el Sereno me recordó un poco las casas en forma de 7 de los barrios centrales de la ciudad de Guatemala, donde un patio central, que en La Antigua se transforman en soberbios jardines, sirve de punto focal para una serie de salones y cuartitos que, adaptados con ingenio, se convierten en ambientes con atmósferas propias, que en el caso de El Sereno incluyen un salón para un grupo numeroso, y lo más fascinante, una cuevita forrada de piedra, usada en algún momento como cava, que se transforma en un rincón acogedoramente romántico para la pareja que quiera reservarla.

Después de confirmar que también tuvieran servicio en la terraza que está en el lado poniente, subí las gradas, añosas y ataviadas de plantas y hasta un estanque de peces dorados, hasta llegar a donde están las mesas, unas bajo una pérgola de tumbergias (digo yo, no me tomen la palabra), rodeado un bar un poco más rústico que el resto del local.

Me senté bajo la pérgola, de donde de vez en cuando caía alguna hormiguita, parte del encanto, supongo de estar entre tanta vegetación, cuando me llevaron la carta. De las interesantes entradas, me decidí por una sopa vichyssoise. Fría, cremosa y refrescante, la vichyssoise me resultó muy estimulante para el paladar, con notas de puerros y papa.

Como plato fuerte, una pierna de cordero con menta llamó inmediatamente mi atención. El cordero es una de mis carnes favoritas, por su fuerte aroma y compleja consistencia, pero no siempre me ha dejado feliz cuando lo he pedido en distintos restaurantes.

En algunos lugares, las chuletas de cordero no se sienten frescas. Y también recuerdo un restaurante, que ya no existe, por cierto, donde ofrecían pierna de cordero, pero la servían en hilachas, lo que me dejó negativamente sorprendido cuando me llevaron mi plato. En pocas oportunidades he podido satisfacer mi deseo de comer cordero cavernariamente: enfrentándome a una carne resistente, aromática, y desprenderla del hueso a la que está atada.

Una sorpresa similar me llevé en El Sereno, pues el cordero venía en medallones de carne prensada, con la menta en su interior, lo que rompió con mi ilusión de deleitarme con una pieza de mayor integridad. Y si eso no fuera decepción suficiente, estaba cubierta con una salsa morena de muy pocos méritos, sin complejidad ni dedicación. Todo esto acompañado con arroz y vegetales salteados, las guarniciones menos imaginativas posibles.

También probé unas chuletas de cerdo, que tenían una salsa mucho más interesante, y una sopa de tortilla, de convincente aroma, opciones que parecieron bastante mejores de las que yo escogí, aunque siempre acompañadas de vegetales salteados y arroz.

El Sereno me sedujo más por su local, que por la comida que ordené, lo que en mi opinión es para darle tres lenguas :P :P :P

Restaurante Khawp Khun Kha

Ubicado en la 13 calle, 7-19 zona 10, local 1, Centro Comercial Tifany

Un viernes a medio día, después de que en la oficina me dijeran “vos, qué bueno está el restaurantito tailandés de plaza Tifany, ¿ya fuiste?” me asomé solitario, al aún más solitario local, pulcramente blanco, donde se encuentra Khawp Khun Kha. Me sentí extrañamente observado, al ser el único comensal en el lugar, donde me recibieron un mesero y un bar tender, sorprendentemente parecidos, sin que sean gemelos, ni tan siquiera hermanos, averigüé después.

Ya sin poder echarme atrás, me senté a la mesa a examinar el menú. Los especiales del mes incluían una ensalada de mango con atún que fue mi selección a manera de entrada. De varios y bellísimos colores, como el pimpollo del poema, la ensaladilla era vistosa y provocadora, pero me pareció que el mango resultaba muy avasallador contra el sutil aroma del atún.

Mi plato fuerte consistió en un curry rojo de cordero. Acompañado de arroz con aroma de jazmín. El curry era sustancioso, aromático, un verdadero tributo al cordero ahogado en él, pero extremadamente especiado, de tal manera que no podía comerme más de dos cucharadas seguidas. Y ahí empezó mi sufrimiento: me empezó a subir la temperatura, y comencé a sudar, como en un sauna.

Le pedí al mesero que me sirviera pepino picado, para aliviar el efecto del curry. Y me lo llevó con un poco de ajonjolí negro, y ¡jugo de limón! que sólo vino a hacerme sufrir más el acalorado picor del curry. Mejor pido que me lo envuelvan para llevar, pensé, y en mi casa me lo como con yogurt.

Con diligencia prepararon mi platillo para llevar, en unos recipientes plásticos de lo más útiles y resistentes, que estoy seguro me durarán muchos meses, si no es que años. Ya en mi casa, pasé comiendo curry rojo ¡por cuatro días! Por cierto, si alguien me dijera que el curry rojo es afrodisíaco, se lo creo sin dudar...

Exótico y minimalista, Khawp Khun Kha tiene una propuesta interesante, que bien vale la pena visitar. A mí me inspira tres lenguas y media :P :P :P :p

domingo, 27 de febrero de 2011

Restaurante Fish

Ubicado en la 4a avenida, 10-06 zona 9, teléfono 2334-2343

A un costado de la Nunciatura Apostólica, sorpresivamente encuentra uno, como un tesoro en una playa poco conspicua, el discreto restaurante Fish.

El amueblado de madera azul, con pocas pretensiones, contrasta con refinados detalles en vidrio y fotografías artísticas, que plantean en su conjunto una atmósfera de litoral, de serio compromiso con los frutos del mar.

Me llevaron un menú, con la fecha del día y una confusa descripción de los platillos disponibles. Poner la fecha del día en el menú es una irrevocable declaración de frescura de los ingredientes, fue una lástima que encabezara una lista donde la negrilla y la organización de nombres y precios no permitiera apreciar con claridad la diversidad de viandas. El bocadillo de cortesía fue un extraordinario mousse de trucha ahumada, ¡simplemente exquisito!

Cuando vi, sin embargo, el “foie gras fresco” toda confusión desapareció, y a pesar de la obvia desviación de la naturaleza del restaurante, pedí una orden de foie gras, que después acompañaría con una crema de zanahoria con jengibre y una corvina a la plancha.

El foie gras estaba acompañado de una salsa de níspero, unas tostaditas de pan con mantequilla fundida y una ensaladilla de hojas verdes con tomate cherry. Es indecible el efecto casi embriagante del foie gras diluyéndose contra el paladar, liberando aromas sutiles y complejos a la vez. Después de ese breve ensueño, me regresó a la realidad la vigorizante crema de zanahoria y jengibre. El mesero regresaba con interés a mi mesa, ofreciendo agua pura, a lo que yo me resistía convencido de que me iban a llevar alguna botella sobrevaluada.

El jengibre, irreverente y agudo, daba una vitalidad extraordinaria a la cremosa composición de zanahoria, en cuyo seno se alojaban maravillosos trocitos de queso de cabra. Muy impresionado con los platillos y alivianado con un whisky, no podía retirarme sin comer un pescado ¿verdad?

Volviendo mi vista al confuso menú, le preguntaba al mesero por un pescado que no fuera muy grande, cuando el mismísimo Chef se acercó para recomendarme una corvina, que por su consejo también, pedí a la plancha en lugar de a la parrilla. En el ínterin, el Chef me llevó unas almejas con ajo y hierbas, súper entretenidas.

Mientras veía pasar las centollas y otras delicias de arriba para abajo, crecía mi expectativa por la preparación de mi corvina. Cuando llegó, sin embargo, no quedé muy complacido que digamos. Acompañada de unos vegetales preparados con lo que me pareció un tempurizado ligero, la corvina no ofrecía discusión en cuanto su frescura o punto de cocimiento, poco hecha, pero para ser honesto, me he comido mojarras más interesantes.

Sin espacio para el postre, y habiendo sucumbido a pagar Q15 por una botella de agua, a pesar de la poco lucida corvina, me marché con el convencimiento en mi corazón, y en mi duodeno, de haber encontrado un pedazo de playa, en la zona 9, a donde regresaré a excavar suculentos tesoros. Calificación, cuatro lenguas y media :P :P :P :P :p

domingo, 6 de febrero de 2011

El Coctel de Camarones

Quisiera saber dónde se puede comer un BUEN coctel de camarones. En esa búsqueda visité dos lugares diametralmente distintos. Primero fui a la cevichería Los Chavos en la zona 5, con la esperanza de encontrar fórmulas originales en lugares inesperados. Mientras mis acompañantes pidieron ceviches, que es la opción obvia, yo me sentí por un momento como Fraiser Crane, inoportunamente pomposo y refinado, pidiendo un coctel de camarones.

En un vaso de malteada, aderezada con una innecesariamente grande hoja de lechuga, me llevaron los abundantes camaroncillos, bañados con una salsa a base de la popular salsa de tomate B&B. Siempre me ha gustado la salsa de tomate B&B, y considero que su jingle navideño es patrimonio cultural de la humanidad, pero acompañar camarones no es, definitivamente, su mejor uso. Al final de cuentas, los tamalitos salvaron el día, haciendo que mi descabellada negativa a pedir un ceviche no resultara tan desastrosa como hubiera podido ser.

Días después visité El Portal del Ángel de Plaza Fontabella, donde pedí un coctel de camarones que costaba el doble. Hecho con bastante más delicadeza, este coctel consistía en cuatro camarones medianos, aliñados con una combinación de salsa inglesa, posados a la orilla de una pequeña copa de martini, donde descansaban dos camarones pequeños depositados en una minúscula cantidad de la típica salsa de coctel de camarones, que es una combinación de cítricos y salsa de tomate.

No puedo quejarme de la preparación, ni de la presentación, pero por el precio que pagué, me sentí realmente decepcionado ¡y aquí no hubo tamalito que me consolara!

Continuaré, entonces, en mi búsqueda de un BUEN coctel de camarones.

Rancho "Don Rami"

Ubicado frente a la playa en Champerico, Retalhuleu

Desde los tiempos en que existía “El Lonchito”, un comedor al que finalmente se lo llevó el mar, dicen, donde probé por primera vez esos curiosos crustáceos “chiquirnes”, que no visitaba Champerico. Yo recuerdo a El Lonchito más bien como una cantina destartalada, con rokola de pocos discos, bastante diferente a los numerosos ranchos-restaurantes que se encuentran hoy a la orilla de esa playa, incluyendo “El Lonchito 2”.

Después de superar las insistentes recomendaciones de lugareños que se acercan a tocar los vidrios de los autos para guiarlos al negocio que les recompensa, llegué al Rancho “Don Rami” donde me acomodé a tomar la bebida que a orilla de nuestras tropicales playas es simplemente mágica: una indescriptible cerveza fría.

Sombra en el parqueo, brisa en el comedor, fuego en la cocina, y amabilidad en el servicio, hacen olvidar instantáneamente el estrés de la ciudad, y la poca comodidad del mobiliario plástico. Las bebidas son acompañadas por gratuitos bocadillos de “jamón de pescado” un curioso prensado frío de carne de pescado y hierbas, de poco atractivo si me preguntan a mí, pero que con un toque de limón fresco, salsa inglesa, ketchup y picante, salta a la vida como un bocadillo aceptable.

Después de un par de horas de disfrutar la brisa, la bebida y el jamón de pescado, me decidí por ordenar un caldo de mariscos, el más barato, pues los hay desde Q45 hasta de más de Q200. Con una jaiba, un pescado entero y numerosos camaroncitos, me disfruté el caldo, que tenía esa típica y fuerte influencia de tomate y cilantro, que se complementa muy bien con limón fresco. Tomé entonces una naranjada con soda, que más bien era una suave granizada de jugo de naranja (o naranjada frozen si cabe el término), que me sirvió a modo de postre y punto final.

Después de ese apacible medio día, salí de Champerico, esta vez con ganas de no tomarme 20 años para regresar. Con gusto le doy al Rancho “Don Rami” la calificación de tres lenguas :P :P :P

domingo, 23 de enero de 2011

¡Cómo pasan los meses!

¡No puedo creer que haya pasado tanto tiempo desde mi última reseña! Debo confesar que me he mantenido mucho en el círculo de los mismos restaurantes, en los que es práctico comer, pero que ya no me inspiran para escribir.

De lo que vale la pena destacar en estos últimos meses va en la línea de:

Unos maravillosos chicharrones y gallina con salsa de tomate y chiltepes a un costado de la gasolinera Texaco de El Rancho, en El Progreso. En mi opinión, los mejores chicharrones del mundo.

Un filete de pargo con baby octopus en su tinta, y luego con una joya de postre de tres muosses de chocolate que comí en Clíos.

Una cuidadosamente cocinada tilapia a la parrilla de la Hacienda Real de Condado Concepción. Pedí una también un día en la de la zona 10, pero esa no estaba fresca, y otro día comí una en la Hacienda de los Sánchez, que está justo en frente, pero esa estaba tan descuidada que hasta escamas traía.

Un estimulante pollo con aceite de ajonjolí de Bing Bing en la zona 9, y mucho, mucho pa cham kai.

Por otro lado, he estado tratando de comer menos cosas que son malas para los triglicéridos, la diabetes, el colesterol, y el reflujo gastroesofágico. Total, estas preocupaciones me han reducido drásticamente el gusto de salir a comer. Las fiestas de fin de año me significaron una tregua en eso, lo que me permite publicar algo para empezar el año. Espero, sin embargo, poder planificar aunque sea una reseña que valga la pena al mes ¡Esperemos que mi páncreas no me pase la factura!

Restaurante Biba Trattoria

Ubicado en la 10a avenida 5-49 zona 14

No recuerdo cuándo fue la última vez que entré a un restaurante y que todas las mesas estuvieran llenas, lo que me dio una muy buena impresión de Biba Trattoria. Esperé unos minutos sentado en el bar, impresionado por el atinado detalle de construir un bar alrededor de un árbol. De la factura, se puede ver que Biba es del mismo grupo de los restaurantes Giuseppe Verdi y de Ambia. Debo decir que de los tres, Biba es el que tiene la atmósfera que más me cautivó: desenfadada, y menos formal, como lo sugiere el término "trattoria".

Cuando una mesa por fin se desocupó, procedí a sentarme, no sin tener que evadir el reflejo del sol de medio día, que al rebotar en los vidrios de los autos del parqueo, no dejaba de perseguirme. Si no entendí mal, una de las especialidades del lugar es la pizza, pero al ver "ossobuco" en el menú, no tuve que pensarlo más. Pregunté al mesero "cuénteme cómo está el ossobuco hoy"; "¡muy fresco!" me dijo con la seguridad de quien sabe bien de lo que está hablando. A través de su intercomunicador inalámbrico, el mesero avisió inmediatamente a la cocina mi orden de ossobuco para adelantar la preparación. Después de degustar una entrada de berenjena gratinada (¿pisano, se llamaba? ya no recuerdo bien), me llevaron el suculento ossobuco.

La pieza de carne se posaba gloriosa en el centro del plato, guarnecida con un cremoso risotto. Ataqué la médula del hueso con diligencia, pues su consistencia gelatinosa y su aroma no se aprecia bien si se deja enfriar. Ciertamente estaba muy fresca, y se combinaba con el seductor aroma de limón que sutilmente invadía a la salsa de tomate, base suculenta del platillo.

Encantado con la excelencia de la carne y la salsa, voltee hacia el risotto, que ofrecía un llamativo contraste con la intensamente colorida salsa. Cuando me llevé el risto a la boca, el aroma de la salsa del ossobuco y su encanto ¡desaparecieron por completo! "¿a dónde se fue?, ¡totalmente neutralizado! ¿será ese el efecto deseado?" me pregunté. Hubiera preferido una guarnición que realzara la salsa, en lugar de tener un contraste tan marcado.

Mi postre consistió en un helado de toronja. Las bolitas cítricas fueron un buen cierre para mi comida. Vi cómo otro comensal había pedido un postre similar, y terminó rompiendo el recipiente de vidrio por quererle meter la cuchara con mucha fuerza al helado.

Por una agradable experiencia, y un delicioso ossobuco, a Biba Trattoria con gusto le otorgo cuatro lenguas y media :P :P :P :P :p

¿Quién es el más grandioso?

¿Los Beatles, los Rolling Stones o Led Zeppelin? ¿Sócrates, Platón o Aristóteles? ¿Paulino's, Katok o El Rincón Suizo? El debate de quién es el más grandioso de todos es tan apasionado como inagotable. Bueno, en realidad no es para tanto, pero hay que reconocer que estos tres restaurantes se disputan con mucha competitividad los clientes que pasan por Tecpán, punto intermedio entre Quetzaltenango y la ciudad capital, seduciéndolos con sus fachadas rústicas, sus embutidos ahumados, y la constelación de ventas de frutas y artesanías que orbitan a su alrededor.

Los datos de los restaurantes son los siguientes:

Katok: ubicado en el Km 87.5 Carretera Interamericana. Teléfono 78403384
Rincón Suizo: ubicado en el Km 94 Carretera Interamericana. Teléfonos 55544360, 59839091
Kapé Paulino's: ubicado en el Km. 87.5 Carretera Interamericana. Teléfono 78403806

Restaurante Kapé Paulino's

Ubicado en el Km. 87.5 Carretera Interamericana. Teléfono 78403806

En Kapé Paulinos pedí una porción de pierna de cerdo con salsa morena. “¿La salsa es hecha con harina?” le pregunté al mesero “No, es hecha con puras verduras” me respondió. Bueno, pondremos a prueba la susodicha salsa, pensé. De tomar pedí un excelente chocolate servido en batidor de barro ¡Inigualable! Tal vez un poco dulce, pero la sensación porosa y áspera del barro, por la que fluye el chocolate aromático y envolvente, realzado por el clima frío de Tecpán, resulta en una experiencia casi mística.

Me llevaron mi porción de pierna, acompañada de cebollines y una bastante ordinaria ensalada de lechuga y tomate ciruelo. Exprimí el jugo de un limón sobre mi ensalada (¡ay, mire que carísimo está el limón!), y al comerla justo me ardió la herida que en un labio me había hecho unos días antes, comiendo un lap cheong al mismo tiempo que bajaba unas gradas, combinación de actividades sumamente peligrosas que pagué caro.

Ataqué la pierna, que estaba jugosa y bañada en una salsa morena sorprendentemente compleja, honesta y ligera, un éxito total. El mesero tenía razón, la salsa era de verdaderos jugos y aromas naturales, sin aditamentos ni falsificaciones. Una comida muy convincente rodeada de la atmósfera más bien ruidosa y ajetreada del restaurante, de muebles incómodos, al rededor de los que corren niños, comensales entran y salen, antes de largos viajes hacia sus destinos, y la música de marimba orquesta parece darle aún más sabor a los platillos ¡Cuatro lenguas para Kapé Paulino's! :P :P :P :P

Restaurante Katok

Katok: ubicado en el Km 87.5 Carretera Interamericana. Teléfono 78403384

Katok es un restaurante de larga tradición. La leyenda extraurbana cuenta que Katok se levantó de las cenizas de la guerra civil para tener tanto éxito (no es que no lo haya tenido antes) que de sus entrañas brotó Kapé Paulino's, para hacerle una magnífica competencia.

El ranchón de Katok es evocador y silencioso, o por lo menos así lo percibí cuando me senté a la mesa y tomé conciencia del tema de “el Fantasma de la Ópera” que en versión de música ligera iba a morir a esos muebles de troncos pulidos, casi petrificados, que son los comedores.

Unos soberbios jamones ahumados cuelgan sobre el ruidoso enfriador del tiempo de Ubico, que almacena otros embutidos que hicieron célebre a este restaurante.

Al ver que el menú incluía pierna con salsa morena, hice mi tradicional pregunta sobre si la salsa morena estaba hecha con harina, a lo que el mesero respondió un sincero “sí”, por lo que me decidí por una porción de costilla, la cuál pedí acompañada de frijoles en lugar de papa.

Para esperar el platillo me sirvieron una sopa de cebolla...o de espárragos, ¡ya no me recuerdo! Lo que sí recuerdo es que era de sobre, un mal augurio. El mesero me llevó mi costilla con un acompañamiento de chirmolito en un recipiente separado, algún vegetal y, lo que más me llamó la atención: una minúscula porción de frijoles volteados. La costilla tenía una superficie como granulada, por lo que pregunté al mesero si le habían puesto harina. Después de una diligente investigación, el mesero regresó para indicarme que era el “sazonador” o un término similar, dando a entender que para sazonar la costilla le ponían una combinación de ingredientes que resultaban en esa superficie como de granitos diminutos.

Pues los granitos diminutos sobre el delgado corte de la costilla no resultaron en una propuesta que me convenciera. También probé unas longanizas ahumadas, que tenían mucho más carácter y riqueza que mis poco jugosas costillas. Esto, combinado con la sopa que me supo sintética y la escasez de los frijoles, me inducen a darle a Katok no más de dos lenguas y media :P :P :p

Restaurante El Rincón Suizo

Ubicado en el Km 94 Carretera Interamericana. Teléfonos 55544360, 59839091

El Rincón Suizo es una cabañona que se alza sobre una ladera donde los pinos y las niebla se juntan con frecuencia para recibir a los comensales que buscan comida caliente y reconfortante. Con un enorme local y un menú de igual tamaño, no tuvimos problema en acomodar los gustos y espacios de cinco personas que comimos y bebimos por menos de Q400.

Nuestras órdenes incluyeron porciones de costilla en barbacoa, asado de lomito, jamón ahumado, lomo adobado, y yo que pedí una ¡QUESOBURGUESA! Resulta que unas horas antes me había comido unos chicharrones y morcilla de San Felipe. El Blutwurst vienés, la morcilla con mejorana húngara, y la morcilla argentina palidecen ante la magnífica combinación de aromas y texturas de la morcilla de San Felipe, un verdadero lujo que me debería dar por lo menos una vez al mes. Debido a la bendita morcilla, al pasar al Rincón Suizo no tenía mucha hambre. Sabía que si pedía una porción de costilla o embutidos ahumados, no iba a poder evitar terminarla, con indigestas consecuencias. Por lo tanto pedí una quesoburguesa, que bien sabía que no terminaría, pero que podía envolver para llevar y darle fin más tarde.

Con esa lógica fue que me di a la tarea de “picar” como decimos aquí, de los platos de mis acompañantes. Lo que más me impresionó fue el lomito asado. La frescura de la carne, el punto de cocimiento término medio, pero sobre todo el extraordinario aroma ahumado, me dejaron muy impresionado, preguntándome que fórmula de carbón se puede encontrar en esa parte del país para que resulte tan singular.

Además del lomito, debo mencionar la soberbia costilla. Un corte grueso, jugoso y tierno bañado con una salsa barbacoa franca y orgánica. El jamón y el adobado destacaban por sus aromas especiados y curtidos. Todos estos mordiscos los complementé con el chocolate en batidor de barro, menos dulce y más espeso que otros, definitivamente insuperable.

Mi quesoburguesa, al final de cuentas no tuvo nada de extraordinario, aunque estaba acompañada de papas fritas muy bien logradas, algo difícil de encontrar en áreas rurales. El punto final de esta maravillosa experiencia fue un sorbo de jugo natural de moras, con un perfecto control de acidez y dulzura.

El videoconcierto de Selena que estaban pasando en las pantallas planas del lugar, el lujoso baño del ala poniente, y la frísima agua del lavamanos dan al Rincón Suizo un carácter de serio desenfado, donde el servicio es de excelente calidad, y la comida es un festín. De no ser por mi deslucida hamburguesa, probablemente le hubiera dado la calificación máxima. Calificación: cuatro lenguas y media :P :P :P :P :p