domingo, 3 de octubre de 2010

Restaurante La Pista

Ubicado en el cruce a Muxbal, antigua carretera a El Salvador. Teléfono 66420127.

En algún momento de mi juventud me agarró por visitar constantemente la Chasa Tao en la 6 avenida de la zona 10. Por supuesto, había un grupo de gente, tal vez todavía la hay, que se hacía presente siempre. Recuerdo un personaje en particular que todas las noches cantaba la misma canción: "Es por ti" de Cómplices. Y esto viene al cuento por que la Pista, a pesar de un nombre poco evocador, produjo en mí un efecto emocional; un retornar a mis veintes, rodeado de troncos de árbol, luces tenues, y atmósfera con vocación bohemia.

Claro, todo eso está en mi cabeza. En la realidad, la Pista sí tiene un local rústico, con el encantadoramente frío aire de las montañas, que en estos tiempos se derrumban un día sí y un día no. Y la concurrencia juvenil imprime optimismo y camaradería al ambiente, pero es menos bohemio que la Chasa, es decir, bastante más convencional. Lo que pude percibir desde mi llegada fue la diligencia de los meseros en dar un servicio eficiente y puntual, que valga decir, se fue diluyendo conforme fueron llegando más comensales.

El menú me pareció una interesante propuesta de influencias orientales, a las que sucumbí ordenando de entrada un tartare de atún. Me causó una muy buena impresión. Con una salsa oscura netamente oriental, picadillo de cebollines, algo de jengibre si no recuerdo mal, y un atún que se sentía fresco y firme. Me dejó con muchas expectativas sobre mi plato fuerte.

Mi plato fuerte fue un filete de robalo a la plancha en salsa de coco con arroz basmati. Cuando llegó mi plato tuve la sensación de haberme equivocado de elección. Pregunté al mesero: "no pensé que el arroz iba a estar frito" "la verdad, lo debieron haberlo hecho al vapor", me contestó. Adicionalmente, el pescado tenía una evidente costra de harina, que en el proceso de freírlo se endureció creando una consistencia poco atractiva. La salsa era aromática e interesante, pero no lo suficiente para darle realce a los demás elementos del platillo. Tal vez el tartare me indujo a tener expectativas demasiado altas.

De postre pedí un mousse de toblerone. Y aquí creo que el que me falló fue mi espíritu. Con un aspecto sólido, obscuro y frío, esperaba que el chocolate me provocara la sensación de bienestar, efecto característico de la serotonina. Pero no sucedió así. El postre estaba agradable y convincente, pero yo me sentía como el adicto que ya no encuentra satisfacción en la dosis convencional de su droga, y ya no siente el mismo efecto. O como Bart, cuando vende su alma a Milhouse, y pierde la capacidad de disfrutar de sus travesuras.

Me dijeron que los jueves hay música en vivo: canto y acordeón, me parece. "Se llena" me dijeron, "si viene sería bueno que hiciera reservación". Y ciertamente tengo intención de regresar, más ahora, que los vientos se están poniendo más fríos, pretexto perfecto para acercarse al fogarón del jardín de La Pista. Calificación, tres lenguas y media :P :P :P :p

domingo, 26 de septiembre de 2010

Restaurante Papazitos

Ubicado en el Km 15 Carretera a El Salvador, Centro de Conveniencia Condado Concepción, local 1-B Santa Catarina Pinula.

Con una decoración rústica, evocadora de bosques fríos amigables a los fuegos de leña, fiambres ahumados y bebidas calientes, Papazitos ofrece una selección de platillos reconfortantes y de carga calórica para alimentar a un leñador, como hamburguesas extra grandes, pizzas de variado carácter, y mucha salsa barbacoa.

Tienen una entrada nueva consistente en un picadillo de tomates frescos, tomates secos, albahaca y unos granitos de maíz, acompañados de pan con un justo toque de queso parmesano, bautizada como "Mamma's Tomato Bruschetta", que fue mi elección para iniciar mi almuerzo en una de estas tardes lluviosas, acompañada de un té negro. Con su encanto engañosamente ligero, de tomates frescos contrastados con la interesante textura de los secos al sol, esta entrada me dejó con la conciencia tranquila para pedir algo de mucho más carácter como plato fuerte.

Y así fue: me dirigí a la sección del menú donde están las combinaciones de carne a la barbacoa. Las combinaciones están bautizadas de acuerdo con las carnes que las componen: "moo" es res ahuamda, "oink" son costillas de cerdo ahumadas y "cluck" es pollo ahumado. Yo me decidí por una combinación "oink moo" en salsa de tequila con chipotle.

Me llevaron una soberbia tabla con las distintas carnes ahumadas, guarnecidas con ensalada de repollo y dos recipientes metálicos aún calientes con frijoles colorados en una salsa deliciosamente ahumada también. Tomé un trozo de carne, que al partir resultó demasiado blanca, por lo que pensé "de veras que el cerdo es la 'otra' carne blanca"...pero resulta que era ¡pechuga de pollo! Jugosa, sin grasa y suave, me dejó una impresión muy buena, pero ¡yo no había pedido "cluck"! Después ataqué las delgadas rodajas de "moo", cuya esbeltez no sólo daba una vistosidad especial al plato, sino también aportaba un feliz contraste con la sólida pieza de pollo. Por último, me dirigí a las costillas, "baby back ribs" según el menú. Mi cuchillo resbaló sobre la superficie de las costillas "ha de ser el mero hueso" pensé. Busqué otro ángulo, y seguía estando muy duro, presioné entonces y pude partir la violineta de costillas que estaban bastante menos suaves y frescas de lo que me hubiera imaginado. La salsa de tequila y chipotle, sutil, agria y ligeramente picante, permitía dar una armonía a todas las carnes, resultando en una experiencia más bien positiva.

Un poco decepcionado, sin embargo, decidí preguntarle al mesero: "señor ¿qué carne es esta?" señalando al pollo, "es pollo, señor", "pero yo le pedí un 'oink moo', y usted me trajo un 'oink cluck moo'... esto no fue lo que pedí", "es que ese plato es así, trae pollo, si quiere le enseño el menú", "está bien tráigame el menú"...ya un poco impaciente le mostré al mesero "mire, aquí dice 'oink moo' eso fue lo que le pedí", "sí pero todos traen pollo" me contestó. Agotado mi ánimo de hacerla del Dr. Doolittle conversando con uno de sus cuadrúpedos amigos, desistí de mi reclamo con la ilusa expectativa de que, efectivamente el "cluck" viniera incluido en el precio del "oink moo".

Finalizado mi "oink ¿cluck? moo" pregunté por los postres. Me llamó la atención el "signature key lime pie" por lo que ordené uno de esos acompañado de un espresso. El pie tenía la seducción superficial de la leche condensada, con un toque de amargo cítrico, maternal aroma lácteo y una base de muy buena consistencia que ofrecía la resistencia al diente, lo suficientemente denso para hacer un perfecto acompañamiento de la mezcla del pie. Acompañado del concentrado espresso, fue mi postre una aceptable manera de terminar el almuerzo, aunque el valor del pie me pareció un tanto inferior a su precio.

Pedí entonces la cuenta: me estaban cobrando un "oink cluck moo" considerablemente más caro que el "oink moo", y no sólo eso, sino que ¡el precio de la factura era aún más alto que el del menú! "¡Qué amargo desenlace de esta guerra de onomatopeyas!" pensé. "Ya vio" le dije al mesero "sí", replicó "es que... lo que pasa es que hay problemas con la máquina, y éste es el verdadero precio...bla bla bla" Dejé de escuchar, pues esta cólera, combinada con repollo, frijoles y carnes ahumadas, me estaba dando suficiente propulsión para volar por los aires en cualquier momento y llegar en 23 minutos hasta Teculután.

Pagué la cuenta y salí no muy feliz de Papazitos, un restaurante que tiene muchos platillos bien logrados, pero que esta vez, por su fallido servicio, no me inspira más de dos lenguas :P :P

domingo, 29 de agosto de 2010

Restaurante Enoteca Toscana

Ubicado en la 20 calle, 12-84 zona 10, Plaza Ferco. Teléfono 23680026 y 52034255

Entre los locales de la Plaza Ferco se encuentra una puertecilla que introduce a unas gradas sobrias y elegantes que llevan a este restaurante de sobresaliente buen gusto. Un vocero de una embajada, un ex representante de una cuestionada organización internacional, un señor que se parecía a Valeri Gérgiev, y yo, cada quien en su respectiva mesa, constituíamos la constelación de celebridades menores que buscábamos saciarnos con el refinado menú de L'Enoteca Toscana.

Al sentarme, el mesero diligente me llevó una bebida de cortesía. Una composición cítrica de interesante amargor, con mucho hielo, con efecto inmediato para contrarrestar el calor del medio día. Un momento después vino el bocadillo de cortesía: tomates deshidratados, ¡excelentes! con eso y la bebida me hubiera dado por satisfecho, pero como todos me iban a ver feo si me levantaba en ese momento, pues pasé a examinar el menú.

Observé en la carta que había dos platillos con foie gras, y pregunté a la mesera cuál me recomendaba. "Sólo hay uno", me dijo. Le mostré que eran dos, una entrada y un plato fuerte. "Ahh, si, pues el plato fuerte trae más foie gras, la entrada [por el contrario] es pequeña"; "pero los dos cuestan lo mismo, mejor pido la entrada, ¿no?", reparé. La chica cayó en cuenta: ambos platillos tenían el mismo elevado precio, pero uno bien podría tener significativamente menos foie gras que el otro. Creo que en ese momento los dos pensamos ¡touché!

Mi pensamiento empezó a discurrir: ahh, si me como el plato grande de foie gras, no voy a poder probar la pasta, pero no debería comer pasta, por aquello de los triglicéridos, pero se ve que aquí la pasta es algo que hay que probar... en fin, en esa fracción de segundo llegué a la conclusión de que debía pedir la entrada de foie gras y un plato fuerte de pasta. Así lo ordené, no sin antes escuchar la larga e interesante exposición de todas las variantes de pasta disponibles ese día. La cocina semiexpuesta del restaurante presenta orgullosamente la fresquísima pasta, por lo que ignorarla hubiera sido una falta de respeto.

Me decidí entonces por la entrada de foie gras con uvas caramelizadas y un plato fuerte de tagliolini con salsa de trufas negras. Me llevaron el foie gras, que consistía en un cautivador conito que tenía de base la parte de grasa amarilla, coronada con el hígado, reposando sobre una reducción de vinagre balsámico en la que estaban bañadas las uvas verdes, sin piel y sin semillas. Breve, pero muy delicioso. Con esa consistencia que se derrite en la boca, liberando un aroma delicado, combinado con el vinagre y las uvas, fue una maravilla, pero como expliqué arriba, parece sobrevaluado. Tal vez la mejor manera de confirmar si efectivamente lo es, sea regresar y pedir el foie gras como plato fuerte.

Me ofrecieron un vino tinto, que era único que estaban sirviendo en copa, y al verlo sólo pensé: esto será más saludable que cualquier otra cosa..."está bien, sírvame una copa".

Me llevaron mis tagliolini (tallarines, que le llaman). Tal vez la mejor pasta que he probado; aunque los fideos no son mi debilidad, esta composición tenía un excelente queso, una salsa cremosa pero más bien ligera de trufas negras, y una consistencia simplemente perfecta. Cuando consumí todo el queso de la superficie, sin embargo, se le fue un poco el encanto. No sé si habrá sido el vino, (al final de cuentas, ¡el vino sólo pido por que es cardioprotector!), pero lo cierto es que el maridaje no me resultó bien: ya sin el queso, me pareció que el vino acentuó las notas menos atractivas de la salsa de trufas.

A todo esto, los distintos meseros y el chef no escatimaron en preguntarme repetidamente si me gustaba la comida y si deseaba algo más. Se podía percibir en el ambiente el auténtico esfuerzo por agradar a los comensales.

Mi postre consistió en un mousse de chocolate a la naranja. Con un precio que duplica el de otros lugares, el mousse también es significativamente más grande y con una presentación más impresionante. Sobre un plato plano se deposita una esfera de chocolate, tal vez más grande que una bola de billar, en la que se insertan dos galletas muy finas y una rodaja de naranja cristalizada, y a manera de agujero negro, a su alrededor parecen orbitar las ralladuras de cáscara de naranja en un dulce jarabe. Suficiente para dos personas, no pude terminarme la esfera, que no tenía un chocolate tan aguerrido como el que más me seduce, pero estaba bastante bien.

Sin duda L'Enoteca Toscana es un lugar que me puede sacar las cinco lenguas, pero mientras salgo de dudas sobre los platos de foie gras y aprendo a elegir mejor los vinos, ¿será mucha penalización darle cuatro lenguas y media? :P :P :P :P :p

martes, 20 de julio de 2010

La Casa del Callejón Castillo Hermanos

Ubicado en la 2a avenida "A" 13-20 zona 1

Los alrededores del Paraninfo Universitario resguardan fascinantes construcciones que se pierden en esa twilight zone que es la zona 1, odiada y amada por tantos motivos. En una de esas construcciones, una vivienda con un típico diseño en forma de 7, los propietarios de la Casa del Callejón abrieron un establecimiento con un rancio atractivo criollo difícil de resistir.

El local está decorado con un maximalismo cautivador, con docenas de piezas de cristal de Murano, incluyendo dos soberbias arañas, y demás detalles domésticos que revelan la cotidianidad de una familia pudiente de primera mitad del siglo XX. En medio de esta escena veneciana, me senté a la mesa, no sin antes acomodar la pesadísima silla de hierro forjado que coronaba una más pesada mesa de mármol blanco, a donde acudió el mesero a mostrarme el enguatado menú.

Si estaba sorprendido de que me dejaran entrar de gratis a este museo de antigüedades, los precios del no muy extenso menú me sacaron de tal autoengaño. Entradas interesantes y algunas opciones de salsas para lomito, pasta y pescado - no más - constituían la selección que en poco se parecía al exquisito cuidado del local.

El bocadillo de cortesía consistió en un paté, cremoso y más bien salado, que fue un preludio interesante, pero no del todo convincente, para lo que habría de venir.

Ordené un lomito con alcachofas en salsa roja, precedido de una entrada de pacayas caramelizadas. Las pacayas me las sirvieron en un caldillo ligero, ataviadas con unas rodajitas de cebolla caramelizada. Las pacayas no estaban caramelizadas, sino guisadas en el caldillo con predominante aroma de perejil. Estaban sazonas, con un ligerísimo amargor. Los tentáculos granulados se sentían crujientes y de recia textura, agradables, pero nada del otro mundo.

Para limpiar el paladar, me pasaron un sorbete de limón, muy entretenido y estimulante, en un vasito muy curioso, que desentonaba un poco con la severa vajilla ornamentada del servicio, pues era más bien como el recipiente que usa el Dr. Guido para la fórmula del corazón del Monstruo Milton. Para quien no recuerde al Dr. Guido, aquí les va el link

Finalicé mi sorbete, extrayéndolo del vasito de cono insertado en una esferita achatada de color naranja y después me llevaron el lomito. El platillo consistía en un trozo de lomito, de buen grosor, dorado y espolvoreado con pimienta fresca, acompañado de un medalloncito de arroz amarillo con crema y maíz - no mucho más grande que una moneda de un quetzal - y unos ejotes salteados unidos por una tira de tocino. La carne yacía sobre una salsa de tomate con unas, más bien yuxtapuestas, hojas de alcachofa.

La salsa era en realidad un chirmol, no muy distinto del que se usa para los huevos rancheros, lo que me dejó bastante decepcionado, junto con las descritas guarniciones que no mostraban mayor ingenio o inspiración. La carne estaba bien preparada, pero no alcanzaba a dar un balance positivo a la combinación, especialmente considerando su precio.

La Casa del Callejón Castillo Hermanos es un interesante lugar, digno de una visita detenida para ver los detalles, que parecen no tener fin, de su decoración, lo que desquita un poco lo inflado de los precios de su menú, que no está a la altura del local, y no me inspira a darle más de tres lenguas :P :P :P

domingo, 4 de julio de 2010

Restaurante Sunset Grill

Ubicado en el Centro Comercial Escala Carretera a El Salvador, teléfono 6634-1032

En un local elegantemente dispuesto, rodeado de cristales montados en el bloque de concreto que constituye el módulo central del Centro Comercial Escala, el umbral de Sunset Grill recibe al comensal después de que éste ha subido por una curiosa rampita por cuyo recorrido se aprecian los bosques de Muxbal que suavizan el paisaje, y contrastan con el tupido clima comercial de esa parte de la carretera a El Salvador.

Si no estoy mal, este es un restaurante de reciente apertura y su menú ofrece una refrescante combinación de platillos delicados (filete de trucha con alguna llamativa salsa) y platillos de sports bar (buffalo wings y hamburguesas).

Después de pedir mi bebida, un té caliente, me sentí con ganas de algo no muy masivo, por lo que me llamó mucho la atención una sopa de frijoles negros. Pedí la sopa, y mientras la preparaban, de cortesía me llevaron unas tostaditas con un picadillo de tomate y aguacate, nada mal.

Cuando me llevaron la sopa, me dio mucha risa ver que era más bien lo que yo llamaría un plato de frijoles colados. Sobre los frijoles, se posaban un picadillo de cebollas fritas, otro tanto del picadillo que parecía el mismo que acompañaban a las tostaditas de cortesía, y unos finos trazos de salsa color mostaza.

Probé la sopa y no me convenció para nada. Hacer frijoles colados es toda una ciencia... bueno, no, eso no es cierto, pero sí es cierto que como en todos lados se cuecen habas, cada quien las cuece a su manera, es decir, hay toques de tradiciones familiares en cada manera de hacer frijoles colados. Y la de esta sopa no me causó ningún agrado, como que hubieran cocido los frijoles sin amor (¡el ingrediente secreto de todos los frijoles negros!). En términos menos metafóricos, los frijoles me parecieron sosos y de contraste forzado con el resto de los ingredientes. Llamé al mesero y con toda la franqueza del caso le dije: "la sopa está muy fea, por favor, llévesela".

Muy comprometido por agradar al cliente pero sin el conocimiento apropiado del menú, el mesero regresó después de devolver el plato para tomar mi nueva orden. Había yo perdido un poco la paciencia a esas alturas, y le dije que necesitaba pedir algo que no tomara mucho tiempo en preparar. Al ver el desconcierto del señor, mejor le pregunté: "¿cómo hace la ensalada Caesar?" Y entonces sucedió algo muy extraño.

Cuando un comensal pregunta sobre cómo se prepara un platillo, mi experiencia es que en los buenos restaurantes aprovechan la oportunidad para estimular la imaginación y el apetito del cliente. De alguna guarnición curiosa, podrían decir algo así como "se trata de vegetales horneados con una cubierta de hojaldre, aromatizados con variadas hierbas de Provenza, un toque de vinagre balsámico, aceite de oliva extra virgen, azafrán de Marruecos, setas de los bosques de Sherwood, y..." bueno ya me estoy poniendo muy pajero, pero la idea es esa: la curiosidad del comensal se recompensa para hacer más intensa su experiencia y crear la expectativa de un excelente platillo.

En lugar de esto, el mesero se quedó perplejo, y volteó hacia una elegantísima señora que estaba justo en la mesa contigua, quien tenía toda la investidura de ser la dueña del lugar, frente a quien el mesero hizo casi una genuflexión y preguntó en voz baja: "dice que cómo se hace la ensalada Caesar..." Pues bueno, veremos si esta consulta tiene un buen final, pensé.

La señora se dirigió a mí con alta dignidad y exclamó: "la receta no se la puedo dar, pero le puedo decir que lleva anchoas". Ahora el perplejo era yo. En medio de esa escena tan cómica, sólo alcancé a decir "ahh, sí lleva anchoas, entonces tráigame una de esas".

La ensalada consistía en hojas verdes suavizadas con aceite y sobre las cuales se depositaba una intensa y sabrosa salsa espesa, coronada con un filete de anchoa. La salsa parecía una combinación de, entre otros ingredientes, pimientos, ajo y aceite. Contaba también con dos grandes y redondos crutones con mantequilla de ajo, un excelente complemento. Muy buena, pero creo que de precio sobrevalorado. Tal vez si me hubieran explicado que incluía finos y delicados ingredientes, me hubiera parecido que el precio era justo.

En la cuenta, con muy buen tino no incluyeron la rechazada sopa de frijoles. Cuando me sienta mejor asesorado al visitar Sunset Grill estoy seguro que le daré más de las tres lenguas y media que me inspira por el momento :P :P :P :p

¡Ya estoy perdiendo el hilo!

Debo pedir disculpas a quienes se han tomado el tiempo de dejarme comentarios en los distintos posts, y que he dejado de responder, ¡a veces hasta por meses!

Lo peor es que en lugar de mejorar, la evidencia apunta a que conforme los posts se van multiplicando, mi capacidad para responder los comentarios va disminuyendo. Sabrán ustedes perdonarme por esto, así como saben que el conocimiento y la opinión que todos generamos en este rincón de la blogósfera, será recogido por nuestros congéneres para tomar mejores decisiones a la hora de servir a sus clientes en restaurantes, o bien al momento de decidir a dónde ir a comer un taco.

Por otro lado, me estoy enredando en una rutina de repetir mis visitas a restaurantes, y perder un poco la oportunidad para la inspiración. Ya me lo hicieron ver claramente con el caso de Tre Fra... gajes del oficio...

Pero seguimos en la lucha: ¡criticaré los restaurantes de Guatemala o moriré en el intento!

domingo, 27 de junio de 2010

Los partidos de México

Por cuestiones de trabajo tuve la oportunidad de ir al restaurante Los Canelones, en la 6 avenida "A" entre 10a y 11 calles de la zona 1, justo cuando México jugó contra Francia. De este restaurante me habían dicho cosas contradictorias, por lo que fue una maravillosa experiencia confirmar por mí mismo la verdadera y notable realidad.

Es cierto, es un humajal que se asienta sobre todo el local. Es cierto, la sopa es de sobre. Es cierto, el servicio es lento y con poca chispa. Pero ¡LA CARNE ES BUENÍSIMA!

Tuve la suerte de sentarme a la mesa más próxima a una gran ventana, o más bien puerta con baranda, con vista clara hacia una televisión, acompañado de comensales de buen diente. No sólo pedimos cada uno un plato de carne: puyazo o lomito, sino que además pedimos una orden de costilla de cerdo para compartir.

El mesero nos llevó la sopa, lo que me dio un pretexto para probar el picante a base de chiltepe que coronaba la mesa. ¡Qué suculenta bofetada! Con un picadillo de cebolla y jugo de limón, el preparado de chiltepes estaba extraordinariamente fresco, agresivo y pendenciero. Con ese efecto que raspa la garganta e interrumpe la respiración, me sentí revitalizado, aunque la sopa fuera de sobre.

Por fin, después de una considerable espera, llegó mi puyazo término medio. Con un grueso corte, de una pulgada más o menos, guarnecido de una ensalada plebeya, pero con unas buenísimas lascas de cebolla curtida, la carne estaba jugosa, aromática, y en el punto justo de cocimiento. Un verdadero término medio. Eso es lo maravilloso de los cortes gruesos: permiten apreciar de mejor manera el talento del parillero para encontrar el punto justo de cocimiento a la vez que presenta unos bocados más jugosos. La costilla también estaba excelentemente bien lograda, no como las resecas y recocidas que suelen servir en otros lugares.

Ya iban dos goles de México y la clientela no se conmovía. Como que estaban esperando que ganara Francia.

Terminamos nuestra comida con las crepas. Una de melocotón y una de banano que compartimos entre todos. De las dos, me parece que es la de banano la que vale la pena.

Con mucho entusiasmo le doy a Los Canelones, cuatro lenguas :P :P :P :P

Ahora, el domingo del juego de México contra Argentina, las tormentas interrumpieron mi servicio de cable y acceso a internet, por lo que me vi obligado a buscar un lugar dónde ver el partido. Ya me había perdido el de Alemania, una pena. Para ser práctico y no ir a gastar demasiado, me decidí por Tre Fratelli de Condado Concepción otra vez.

Ordené una ensalda Testarossa, que se supone es una ensalda Caesar con pollo a la plancha. La tensión del lugar se podía respirar en el ambiente: no sólo la pasión de los aficionados, por ambos equipos, sino por un local a lleno total que ejerce descomunal presión sobre los meseros y la cocina. Me llevaron una canastita con pan blanco que estaba muy bueno, pero con pan integral quemado. Los crutones de la ensalada estaban tiesos. Pero lo peor fue el aderezo de la ensalada Testarossa: sin ningún encanto, me supo a mayonesa mal hecha.

¡Pero ver a Argentina ganarle a México 3 a 1, fue una verdadera delicia! Una lengua y media esta vez para Tre Fratelli :P :p

Restaurante Mr. Sushi

Ubicado en la 4a avenida, 14-11 zona 10.


El parqueo gratis se ha vuelto un atractivo en sí mismo para los restaurantes de la zona 10, y aunque el de Mr. Sushi no es particularmente grande, si uno llega temprano, puede sin problemas hacer uso de este cada vez más escaso servicio. Escogí la mesa más próxima a la fuente que tienen en la esquina noroeste del local, desde donde se pueden apreciar prácticamente todas las demás mesas.

Le pedí al mesero un té verde mientras examinaba el menú. Por primera vez reparé en que, casi inconscientemente, las fotografías del menú me inducían a decidirme por los distintos platillos. Ví la foto de la sopa sumashi, y no tuve qué pensarlo mas. De beber pedí un té verde, y como platos fuertes, un tuna roast y un tuna roll.

El mesero me llevó el té verde en una jarrillita, pero sin tapadera. La bolsita, típicamente comercial, me representó una oportunidad perdida para probar una infusión interesante. Esto fue de alguna manera compensado por la, esa sí, interesante sopa sumashi. Un caldo ligero, con trozos de pescado, dos camarones divididos por la mitad, para que parezcan cuatro, y dos fideitos blancos muy curiosos, como tentáculos, que junto con los demás ingredientes, presentaban un cuadro que más bien parecía un acuario, en el que los tentáculos de anémonas se mueven con la corriente, sueltan un aroma marítimo, y se rodean de crustáceos que despiertan el apetito.

En redundante combinación me metí al ordenar tanto filete de atún como sushi de atún. El atún tiene ácidos grasos omega 3, dicen, y no sé qué más propiedades, que deberían ayudarme a bajar los triglicéridos. No sé si se me habrán bajado los susodichos lípidos, pero sí se me bajó el entusiasmo cuando noté que las verduras a la plancha que rodeaban mi filete, en contraste con ese jugoso corte, de provocativo aroma y suculenta consistencia, eran un trozo de zanahoria, uno de pimiento y uno de zucchini, que habían perdido su frescura hace ya algún tiempo. A eso se unió el arroz, cuya desaparecida esponjosidad me inspiró a alejar, por un momento, la vista de mi plato, sólo para encontrarme con la estampa de una señora, sentada a unos cinco metros de distancia, que tenía una blusa color morado, pantalón color morado, el pelo color morado, y que bebía una grapette. Las cosas en las que se fija uno...

Sobre el tuna roll no tengo objeción alguna. Estaba acompañado del omnipresente jengibre curtido, color morado en esta ocasión, y un wasabe inigualablemente amistoso, que se podía comer sin sufrir la embolia que siente uno la primera vez que se mete a la boca una bolita de esta pasta, sin saber de lo que se trata. Acompañado de la dulzona salsa de anguila, el tuna roll sí me pareció un bocadillo merecedor de toda mi atención.

Pero como todo llega a su fin, completamente satisfecho con mi roll, me quise quedar con un sabor dulce de boca, pero sin apetito para un postre, me decidí por un capuccino. Bebida estimulante y cremosa, el capuccino me hizo sentir demasiado culpable, por lo que lo dejé a la mitad, respetando los efectos benévolos que hayan dejado en mí esta combinación de nobles productos marinos, que de haber estado acompañados por guarniciones mejor cuidadas, me hubieran motivado a darle a Mr. Sushi más de tres lenguas y media :P :P :P :p

sábado, 5 de junio de 2010

Desayuno de rey

Dicen que para conservar la buena salud hay que desayunar como rey, almorzar como plebeyo y cenar como mendigo. La ventaja de desayunar como rey es que por lo regular, los desayunos son más baratos en los distintos restaurantes, en comparación con sus comidas fuertes.

Esta fue mi experiencia, una vez más, en Tre Fratteli de Condado Concepción. Por Q50 me di una gran comida, que espero me mantenga sin hambre hasta mañana. Me senté a la mesa con un montón de papeles que tenía que estudiar, entre proyectos de escrituras y declaraciones fiscales, y la prensa, por supuesto. Ya no tienen en las mesas los aparatitos de botones para llamar al mesero y pedir la cuenta, supongo que nunca sirvieron bien su propósito. El mesero me llevó el menú, de donde escogí unos huevos divorciados, y de guarnición pedí que sustituyeran los frijoles por las papas al romero que llaman "papas tre fratteli", lo que resultó ser muy buena elección. Iba a pedir unas tostadas a la francesa también, pero considerando que ponen pan, mantequilla y jalea de fresa de cortesía, ¿para qué gastar? El café también está incluido en el precio, y aunque no tengo costumbre de tomarlo, con tal de ahorrarme lo del jugo, me conformé con esa deshidratante bebida.

Cuando los platos de desayuno son desabrigados y yermos, lo que sucede con frecuencia, uno queda convencido de que pagar Q30 o Q40 por el platillo, es una estafa. No fue el caso de mis huevos divorciados. Después de acabar con la canastita de pan, untándolo con mantequilla y esa, cada vez menos natural, mermelada de fresas, me llevaron un plato muy bien guarnecido de dos huevos, uno con salsa verde y otro con salsa roja, sobre una ancha rodaja de pan caliente, comprimiendo de relleno entre ambos extremos, una capa de jamón. Las papas llenaban el resto del plato, coronado con tres o cuatro rodajitas de plátano frito y otras tres de piña. Pedí otra canastita con pan, también de cortesía, por que con algo tenía que acabarme lo que quedaba de mermelada.

Y así, entre las salsas emulsificadas (la roja estaba bastante mejor que la verde) y mucho pan, procedí a revisar mi trabajo, bebiendo el café por sorbos, que me pareció más agradable que de costumbre. Volteé a ver el jarrito con aceite de oliva, que tenía un diente de ajo que me coqueteaba irresistiblemente. Tengo suficiente pan, pensé, y poner el aceite al plato no debe ser tan mala idea, sobre todo si me sale el ajo seductor.

Tomé entoces el aceite y lo empecé a servir, según yo, con mucho cuidado en mi plato, agitándolo un poco para que saliera el ajo condenado, y como suele suceder cuando uno quiere hacer las cosas sutilmente (por lo menos, así le pasa a Mr. Bean), al agitarlo, pues sí, salió el ajo, ¡pero con casi todo el aceite del jarrito! Bueno, ahora tenía mi plato lleno de aceite, medio diente de ajo crudo, papas al romero y pan y restos de los huevos divociados. A lo hecho, pecho. Corté el ajo en pedacitos y me lo fui comiendo junto con el resto de pan que mojé en el aceite. En ese momento entendí el efecto de la ramita de romero que ponen en los frascos: no sólo da algo de aroma, que no me parece mucho ni muy convincente, sino que, además, le da un toque amargo al aceite ¿saben? para que uno no se sirva tanto. Total, que cuando terminé de leer mi escritura, ya me había comido todo lo que tenía en el plato, con todo y el medio litro de aceite. Espero que así sea como coman los reyes...

Si a este desayuno se le agrega el servicio wi-fi, pues me parece muy atractivo pagar Q53, que fue lo que me salió con todo y propina. Pero lamento decir que la señal era tan mala, que no pude hacer uso del servicio. Para mi desayuno en Tre Fra, hoy son tres lenguas y media :P :P :P :p

sábado, 22 de mayo de 2010

El Cocinero Fiel

Buscando en Youtube recetas para hacer hummus, me topé con esta institución mediática llamada El Cocinero Fiel. Con una presentación fluida, breve y sustanciosa, El Cocinero Fiel tiene muchísimas recetas de me he propuesto aprender. En la barra de videos a la izquierda de este texto he sintonizado su canal, pero a veces no sé que pasa y salen videos de otra naturaleza. Afortunadamente, siempre regresan los del Cocinero Fiel... ¡Espero que les guste!

Restaurante Vegetariano El Árbol

Ubicado en la 17 calle "A" 19-60 zona 10, teléfonos 2368 2124, 23335226

Después de leer "La Panza es Primero"de Rius me sentí un vegetariano convencido. Tendría yo tal vez 12 años, y estaba totalmente persuadido de que la carne era fuente de todas las enfermedades. Como cualquier pre-adolescente, yo detestaba las zanahorias y demás verduras, por lo que mi onda vegetariana no duró más de tres horas. Poco después de cumplidos los 20 años, en una estación de trenes, un señor de cabeza rapada me vendió un libro llamado "The Higher Taste". El libro estaba basado en las enseñanzas de Prabhupada, más conocido en el mundo editorial como Su Divina Gracia, A.C. Bhaktivedanta Swami Prabhupada. Con información menos entretenida que la de Rius, "The Higher Taste" construía argumentos interesantes, médicos, económicos y éticos, para no consumir carne. Los médicos y los éticos no resultaban tan contundentes como los económicos, que decantaban en ecologismo. Al final de cuentas, el objetivo del libro era propagar el hinduismo: alimentarse con una dieta libre de karma.

Al igual que esa literatura, los restaurantes vegetarianos, me parecen envueltos en esa mística oriental que me resulta más intimidante que apetitosa. Así, más que por voluntad propia, fue inducido por "peer pressure" que me dejé llevar al restaurante "El Árbol", que queda unos 100 metros al este de la entrada del gimnasio Francis Martin.

Al sólo entrar empecé a sentir la culpa de alimentarme de tanto suculento mamífero y ave y pez al que le he quitado la vida en el proceso. Me lo recordaron las simpáticas tortuguitas que viven el la fuente que está en la entrada de este restaurante sorprendentemente amplio.

Nos sentamos en la sección del jardín. Un lugar muy agradable. La carta, además de las especialidades, ofrece un menú del día, que permite combinar una sopa, un plato fuerte y una bebida. Todos los comensales pedimos uno de esos. Yo pedí una sopa fea (no recuerdo ni de qué era) y una cacerola de brócoli con arroz integral. Mis acompañantes pidieron sopa de lentejas, de la cual hablaron muy bien, y distintas lasagnas vegetarianas.

La bebida fue un refresco de maracuyá, que etimológicamente significa "criadero de moscas". Al probarlo, uno entiende por qué las moscas y cualquiera otra criatura, se puede sentir atraída a su seductor sabor, y dicen que es medio afrodisíaca. Fue lo mejor de la comida, sin duda.

Mi cacerola de brócoli tenía los verdes arbolitos, un poco recocidos para mi gusto, el recio arroz integral, y un queso interesante. Y ese fue mi almuerzo. También probé la lasagna, que me supo más bien a burrito, y los burritos sí que me gustan.

No es inusual que en un restaurante convencional pida platos sin carne: una ensalada capresse, un risotto ai funghi, o un fondue. Pero en los restaurantes declaradamente vegetarianos, me siento indigno, culpable y la comida me sabe a tratamiento para el colon irritable. Pero son cosas mías, estoy seguro que muchas personas están en mejores condiciones de disfrutar de los restaurantes vegetarianos que yo. Si encuentro un restaurante vegetariano que no me haga sentir así, seguramente le daré más de las tres lenguas que le otorgo a "El Árbol" :P :P :P

sábado, 15 de mayo de 2010

Restaurante Ali Baba Kebab

Ubicado en la 20 calle 25-96 zona 10, plaza 20 calle, local 7, teléfono 23683850

¿Shawarma o Döner Kebab? Según yo, son lo mismo... sólo que una palabra es árabe y la otra, turca, para nombrar la "carne a la parrilla que da vueltas". Típicamente una mezcla de carne de cordero y de ternera, este picadillo aromatizado con especias orientales siempre me ha parecido extremadamente seductor. Es muy popular como comida rápida en Europa, yo lo encuentro bastante más amigable al fuego en comparación con los filetes de res, que se recuecen con demasiada facilidad, pero por su precio, no puede competir con los tacos al pastor, tan accesibles hasta bien entrada la madrugada en varios puntos de nuestra ciudad.

Alí Babá es un oasis para encontrar una limitada pero provocadora oferta de platillos del medio oriente, incluyendo Shawarma. Mi almuerzo durante un caluroso medio día consistió en una ensalada griega (¿no que comida árabe, pues?!) un Mesabaha y de postre, un reverenciado baklava.

Inicié mi comida con un vigorizante té con aroma a cardamomo. El cardamomo es una maravilla, habiendo tanto y tan bueno en Guatemala creo que deberíamos usarlo mucho más en nuestra gastronomía. Ya hasta me dieron ganas de experimentar con algún recado, un pepián por ejemplo, con un toque de cardamomo... (?!)

Mi ensalada griega tenía una muy interesante selección de hojas, rodajas de tomate ciruelo curiosamente recio, aceitunas negras, queso feta y aceite de oliva...ahh, y pepino. Sin toque ácido, la ensalada me sirvió de armonioso complemento para el Mesabaha. El Mesabaha es uno de esos descubrimientos que te deja pensando: "¿qué tal comer esto todos los días en lugar de huevos y frijoles para la cena?"

El Mesabaha era un plato con una cremosa capa de hummus sobre la cual se extendía generosamente el picadillo aromático de carne, que me dijeron era mezcla de cordero con res, aunque el aroma de cordero, para ser franco, no lo pude apreciar.

El platillo estaba buenísimo. La consistencia ligeramente agria y envolvente del hummus, contrastada con la especiada carne, resultaba en una densidad tan satisfactoria al paladar que dan ganas de masticar lentamente, mientras los aromas te transportan a la sala de esa compañera de trabajo que se las lleva de exótica y siempre da hummus como entrada cuando te invita a celebraciones...

El Mesabaha no sólo me resultó satisfactorio para el paladar, también para el estómago. A la mitad del plato, después de haber comido la mitad de la ensalada también, mi apetito se encontraba totalmente aplacado. ¿Será efecto de los garbanzos? Para quien le llame la atención preparar Mesabaha, les dejo aquí un video con el que me topé en la internet, que parece reemplazar la carne por garbanzos enteros. Buena suerte entendiéndole al chico:


Gracias a las culpas de la infancia de que hay que acabarse la comida, no tuve mayor problema en terminar mi ensalada y mi Mesabaha y todavía ordenar un baklava. Dos piezas ortogonales de pasta phylo rellenas de pistachos me sirvieron para declararme muy contento de haber visitado este lugar, que me inspiró para regresar, pero más aún, para aprender a hacer yo mismo el famoso hummus mesabaha. Calificación, cuatro lenguas :P :P :P :P

sábado, 1 de mayo de 2010

La Decadencia del Steak

Creo que el último steak que disfruté como tradicionalmente lo hacía fue un corte Don Emiliano en el Oakland Mall, y de eso hace ya muchos meses. Recientemente he visitado, o mejor dicho, vuelto a visitar varios lugares de carne asada, y no sé a qué se debe, pero siento que cada vez es más difícil encontrar un corte jugoso, aromático y bien preparado.

En Donde Mikel ordené un mar y tierra. La atmósfera del lugar, desenfadada y juvenil, prende una llama informal que invita a despreocuparse de todo. En mi plato, los camarones estaban bastante decentes, pero la carne no estaba nada jugosa, y eso que la había pedido término medio.

En Los Ranchos me comí un lomito que no me convenció. Creo que va a salir en las fotos de la entrevista en elPeriódico. Estaba extrañamente pálido, sin mucho atractivo, y aunque no estaba recocido, tampoco estaba jugoso. Por lo menos los plátanos fritos y el pico de gallo salvaron la situación.

En Del Tingo al Tango en la calle Montúfar, el día de ese memorable partido que el Barsa ganó, pero que de todas maneras perdió (exquisita ironía), también intenté satisfacerme con un lomito. Éste sí estaba jugoso y tierno, pero el aroma parecía muy avasallador, sin sutileza ni complejidad. Sólo un fuerte golpe de humo.

En La Hacienda Real me comí un asado de tira que estaba bastante decente, acompañado de una carne de cerdo adobada, la mejor que he comido en mucho tiempo. A diferencia de los otros lugares, tengo la impresión de que la Hacienda Real mantiene su calidad superior y su servicio increíblemente eficiente. Es cierto, sus precios son más elevados, pero viendo que la calidad en general parece estar bajando, ya llegó el punto en el que vale la pena pagar la diferencia.

Más recientemente visité un lugar nuevo en la carretera a Fraijanes, se llama "Asados y Tintos". Queda en este centro comercial pequeño donde hay una agencia del Banco Industrial...creo que se llama plaza...algo...Plaza Las Vistas, me parece. Allí probé un mar y tierra de puyaso y un asado de lomito. El lomito estaba mejor que el puyaso, cuyo término se pasó de cocimiento, pero que el chef no dudó en reponerme, con más carne todavía a manera de resarcimiento. El mar y tierra estaba bien complementado con camarones, no extraordinarios, pero sí muy agradables, bañado todo con aceite, ajo y perejil. De postre sirven semifredo de varios sabores. Yo probé uno de mango. Cremoso y directo, es un postre pesado para combinar con carne y camarones, pero de sabor muy convincente.

Quisiera seguir probando más steak houses, vamos a ver qué dicen mis resultados del colesterol...jejeje

jueves, 29 de abril de 2010

Equis Restaurante

Ubicado en Plaza Fontabella

En un esfuerzo por convencerme a mí mismo de que me puedo llenar con poca comida, un día alrededor de las 6pm me dirigí a Equis Restaurante buscando algo para cenar. El truco era no esperar a que me diera tanta hambre, por lo que comer temprano era parte del plan. Al llegar al restaurante y preguntar sobre el servicio, los meseros cordialmente me indicaron que no habría más que postres y entradas hasta dentro de 20 minutos.

Bueno, esa parte del plan había fallado. No me quedó otra que rondar las vitrinas del centro comercial hasta que dieran las siete para estar seguro de disfrutar del servicio completo. Irónicamente, cuando al fin regresé y me situé en una mesa, el menú me indujo a pedir tres entradas por sobre cualquier plato fuerte.

Resulta que, como en principio desconfío de los restaurantes que están decorados con vocación minimalista, he aprendido la lección de que los platos fuertes tienen precios bastante más altos que las entradas, pero éstas los rebasan en creatividad y exquisitez.

Como bocadillo de cortesía me sirvieron una cucharita con pescado con salsa soya. Muy interesante y provocadora combinación de cubitos que se puede comer de un sólo bocado para anticipar la influencia oriental del resto de los platillos.

Me decidí por tres entradas: unos ravioles de güisquil con mantequilla de alcaparras, un tempura de mariscos y un plato variado de brochetas. Mi postre fue un sticky toffee y mi bebida una sangría que se me antojó infantil, tirando a frutipunch.

Los ravioles eran cuatro discos salpicados con alcaparras y bañados en una ligera salsa con aroma de mantequilla, que al ser cortados revelaban el curioso rallado de güisquil. De un verde pálido, el color del relleno tal vez no contrastaba lo suficiente con la pasta, pero formaba una composición interesante de efecto ligero para el estómago. La insoportable levedad del güisquil se transforma así en un interesante bocadillo, más satisfactorio de lo que uno pudiera pensar.

El plato variado de brochetas decía ser para dos personas, lo que me pareció un injusto prejuicio a la vez que válida advertencia. Eran cuatro pares de pinchos de colores y aromas estimulantes que reposaban en un aséptico plato blanco. Un par era de pollo en salsa satay, con vocación picante y delicioso gusto a maní, aunque algo más espesa me hubiera dado mejor impresión.

Otros dos eran de lomito en salsa de ostras y un tercer par era de pescado en salsa de cilantro. Ambas creaciones aromáticas y entretenidas, cocinadas en un punto inmejorable y acompañadas cada una de la salsa que resultaba en buen maridaje.

La más destacada de las brochetas, a mi gusto, fueron las que consistían en rollitos de camarón con salsa de lychee. La salsa era más interesante y llamativa que las demás, y el rollito también tenía una textura más compleja, que mezclaba lo crocante del dorado exterior con el relleno más tierno de la carne de camarón. Más francamente dulce que el resto de salsas, la rojiza salsa de lychee me pareció el toque perfecto para balancear la combinación de los cuatro pinchos.

Mi tercera entrada fue una tempura de cangrejo con salsa de chipotle. La tempura tiene también esas texturas interesantes que combinan tan bien con el aroma de los mariscos, en este caso, camarón y cangrejo. Y este plato hubiera sido muy bueno de no ser por la salsa, que me pareció apática y desganada, sin el vigor y agresividad que me esperaba del chipotle. También me resultó gracioso que sólo sirvieran la mitad de un cangrejo de caparazón suave.

El postre, un sticky tofee, prometía ser acogedor y envolvente, pero a mi criterio, le faltaba aroma y la textura pudo haber sido más suave y menos arenosa.

En balance, Equis me ofreció entradas muy convincentes, que me animan a regresar para probar los platos fuertes para ver si éstos superan a las entradas. Calificación: cuatro lenguas :P :P :P :P


martes, 27 de abril de 2010

Dos Comidas en Petén

Hotel Maya Internacional, Santa Elena, Flores, Petén

Restaurante Bar La Luna, Calle 30 de Junio, Flores Petén, teléfono 7867 5443

La bruma y el calor de esta época hacen que sintamos un poquito del Petén dondequiera que estemos. Irónicamente, ahora que fui a Petén, hubo una onda de aire frío que más me hacía sentir en el altiplano que la gran planicie tórrida del norte.

Dos comidas llamaron mi atención. No comí nada exótico, pues no sé reconocer las especies protegidas de las consumibles, pero pude probar dos interesantes propuestas en los lugares apuntados arriba.

La primera de ellas fue un plato de spaghetti con salsa de aguacate. En el restaurante del hotel Maya Internacional, con una cautivante vista al lago y una brisa reconfortante, pedí este plato, que presenta unos sencillos fideos coronados con una cremosa salsa color verde claro, que captura las notas del aguacate con una fuerte presencia de ajo. Acompañado de una decente sangría, me sentí satisfecho de haber probado una composición atrevida y provocadora.

En el Restaurante La Luna tuve que resignarme con una bebida de rosa de jamaica porque no sirven sangrías. La isla de Flores ha cambiado mucho desde la última vez que la visité. Se puede ver más colorida y vivaz. La Luna, que se encuentra en esa renovada isla, tiene un carácter bastante pintoresco a la vez que original. Su construcción de madera, sus techos altos y su fusión de elementos decorativos tropicales y exóticos, son deliciosamente magnéticos.

No resisto comentar que, junto con los colegas que me acompañaban, escogimos una mesona de soberbia madera sólida, al lado de una más pequeña ocupada por dos extranjeros que bien hubieran podido pasar por George Carlin y Darío Fo.

Examinando el menú encontré varios platillos interesantes, pero en un esfuerzo por probar algo propio del lugar, pedí un pescado blanco a la plancha. Esa fue la misma elección de la mayoría de mis acompañantes, lo que resulto en una tardada respuesta de la cocina. Afortunadamente nos llevaron un par de platitos con chorizo, copetín y queso en resarcimiento de la larga espera.

Pedí mi pescado menos cocido que el de los demás, y tuve suerte en haberlo hecho pues casi se había pasado del punto. Como lo hago con todos los pescados, empecé a comerlo desde los ojos y el interior de la cabeza, que revelaban una gelatina de convincente frescura. El resto del pescado no estaba mal, pero debo admitir que el pescado blanco, que dicen es originario del lago Petén Itzá, no me pareció una especie particularmente sabrosa. Las guarniciones eran una ensalada de lechuga y tomate con una aromática vinagreta de, si no recuerdo mal, orégano, y arroz precocido. Me disculparán, pero soy incapaz de tenerle aprecio al arroz precocido.

Mi postre consistió en helado de vainilla con salsa caliente de moras. Una composición muy seductora, aunque no muy sofisticada, que me quitó el mal sabor del arroz. En un plato plano se presentan las moras cocidas con azúcar cerrando el paso de una bola de helado de vainilla, el más sensual de los helados. La textura explosiva, con la resistencia que ofrecen las semillitas de esta fruta, a una temperatura que contrasta estimulantemente con el helado, y su vocación ácida que no renuncia a los toques amargos, me dejó un buen sabor para terminar la velada.

Me pregunto cuándo podré volver y comerme una iguana que no sea de una especie protegida. Por una cocina que va en la dirección correcta, a estos platillos les doy con gusto tres lenguas y media :P :P :P :p

sábado, 17 de abril de 2010

Restaurante Mongolia BBQ

Ubicado en la Avenida Las Américas 2-50 zona 13

La noche le imprime a ciertos lugares una atmósfera de suspenso, de misterio y de extraña sensación de anonimato y privacidad. Así me sentí cuando ingresé al parqueo de Mongolia BBQ un sábado.

La media luz del área de las mesas y la luz fluorescente de la sección del bufé proyectaban sombras sobre los rostros de meseros y comensales, como personajes de una cinematografía de Gordon Willis... como esa escena de El Padrino en la que Luca Brasi entra al bar a entrevistarse con Bruno Tataglia.

A la izquierda está la barra de ensaladas, con una compacta selección de ingredientes dramáticamente convencionales, seguida de un enfriador donde aguardan unos postres que parecen sacados de The Rocky Horror Picture Show, y al fondo, los ingredientes para la barbacoa. A la derecha, justo en la entrada al área de las mesas, está la gigantesca plancha, que parece más bien una parlama, encerrada en una jaula octogonal de vidrio, donde reposa esperando la comida cruda y fresca que le traerán los clientes.

Un poco confundido sobre cómo funcionaba el sistema, pedí la asistencia de un mesero. Después de su explicación, creo que entendí bien: debo tomar un plato hondo, servirme la carne finamente cortada de res, cordero o cerdo (parece que también ponen pollo, pero esa noche no lo había), seguido de la selección de vegetales, y por último, completar el plato con una media docena de opciones de salsas.

Sin poder superar la impresión surrealista que me dio el lugar, procedí a tomar mi plato, llenarlo a medias con carne de cordero (¿será eso lo que comen los mongoles?) y seguí con los vegetales: berro, canchón, tomates, cebollín picado, cilantro, retoño de soya. Todo aceptablemente fresco y evidentemente saludable. De las salsas, había desde jarabe de azúcar con piña hasta salsa de soya. Recuerdo que me serví de estas dos, más una medida de salsa de ajo.

Llevé el alimento a la jaula de la parlama, donde un cocinero sonriente lo recibió y me dio un numero para poner en mi mesa. Caminé hacia la mesa, sintiendo cómo la luz fluorescente cambiaba por incandescente, discreta, que ilumina con intimidad los tres niveles de distribución de las mesas. Al sentarme me sirvieron un consomé como bocadillo de cortesía. Sin mucho carácter, el consomé se me hizo poco, lo que me motivó a servirme ensalada mientras se cocinaba mi comida.

Como mencionaba, las opciones de ensalada eran convencionales: lechuga, tomates y cebollas, acompañadas de dos opciones de aderezo: vinagreta y mil islas. Junto al bar de ensaladas había arroz frito y si no recuerdo mal, unos fideos también. Nada que valiera la pena.

Regresé a mi mesa, comí la ensalada con unos panecillos rancios, y finalmente me llevaron mi plato de "barbacoa". No me puedo quejar. Era probablemente la comida más saludable que había tenido en un buen tiempo, sin grasa saturada, ni químicos, ni glutamato monosódico. Un sabor aceptable con la influencia verde de cebollín, canchón, cilantro y berro. Debería ingeniármelas para poder comer así todos los días.
Del enfriador de postres saqué piña y sandía gloriosamente frescas y dulces. Evité el pie y la gelatina que parecían inspirados en ciencia ficción. Salí del restaurante sintiéndome ligero y liviano, advertido de que en los lugares más misteriosos se puede encontrar una extraña paz.

Tuve varias decepciones en este restaurante: el arroz, la sopa, el té frío, los panecillos rancios...pero a un precio razonable, conseguí limpiar mi conciencia alimentándome con frutas y verduras, como dicen en la tele que debemos hacer, ¿merece esto que me comporte condescendiente? Estoy seguro que los comensales que, se dice, abarrotan este lugar los domingos a medio día, no son casualidad. Calificación: tres lenguas :P :P :P

lunes, 15 de marzo de 2010

Restaurante Passerelle

Ubicado en la 12 calle 5-53 zona 10, teléfonos 23326607, 23606446 al 56

Entré al restaurante Passarelle atravesando el umbral que plantea una simbiosis de comercio y gastronomía, que se resuelve al final del pasillo en un jardín y dos ambientes más donde se encuentra el restaurante propiamente dicho. Todo ello dentro de un excelentemente remozado chaletón, típico de la zona 10.

Al sentarme a la mesa me llevaron una hoja de papel periódico, a manera de la primera página de Le Monde diplomatique, con noticias y todo, que al ser abierto presenta un menú de los más estimulantes y refinados platillos que he visto en muchos tiempo. El menú está en francés y en español, y sólo leerlo es un deleite.

Inicié mi almuerzo con una crème brûllé de hígado de pollo. La combinación de texturas y sabores de este plato resultó maravillosa. Las sutiles hierbas combinadas con el hígado, bajo la costra de azúcar caramelizada, no evitaban el resabio que me hacía imaginar a un chucho después de un chaparrón, pero que lo considero parte del carácter fuerte de esta atrevida composición.

Para seguir con el tema del hígado, ordené como plato fuerte un Beef Wellington con duxelles y salsa de la referida víscera. Advertido del tiempo que tardaría la preparación de esta receta, eché un vistazo a las fotografías y al curioso pozo que está en el jardín.

Cuando me llevaron el Beef Wellington y puse frente a mí esa soberbia empanada gigante, recordé una vez más por qué el oficio del crítico es tan solitario. Como un arqueólogo que se acaba de encontrar un un raro artefacto, empecé a cortar la empanada desde un extremo, y ésta fue revelando su fascinante relleno, que examiné abstraído de todo lo que me rodeaba. Unos cubitos de lomito término medio, jugoso y aromático, se desprendían con apenas una muestra del picadillo de hongos y ajo que componen la duxelles, que por momentos hacía pensar que el ajo estaba en la mantequilla de la empanada.

Dos impresionantes espárragos al vapor acompañaban dicha empanada, junto con una salsa morena, recia y sin modestia. En un platillo con forma caprichosa me llevaron la guarnición consistente en pequeños ejotes atados con nori, dos tomates cherri y medio tomate manzano horneado, complementado con un picadillo de cebolla.

Continuando con mi excavación gastronómica, hallé el medallón de lomito y el resto de duxelles como reliquias alrededor del sarcófago de un faraón. Mientras contemplaba mi descubrimiento, veía como hacia otras mesas, los meseros llevaban platos de formas curiosas, con comida de presentación original y estimulante.

De postre había ordenado desde un principio un volcán de chocolate, que toma su tiempo en estar listo. Y a pesar de que lo pedí con tanta anticipación, todavía tardaron un tanto en llevármelo. Al llegar por fin el volcán, pensé que no había mejor manera de dar un punto final a la comida del día. Acompañado de un café, sin azúcar, continué mi trabajo de arqueólogo, o en este caso, de geólogo, apreciando la seductora combinación de lo que parecía ser chocolate amargo con un toquecito de chocolate con leche, que vertía fundido a un costado del panecillo cónico también de chocolate, que estaba coronado con un cráter saturado de salsa de fresas.

Por una experiencia brutal, a Passerelle le perdono hasta la larga espera por la factura detallada, a la que parece no están acostumbrados, y le otorgo la máxima calificación de cinco lenguas :P :P :P :P :P

domingo, 7 de marzo de 2010

Reseña combinada

¡Qué semana! A penas me ha dado tiempo de contestar los amables comentarios de mis lectores, pero afortunadamente pude visitar varios restaurantes aunque fuera por cuestiones de negocios y no de placer.

Todo fue tan repetitivo y a la carrera, sin embargo, que me sería imposible inspirarme para escribir una reseña individual para cada uno de ellos.

En Sushi Itto de plaza Fontabella me comí un curry de mariscos. Ahora le ponen salmón en lugar de robalo, pero como el salmón se deshace, no queda con una presentación muy llamativa que digamos. La atención no está a la altura de otros locales de la franquicia (tuve que preguntar si todavía daban toallas húmedas) y me tocó la mala suerte de estar en un rincón muy ruidoso para mi gusto. Hay suficientes restaurantes japoneses en los alrededores como para preferir este Sushi Itto en particular.

En Delicatessen la Estancia de la zona 14 ordené un bife de chorizo término medio. Recio y robusto pedazo de carne guarnecido con espinacas al bechamel y una ensalada que pedí en lugar de papa al horno. Estaba muy bueno pero con precio abultado a mi criterio. El lugar estaba bastante lleno, y el servicio sufrió consecuentemente. Lo que más disfruté fue que frente al parqueo del restaurante, justo cuando me disponía a salir, pasó la caravana de la Sra. Clinton, lo que me tuvo esperando un buen rato viendo con jocosidad tanta alharaca y carrerío. Pasaban motos de Emetra, patrullas de la PNC, suburban blancas, van blancas con letreros improvisados como "prensa", una ambulancia...total, parecía aquélla película de "Dónde está el Piloto", cuando los vehículos de emergencia se preparan para recibir el aterrizaje forzado. En el caso de la Sra. Clinton sólo faltó el camión de mixto listo y el tráiler de Budweiser!

Para terminar mi semana, fui a cenar al nuevo Tapas y Cañas que abrieron en el Bulevar de Vista Hermosa, en un complejo comercial de restaurantes donde está Burger King, Skillets, Tapas y Cañas y Pans, un lugar de sandwiches europeos. Hace 30 años en ese mismo lugar había una biblioteca pública que desmantelaron para poner un pollo campero. Después lo demolieron todo para hacer esta construcción.

En ese Tapas y Cañas probé un Lomito Bilbao, un Pulpo a la Gallega y un par de postres. El lomito estaba pasado de cocimiento, sobre una salsa blanca pasada de sal y unos hongos ostra que eran lo único rescatable. El pulpo estaba tan poco inspirado como el que critiqué en mi reseña del 14 de junio sobre la sucursal de Tapas y Cañas que está en la zona 10, me culpo a mí mismo por haber cometido el error de haberlo vuelto a pedir, pero para ser franco, ya se me había olvidado totalmente lo pobre que era.

Al rescate vinieron el postre frío de Alicante y la pera al vino. Nada como un postre hecho con esmero para subir el ánimo y los triglicéridos. Ah, la sangría también estuvo muy interesante, con un infantil picadillo de frutas en el fondo.

Lo que sí me irritó mucho de esta sucursal de Tapas y Cañas es el circuito de televisores de plasma con programación de música dance con un volumen nada sutil, como para calentar motores antes de ir a un rave.

¿Será que le puedo dar lenguas a cada uno por separado? Qué pereza, mejor los meto a todos en un saco con dos lenguas y media :P :P :p

viernes, 26 de febrero de 2010

Restaurante La Barraca de Don Paco

Ubicado en la 11 calle 15-18 zona 13, teléfonos 2332-6288, 2360-0411

La zona 13 es un poco más modesta en cuanto a oferta culinaria que su vecina del otro lado de la Avenida las Américas. La Barraca de Don Paco ofrece una opción española en un local que parece esconder antiguas recetas familiares rodeado de su mobiliario acogedor y sin pretensiones.

Con meseros que parecen tener largo recorrido sirviendo platos llenos de carácter, es difícil resistirse a su recomendación de una tortilla española. El bocadillo de cortesía fueron unas deliciosas aceitunas verdes, una intrigante y agradable sorpresa: ¿cómo puede algo tan sencillo ser tan delicioso y provocador?

Mi orden consistió en una porción de tortilla española, una de morcilla y un plato de callos. Mi bebida fue una bien compuesta y equilibrada sangría. La morcilla estaba muy bien, casi tan buena como la que hacen en San Felipe, Retalhulehu. De ahí en adelante, mi experiencia en la Barraca de Don Paco se fue deteriorando.

La tortilla era una porción, a un precio no tan proporcional que digamos, pero lo peor es que estaba recalentada. Y hasta mal recalentada ¿la habrán tenido congelada? Si bien no tenía mal sabor, ni nada por el estilo, el hecho de no estar fresca resultó en un inmerecido desmérito.

El plato de callos tenía una composición muy convincente, y hubiera estado muy bueno si además de la panza y pedacitos de chorizo, ¡HUBIERA TENIDO CALLOS!... Como dejé el plato a la mitad, el mesero me preguntó si había algún problema con él, a lo que respondí que le dijera al chef que "su olla de callos, ya no tenía callos". Como que al mesero y al chef les vino del norte, pues no hubo ninguna reacción a mi comentario.

Después de pagar me llevaron mi vuelto incompleto, bueno, por un quetzal nada más (¡¡pero a ver si a uno le aceptan quedar debiendo un quetzal de la cuenta!!), no reclamé, pues ya me había decidido que a la Barraca de Don Paco le daría sólo dos lenguas y media :P :P :p


viernes, 12 de febrero de 2010

Restaurante Kibo

Ubicado en la 2a avenida, 14-01 zona 10, local 5B

Tuve que subir un graderío sólo para encontrarme que el restaurante Kibo tiene una entrada por la mismísima terraza donde dejé parqueado el carro. Lo bueno de haber entrado por la calle y no por el parqueo es que el ambiente oscuro y minimalista del lugar se plantea como una caverna cuesta arriba que se transforma luego en un bar.

Vamos a ver qué fue lo que pedí esa vez: una sopa miso, tempura de berenjena y hongos shitake, un yakisoba mixto y un helado de té verde y gengibre. También probé una crema de brócoli y teriyaki de res.

Inicié mi comida con una jarillita de vigorizante té verde, preludio un poco redundante para la exquisita misoshiro que me tomé a continuación. Por sólo Q20 me he comido la mejor misoshiro en mucho tiempo: con una buena dosis de algas, que no sólo dan colorido y despierta el interés en la sopa, sino también lo hace a uno sentir como que está en camino a vivir 90 años.

El tempura de berenjena consistía en delgadas rodajas de esa nunca bien ponderada planta, dobladas como canoli y rellenas con hongos shitake, todo envuelto en el clásico y ligero empanizado tempura, complementada con una salsa oriental como teriyaki.

Esos dos platos estuvieron seductores y estimulantes. Un poco más tarde llegaría mi yakisoba mixto. El yakisoba no es más que el pariente japonés del "cho min" (si me permiten escribirlo fonéticamente). El cho min es una institución culinaria en sí, tan aceptada popularmente en Guatemala que hasta se vende en pan francés o en tostadas (ahh, una mi tostada de cho min se me antojó! de las que venden por el parque Concordia...)

El mayor mérito del yakisoba era su salsa, ligera pero inspirada, con notas frutales y fermentadas, que desarrollaban un aroma ahumado por momentos, era sin duda el alma de los fideos con carnes y verduras, que por lo demás era típicamente chominesco. Bueno, debo decir que los cuatro camarones eran de mucho mejor calidad que los que lleva el típico cho min que cuesta la mitad del precio.

La sopa de brócoli, que también tenía de espárragos, no estaba mal, pero muy convencional para mi gusto, licuada, con base cremosa y color de menta, más parecía de un restaurante europeo que japonés.

El teriyaki lo probé muy rápidamente, muy sabroso y no tan caro como en otros lugares. Para terminar, seguí con la línea de antioxidantes en virtud del helado de té verde con jengibre. Exótica y refrescante, la primera cucharada me supo a wasabe. La segunda a algas. La tercera a jengibre en conserva. Me recordó de aquella heladería que hay en la 6a calle de la zona 1, creo que todavía existe, donde hacen helados exóticos (de frijoles, de tamal, de fiambre...!!) y que si hacen helado de sushi, ha de saber como este.

Aclaro, no lo digo peyorativamente, el helado de sushi me pareció muy bueno, y volvería a pedirlo sin titubear, por supuesto, llamándolo por su nombre correcto: helado de té verde con jengibre.

Presto a salir del restaurante por la puerta correcta, la que conduce a la terraza donde estaba parqueado mi auto, pedí la cuenta y adjunté mi ticket de parqueo. Me lo devolvieron con un "disculpe pero no sellamos ticket de parqueo". ¡Ala gran! eso me resultó en que mi cuenta subiera 10%, pues esos parqueos de la zona 10 no tienen las tarifas más competitivas que digamos. Cuando sellen el ticket de parqueo, estoy seguro que le darle a Kibo bastante más que tres lenguas y media :P :P :P :p

sábado, 6 de febrero de 2010

Café Enchanté

Ubicado en la 20 calle 25-96 zona 10, local 24, Centro Comercial La Plaza.

La plaza 20 calle, que está detrás del World Gym del boulevar Los Próceres, tiene varios atractivos gastronómicos, incluyendo el Café Enchanté.

En un local breve pero bien acondicionado, y sucumbiendo a la, tan en boga, influencia de la decoración barroca contemporánea, este lugar ofrece un oasis de comida francesa en el contexto insufriblemente comercial y anti-peatonal del final del bulevar Los Próceres.

El menú es refrescantemente original: está basado en especialidades del día y dos ofertas poco comunes en Guatemala: tartines y macarons. Los tartines son rodajas de pan con ingredientes, en este caso, refinados y exquisitos. Los macarons son una especie de alfajores de espumilla, es decir, en lugar de consistir en dos galletas con relleno, son dos discos como de espumilla con relleno, que puede ser de caramelo, nutella, cajeta, etc.

Los platillos que probé en Enchanté fueron: pato confitado, sopa de frijoles, postre de compota de fresas, tartines Napoleón y Marie Antoinette, ensalada de arroz, sopa de cebolla y macarons variados.

El pato presentaba ese carácter curtido y fuerte que resulta de la técnica del confitado, y estaba acompañado de papas doradas. Junto con las papas había unos dientes de ajo, que pelé y trituré para darle aroma a este platillo, pero sin mucho éxito. Tanto este pato como la sopa de frijoles resultaban, para mi gusto, demasiado fieles a su simpleza.

La sopa de cebolla me resultó un poco superior, pero no tan buena como la colorida y sugestiva ensalada de arroz. Esa ensalada estaba preparada con tomates secos, aceitunas maduras y otras delicadezas que aderezaban el medallón hecho de arroz frío. Una composición muy seductora y exquisita, más que recomendable.

Los tartines estuvieron a la altura de la ocasión. El Napoleón es de carpaccio de res y el Marie Antoinette es de pollo. El Napoleón, con visibles trozos de parmeggiano sobre láminas de carne maravillosamente frescas, resultaba en una total delicia. El Marie Antoinette contaba con una mayonesa de ajo y cebollas caramelizadas. Todo es mejor con cebollas caramelizadas. Acompañando a mis tartines llegó una ensalada no muy sofisticada pero sí muy fresca.

El postre de compota de de fresa fue celestial. Sobre una galleta de almendras y mantequilla, reposaba la compota coronada con fresas frescas y chips de chocolate. Aunque los chips parecían algo fuera de lugar, como elementos cubistas sobre un paisaje barroco, resultaban en un merecidísimo complemento para las fresas. Los macarons me los tragué tan rápido que apenas recuerdo su interesante relleno y llamativo colorido.

Como tienen servicio de internet wi-fi, Enchanté me parece un lugar excelente para una reunión informal de negocios, que en medio de un par de tartines y la ensalada que los acompaña, me haría sentir ligero, contento y productivo. Califiación: cuatro lenguas :P :P :P :P


domingo, 31 de enero de 2010

Un año de La Papila



De veras que el tiempo pasa rápido...y más cuando uno se divierte. Por 12 meses, me he pasado escribiendo sobre restaurantes en este universo de autopublicación llamado blogósfera, cumbre del narcisismo... bueno, después de "facebook", ese altar virtual que le hacemos descaradamente a nuestra foto.

De regalo de aniversario me propiné un par de platos del muy celebrado ganso húngaro: un hígado a la plancha con peras caramelizadas y una pierna rostizada.

La pierna del ganso estaba acompañada de col morada, puré de papas y una ensaladilla de arúgula. Su textura, aroma y sabor eran de mitología, pues parecía que habían cruzado a un pavo con un marrano: justo sobre la carne magra y deliciosamente fibrosa se encontraba una capa como de chicharrón, de superficie tostada sobre una semi gelatinosa capita de manteca. Una auténtica delicia.

Por su parte, el hígado de ganso es legendariamente exquisito. El que yo comí estaba acompañado de peras una sugestiva salsa de caramelo, lo que acentuaba dramáticamente el explosivo hígado. Digo explosivo por que la carne tierna de cada una de las rodajas era de una consistencia tal, que parecía tener por fuera una película que, al ser rasgada por los dientes, libera como en una pequeña explosión su delicado y aromático contenido.

Otras delicias de Hungría que pude probar fueron la morcilla con fuerte aroma a mejorana y el ubicuo goulasch.

Pero regresando al tema del blog, han pasado cosas memorables, como haber obtenido más de siete mil quinientos hits! Muchas gracias a todos los lectores!

Algunos de los restaurantes que reseñé ya no existen, la versión japonesa de Iron Chef ya no la dan más en el canal Sony, y me invitaron a publicar en la revista D de Prensa Libre. Un reconocido chef me propinó mi primer "fuck you" (véanlo, está en los comentarios de una de las reseñas), y mis seguidores son ya 33.

Creo que en este segundo año de la Papila haré algunos cambios. Por ejemplo, si mis columnas podrían ser más estructuradas, y la calificación debe ser un poco más informativa...pero no tengo prisa. Esto es lo maravilloso de la blogósfera: uno está allí cuando quiere y como quiere, a la vista de mil millones de personas ¿no es eso algo surrealista?


domingo, 24 de enero de 2010

Restaurante Nessun Dorma

Ubicado en la 2da avenida 13-37 zona 10, teléfono 26663159

En el antiguo local de Tre Fratelli en la 2da avenida de la zona 10 se encuentra este restaurante de comida italiana que ofrece un extenso e interesante menú, bajo un techo de fino machimbre, que imprime un carácter de convencional elegancia, adecuada para la también elegante comida.

Iba a decidirme por la selección de antipasti como entrada, pero los meseros me persuadieron de ordenar una grigliata de calamares y pulpo, ligeramente más costosa. La grigliata no estaba mal, las rodajas de pulpo y los calamares estaban salteados con un aroma a ajo inmejorablemente balanceado y complementado con una ensaladilla de radicchio. Sin embargo, los tentáculos de los pequeños calamares se tostaron al punto de quedar un poco amargos, pero no tanto como para estropear el plato. Eché un vistazo al bufé de antipasti, y creo que hubiera sido más interesante decidirme por él.

Los platos fuertes que probé fueron un lomito con salsa de queso gorgonzola y un pargo a la plancha. El lomito estuvo brutal. Con una salsa tersa, aromática, abundante, tres jugosos medallones de carne se hacían acompañar por tres esferas de espinacas. Un plato verdaderamente inspirado.

El pescado no estaba a esa misma altura, pero estaba bien, acompañado de vegetales tradicionales (brócoli, coliflor, zanahoria) en un inmejorable punto de cocimiento. Yo hubiera preferido el pescado un poco más crudo, pero eso tal vez lo tendré que confiar a cocinas que estén más al nivel del mar.

Mi bebida fue una sangría pasada de azúcar y mi postre, un flan de naranja. El flan es digno de una reflexión más detenida. Rodeado de un almíbar con aroma a naranja, el flan se presentaba en un color rosado pálido, con una superficie ligeramente burbujeada, y un gusto muy convincente. Resulta que esa textura burbujeada le daba al flan una clara superioridad frente a los homogéneos y más sólidos flanes de otros lugares.

Una nota más sobre la atmósfera de Nessum Dorma: por lo general, los buenos restaurantes no tienen esa sensación de gran escala y servicio masivo pero eficiente que típicamente tienen los steak houses. Nessun Dorma parece conciliar efectivamente estos dos elementos. A la vez que presenta un menú interesante y refinado, sus meseros, ambiente y decoración tienen la vivacidad, iniciativa y aparente superficialidad de un steak house. Con esto quiero decir que Nessun Dorma captura lo mejor de dos mundos: la complejidad de la buena comida, y el desenfado de un servicio de gran escala.

Lástima que un descontrol del fuego/tiempo desentonó mi pescado y mis clamares, y que la sangría se pasó de azúcar. De lo contrario, hubiera sido una experiencia perfecta. Calificación, cuatro lenguas y media :P :P :P :P :p

domingo, 10 de enero de 2010

Comida Callejera

¡Se acabó la década! Bueno, realmente se acaba el próximo 31 de diciembre 2010, pero como lo que hace falta es pretexto para celebrar como si fuera 1999, pues digamos que estamos celebrando 10 años después de Y2K.

Como muchos, yo me di a la libación y a los excesos amparados por la infinita misericordia de Santa Clós. Antes de retomar mi atención en los restaurantes de Guatemala, disfruté de los riesgos de la comida callejera de Europa Central, así que aquí van algunas muestras de lo que comí durante los helados fines de 2009.




Un buen trozo de pierna de cerdo (o alguna sección cercana a la pata) con repollo agrio (Sauerkraut) y papas con tocino, ¡suculento!


Un cannoli, tentación que tampoco pude resistir (me recuerda la famosa frase de Clemenza en "El Padrino", quien le dice a Rocco, después de haber baleado al pobre Poli: leave the gun, take the cannoli!)














Un hot dog de Leberkäsewurst. El hot dog no es más que una salchicha (muy buena por cierto) encamisada en una baguette perforada, al que no se le pone más que mostaza, y algo de ketchup si lo pide el cliente. Sinceramente, es bastante más nutritivo un Shuco.

Por último, un pan con moronga, (morcilla, pues): una rodaja de pan de centeno, untado con embutido a base de sangre (Blutwurst) y condimentado con cebolla y un poco de queso. Muy sabroso, pero no tanto como el platito de goulash que se ve al fondo.

Con las típicas temperaturas de invierno, estas comidas recias y vigorosas, junto con unos cuantos pocillos de Glühwein, me ayudaron a pasarla sin problemas de resfriados!