La Original Crítica Culinaria y Crítica de Restaurantes en Guatemala
domingo, 3 de octubre de 2010
Restaurante La Pista
En algún momento de mi juventud me agarró por visitar constantemente la Chasa Tao en la 6 avenida de la zona 10. Por supuesto, había un grupo de gente, tal vez todavía la hay, que se hacía presente siempre. Recuerdo un personaje en particular que todas las noches cantaba la misma canción: "Es por ti" de Cómplices. Y esto viene al cuento por que la Pista, a pesar de un nombre poco evocador, produjo en mí un efecto emocional; un retornar a mis veintes, rodeado de troncos de árbol, luces tenues, y atmósfera con vocación bohemia.
Claro, todo eso está en mi cabeza. En la realidad, la Pista sí tiene un local rústico, con el encantadoramente frío aire de las montañas, que en estos tiempos se derrumban un día sí y un día no. Y la concurrencia juvenil imprime optimismo y camaradería al ambiente, pero es menos bohemio que la Chasa, es decir, bastante más convencional. Lo que pude percibir desde mi llegada fue la diligencia de los meseros en dar un servicio eficiente y puntual, que valga decir, se fue diluyendo conforme fueron llegando más comensales.
El menú me pareció una interesante propuesta de influencias orientales, a las que sucumbí ordenando de entrada un tartare de atún. Me causó una muy buena impresión. Con una salsa oscura netamente oriental, picadillo de cebollines, algo de jengibre si no recuerdo mal, y un atún que se sentía fresco y firme. Me dejó con muchas expectativas sobre mi plato fuerte.
Mi plato fuerte fue un filete de robalo a la plancha en salsa de coco con arroz basmati. Cuando llegó mi plato tuve la sensación de haberme equivocado de elección. Pregunté al mesero: "no pensé que el arroz iba a estar frito" "la verdad, lo debieron haberlo hecho al vapor", me contestó. Adicionalmente, el pescado tenía una evidente costra de harina, que en el proceso de freírlo se endureció creando una consistencia poco atractiva. La salsa era aromática e interesante, pero no lo suficiente para darle realce a los demás elementos del platillo. Tal vez el tartare me indujo a tener expectativas demasiado altas.
De postre pedí un mousse de toblerone. Y aquí creo que el que me falló fue mi espíritu. Con un aspecto sólido, obscuro y frío, esperaba que el chocolate me provocara la sensación de bienestar, efecto característico de la serotonina. Pero no sucedió así. El postre estaba agradable y convincente, pero yo me sentía como el adicto que ya no encuentra satisfacción en la dosis convencional de su droga, y ya no siente el mismo efecto. O como Bart, cuando vende su alma a Milhouse, y pierde la capacidad de disfrutar de sus travesuras.
Me dijeron que los jueves hay música en vivo: canto y acordeón, me parece. "Se llena" me dijeron, "si viene sería bueno que hiciera reservación". Y ciertamente tengo intención de regresar, más ahora, que los vientos se están poniendo más fríos, pretexto perfecto para acercarse al fogarón del jardín de La Pista. Calificación, tres lenguas y media :P :P :P :p
domingo, 26 de septiembre de 2010
Restaurante Papazitos
Con una decoración rústica, evocadora de bosques fríos amigables a los fuegos de leña, fiambres ahumados y bebidas calientes, Papazitos ofrece una selección de platillos reconfortantes y de carga calórica para alimentar a un leñador, como hamburguesas extra grandes, pizzas de variado carácter, y mucha salsa barbacoa.
Tienen una entrada nueva consistente en un picadillo de tomates frescos, tomates secos, albahaca y unos granitos de maíz, acompañados de pan con un justo toque de queso parmesano, bautizada como "Mamma's Tomato Bruschetta", que fue mi elección para iniciar mi almuerzo en una de estas tardes lluviosas, acompañada de un té negro. Con su encanto engañosamente ligero, de tomates frescos contrastados con la interesante textura de los secos al sol, esta entrada me dejó con la conciencia tranquila para pedir algo de mucho más carácter como plato fuerte.
Y así fue: me dirigí a la sección del menú donde están las combinaciones de carne a la barbacoa. Las combinaciones están bautizadas de acuerdo con las carnes que las componen: "moo" es res ahuamda, "oink" son costillas de cerdo ahumadas y "cluck" es pollo ahumado. Yo me decidí por una combinación "oink moo" en salsa de tequila con chipotle.
Me llevaron una soberbia tabla con las distintas carnes ahumadas, guarnecidas con ensalada de repollo y dos recipientes metálicos aún calientes con frijoles colorados en una salsa deliciosamente ahumada también. Tomé un trozo de carne, que al partir resultó demasiado blanca, por lo que pensé "de veras que el cerdo es la 'otra' carne blanca"...pero resulta que era ¡pechuga de pollo! Jugosa, sin grasa y suave, me dejó una impresión muy buena, pero ¡yo no había pedido "cluck"! Después ataqué las delgadas rodajas de "moo", cuya esbeltez no sólo daba una vistosidad especial al plato, sino también aportaba un feliz contraste con la sólida pieza de pollo. Por último, me dirigí a las costillas, "baby back ribs" según el menú. Mi cuchillo resbaló sobre la superficie de las costillas "ha de ser el mero hueso" pensé. Busqué otro ángulo, y seguía estando muy duro, presioné entonces y pude partir la violineta de costillas que estaban bastante menos suaves y frescas de lo que me hubiera imaginado. La salsa de tequila y chipotle, sutil, agria y ligeramente picante, permitía dar una armonía a todas las carnes, resultando en una experiencia más bien positiva.
Un poco decepcionado, sin embargo, decidí preguntarle al mesero: "señor ¿qué carne es esta?" señalando al pollo, "es pollo, señor", "pero yo le pedí un 'oink moo', y usted me trajo un 'oink cluck moo'... esto no fue lo que pedí", "es que ese plato es así, trae pollo, si quiere le enseño el menú", "está bien tráigame el menú"...ya un poco impaciente le mostré al mesero "mire, aquí dice 'oink moo' eso fue lo que le pedí", "sí pero todos traen pollo" me contestó. Agotado mi ánimo de hacerla del Dr. Doolittle conversando con uno de sus cuadrúpedos amigos, desistí de mi reclamo con la ilusa expectativa de que, efectivamente el "cluck" viniera incluido en el precio del "oink moo".
Finalizado mi "oink ¿cluck? moo" pregunté por los postres. Me llamó la atención el "signature key lime pie" por lo que ordené uno de esos acompañado de un espresso. El pie tenía la seducción superficial de la leche condensada, con un toque de amargo cítrico, maternal aroma lácteo y una base de muy buena consistencia que ofrecía la resistencia al diente, lo suficientemente denso para hacer un perfecto acompañamiento de la mezcla del pie. Acompañado del concentrado espresso, fue mi postre una aceptable manera de terminar el almuerzo, aunque el valor del pie me pareció un tanto inferior a su precio.
Pedí entonces la cuenta: me estaban cobrando un "oink cluck moo" considerablemente más caro que el "oink moo", y no sólo eso, sino que ¡el precio de la factura era aún más alto que el del menú! "¡Qué amargo desenlace de esta guerra de onomatopeyas!" pensé. "Ya vio" le dije al mesero "sí", replicó "es que... lo que pasa es que hay problemas con la máquina, y éste es el verdadero precio...bla bla bla" Dejé de escuchar, pues esta cólera, combinada con repollo, frijoles y carnes ahumadas, me estaba dando suficiente propulsión para volar por los aires en cualquier momento y llegar en 23 minutos hasta Teculután.
Pagué la cuenta y salí no muy feliz de Papazitos, un restaurante que tiene muchos platillos bien logrados, pero que esta vez, por su fallido servicio, no me inspira más de dos lenguas :P :P
domingo, 29 de agosto de 2010
Restaurante Enoteca Toscana
martes, 20 de julio de 2010
La Casa del Callejón Castillo Hermanos
Los alrededores del Paraninfo Universitario resguardan fascinantes construcciones que se pierden en esa twilight zone que es la zona 1, odiada y amada por tantos motivos. En una de esas construcciones, una vivienda con un típico diseño en forma de 7, los propietarios de la Casa del Callejón abrieron un establecimiento con un rancio atractivo criollo difícil de resistir.
El local está decorado con un maximalismo cautivador, con docenas de piezas de cristal de Murano, incluyendo dos soberbias arañas, y demás detalles domésticos que revelan la cotidianidad de una familia pudiente de primera mitad del siglo XX. En medio de esta escena veneciana, me senté a la mesa, no sin antes acomodar la pesadísima silla de hierro forjado que coronaba una más pesada mesa de mármol blanco, a donde acudió el mesero a mostrarme el enguatado menú.
Si estaba sorprendido de que me dejaran entrar de gratis a este museo de antigüedades, los precios del no muy extenso menú me sacaron de tal autoengaño. Entradas interesantes y algunas opciones de salsas para lomito, pasta y pescado - no más - constituían la selección que en poco se parecía al exquisito cuidado del local.
El bocadillo de cortesía consistió en un paté, cremoso y más bien salado, que fue un preludio interesante, pero no del todo convincente, para lo que habría de venir.
Ordené un lomito con alcachofas en salsa roja, precedido de una entrada de pacayas caramelizadas. Las pacayas me las sirvieron en un caldillo ligero, ataviadas con unas rodajitas de cebolla caramelizada. Las pacayas no estaban caramelizadas, sino guisadas en el caldillo con predominante aroma de perejil. Estaban sazonas, con un ligerísimo amargor. Los tentáculos granulados se sentían crujientes y de recia textura, agradables, pero nada del otro mundo.
Para limpiar el paladar, me pasaron un sorbete de limón, muy entretenido y estimulante, en un vasito muy curioso, que desentonaba un poco con la severa vajilla ornamentada del servicio, pues era más bien como el recipiente que usa el Dr. Guido para la fórmula del corazón del Monstruo Milton. Para quien no recuerde al Dr. Guido, aquí les va el link
Finalicé mi sorbete, extrayéndolo del vasito de cono insertado en una esferita achatada de color naranja y después me llevaron el lomito. El platillo consistía en un trozo de lomito, de buen grosor, dorado y espolvoreado con pimienta fresca, acompañado de un medalloncito de arroz amarillo con crema y maíz - no mucho más grande que una moneda de un quetzal - y unos ejotes salteados unidos por una tira de tocino. La carne yacía sobre una salsa de tomate con unas, más bien yuxtapuestas, hojas de alcachofa.
La salsa era en realidad un chirmol, no muy distinto del que se usa para los huevos rancheros, lo que me dejó bastante decepcionado, junto con las descritas guarniciones que no mostraban mayor ingenio o inspiración. La carne estaba bien preparada, pero no alcanzaba a dar un balance positivo a la combinación, especialmente considerando su precio.
La Casa del Callejón Castillo Hermanos es un interesante lugar, digno de una visita detenida para ver los detalles, que parecen no tener fin, de su decoración, lo que desquita un poco lo inflado de los precios de su menú, que no está a la altura del local, y no me inspira a darle más de tres lenguas :P :P :P
domingo, 4 de julio de 2010
Restaurante Sunset Grill
En un local elegantemente dispuesto, rodeado de cristales montados en el bloque de concreto que constituye el módulo central del Centro Comercial Escala, el umbral de Sunset Grill recibe al comensal después de que éste ha subido por una curiosa rampita por cuyo recorrido se aprecian los bosques de Muxbal que suavizan el paisaje, y contrastan con el tupido clima comercial de esa parte de la carretera a El Salvador.
Si no estoy mal, este es un restaurante de reciente apertura y su menú ofrece una refrescante combinación de platillos delicados (filete de trucha con alguna llamativa salsa) y platillos de sports bar (buffalo wings y hamburguesas).
Después de pedir mi bebida, un té caliente, me sentí con ganas de algo no muy masivo, por lo que me llamó mucho la atención una sopa de frijoles negros. Pedí la sopa, y mientras la preparaban, de cortesía me llevaron unas tostaditas con un picadillo de tomate y aguacate, nada mal.
Cuando me llevaron la sopa, me dio mucha risa ver que era más bien lo que yo llamaría un plato de frijoles colados. Sobre los frijoles, se posaban un picadillo de cebollas fritas, otro tanto del picadillo que parecía el mismo que acompañaban a las tostaditas de cortesía, y unos finos trazos de salsa color mostaza.
Probé la sopa y no me convenció para nada. Hacer frijoles colados es toda una ciencia... bueno, no, eso no es cierto, pero sí es cierto que como en todos lados se cuecen habas, cada quien las cuece a su manera, es decir, hay toques de tradiciones familiares en cada manera de hacer frijoles colados. Y la de esta sopa no me causó ningún agrado, como que hubieran cocido los frijoles sin amor (¡el ingrediente secreto de todos los frijoles negros!). En términos menos metafóricos, los frijoles me parecieron sosos y de contraste forzado con el resto de los ingredientes. Llamé al mesero y con toda la franqueza del caso le dije: "la sopa está muy fea, por favor, llévesela".
Muy comprometido por agradar al cliente pero sin el conocimiento apropiado del menú, el mesero regresó después de devolver el plato para tomar mi nueva orden. Había yo perdido un poco la paciencia a esas alturas, y le dije que necesitaba pedir algo que no tomara mucho tiempo en preparar. Al ver el desconcierto del señor, mejor le pregunté: "¿cómo hace la ensalada Caesar?" Y entonces sucedió algo muy extraño.
Cuando un comensal pregunta sobre cómo se prepara un platillo, mi experiencia es que en los buenos restaurantes aprovechan la oportunidad para estimular la imaginación y el apetito del cliente. De alguna guarnición curiosa, podrían decir algo así como "se trata de vegetales horneados con una cubierta de hojaldre, aromatizados con variadas hierbas de Provenza, un toque de vinagre balsámico, aceite de oliva extra virgen, azafrán de Marruecos, setas de los bosques de Sherwood, y..." bueno ya me estoy poniendo muy pajero, pero la idea es esa: la curiosidad del comensal se recompensa para hacer más intensa su experiencia y crear la expectativa de un excelente platillo.
En lugar de esto, el mesero se quedó perplejo, y volteó hacia una elegantísima señora que estaba justo en la mesa contigua, quien tenía toda la investidura de ser la dueña del lugar, frente a quien el mesero hizo casi una genuflexión y preguntó en voz baja: "dice que cómo se hace la ensalada Caesar..." Pues bueno, veremos si esta consulta tiene un buen final, pensé.
La señora se dirigió a mí con alta dignidad y exclamó: "la receta no se la puedo dar, pero le puedo decir que lleva anchoas". Ahora el perplejo era yo. En medio de esa escena tan cómica, sólo alcancé a decir "ahh, sí lleva anchoas, entonces tráigame una de esas".
La ensalada consistía en hojas verdes suavizadas con aceite y sobre las cuales se depositaba una intensa y sabrosa salsa espesa, coronada con un filete de anchoa. La salsa parecía una combinación de, entre otros ingredientes, pimientos, ajo y aceite. Contaba también con dos grandes y redondos crutones con mantequilla de ajo, un excelente complemento. Muy buena, pero creo que de precio sobrevalorado. Tal vez si me hubieran explicado que incluía finos y delicados ingredientes, me hubiera parecido que el precio era justo.
En la cuenta, con muy buen tino no incluyeron la rechazada sopa de frijoles. Cuando me sienta mejor asesorado al visitar Sunset Grill estoy seguro que le daré más de las tres lenguas y media que me inspira por el momento :P :P :P :p
¡Ya estoy perdiendo el hilo!
Lo peor es que en lugar de mejorar, la evidencia apunta a que conforme los posts se van multiplicando, mi capacidad para responder los comentarios va disminuyendo. Sabrán ustedes perdonarme por esto, así como saben que el conocimiento y la opinión que todos generamos en este rincón de la blogósfera, será recogido por nuestros congéneres para tomar mejores decisiones a la hora de servir a sus clientes en restaurantes, o bien al momento de decidir a dónde ir a comer un taco.
Por otro lado, me estoy enredando en una rutina de repetir mis visitas a restaurantes, y perder un poco la oportunidad para la inspiración. Ya me lo hicieron ver claramente con el caso de Tre Fra... gajes del oficio...
Pero seguimos en la lucha: ¡criticaré los restaurantes de Guatemala o moriré en el intento!
domingo, 27 de junio de 2010
Los partidos de México
Es cierto, es un humajal que se asienta sobre todo el local. Es cierto, la sopa es de sobre. Es cierto, el servicio es lento y con poca chispa. Pero ¡LA CARNE ES BUENÍSIMA!
Tuve la suerte de sentarme a la mesa más próxima a una gran ventana, o más bien puerta con baranda, con vista clara hacia una televisión, acompañado de comensales de buen diente. No sólo pedimos cada uno un plato de carne: puyazo o lomito, sino que además pedimos una orden de costilla de cerdo para compartir.
El mesero nos llevó la sopa, lo que me dio un pretexto para probar el picante a base de chiltepe que coronaba la mesa. ¡Qué suculenta bofetada! Con un picadillo de cebolla y jugo de limón, el preparado de chiltepes estaba extraordinariamente fresco, agresivo y pendenciero. Con ese efecto que raspa la garganta e interrumpe la respiración, me sentí revitalizado, aunque la sopa fuera de sobre.
Por fin, después de una considerable espera, llegó mi puyazo término medio. Con un grueso corte, de una pulgada más o menos, guarnecido de una ensalada plebeya, pero con unas buenísimas lascas de cebolla curtida, la carne estaba jugosa, aromática, y en el punto justo de cocimiento. Un verdadero término medio. Eso es lo maravilloso de los cortes gruesos: permiten apreciar de mejor manera el talento del parillero para encontrar el punto justo de cocimiento a la vez que presenta unos bocados más jugosos. La costilla también estaba excelentemente bien lograda, no como las resecas y recocidas que suelen servir en otros lugares.
Ya iban dos goles de México y la clientela no se conmovía. Como que estaban esperando que ganara Francia.
Terminamos nuestra comida con las crepas. Una de melocotón y una de banano que compartimos entre todos. De las dos, me parece que es la de banano la que vale la pena.
Con mucho entusiasmo le doy a Los Canelones, cuatro lenguas :P :P :P :P
Ahora, el domingo del juego de México contra Argentina, las tormentas interrumpieron mi servicio de cable y acceso a internet, por lo que me vi obligado a buscar un lugar dónde ver el partido. Ya me había perdido el de Alemania, una pena. Para ser práctico y no ir a gastar demasiado, me decidí por Tre Fratelli de Condado Concepción otra vez.
Ordené una ensalda Testarossa, que se supone es una ensalda Caesar con pollo a la plancha. La tensión del lugar se podía respirar en el ambiente: no sólo la pasión de los aficionados, por ambos equipos, sino por un local a lleno total que ejerce descomunal presión sobre los meseros y la cocina. Me llevaron una canastita con pan blanco que estaba muy bueno, pero con pan integral quemado. Los crutones de la ensalada estaban tiesos. Pero lo peor fue el aderezo de la ensalada Testarossa: sin ningún encanto, me supo a mayonesa mal hecha.
¡Pero ver a Argentina ganarle a México 3 a 1, fue una verdadera delicia! Una lengua y media esta vez para Tre Fratelli :P :p
Restaurante Mr. Sushi
El parqueo gratis se ha vuelto un atractivo en sí mismo para los restaurantes de la zona 10, y aunque el de Mr. Sushi no es particularmente grande, si uno llega temprano, puede sin problemas hacer uso de este cada vez más escaso servicio. Escogí la mesa más próxima a la fuente que tienen en la esquina noroeste del local, desde donde se pueden apreciar prácticamente todas las demás mesas.
Le pedí al mesero un té verde mientras examinaba el menú. Por primera vez reparé en que, casi inconscientemente, las fotografías del menú me inducían a decidirme por los distintos platillos. Ví la foto de la sopa sumashi, y no tuve qué pensarlo mas. De beber pedí un té verde, y como platos fuertes, un tuna roast y un tuna roll.
El mesero me llevó el té verde en una jarrillita, pero sin tapadera. La bolsita, típicamente comercial, me representó una oportunidad perdida para probar una infusión interesante. Esto fue de alguna manera compensado por la, esa sí, interesante sopa sumashi. Un caldo ligero, con trozos de pescado, dos camarones divididos por la mitad, para que parezcan cuatro, y dos fideitos blancos muy curiosos, como tentáculos, que junto con los demás ingredientes, presentaban un cuadro que más bien parecía un acuario, en el que los tentáculos de anémonas se mueven con la corriente, sueltan un aroma marítimo, y se rodean de crustáceos que despiertan el apetito.
En redundante combinación me metí al ordenar tanto filete de atún como sushi de atún. El atún tiene ácidos grasos omega 3, dicen, y no sé qué más propiedades, que deberían ayudarme a bajar los triglicéridos. No sé si se me habrán bajado los susodichos lípidos, pero sí se me bajó el entusiasmo cuando noté que las verduras a la plancha que rodeaban mi filete, en contraste con ese jugoso corte, de provocativo aroma y suculenta consistencia, eran un trozo de zanahoria, uno de pimiento y uno de zucchini, que habían perdido su frescura hace ya algún tiempo. A eso se unió el arroz, cuya desaparecida esponjosidad me inspiró a alejar, por un momento, la vista de mi plato, sólo para encontrarme con la estampa de una señora, sentada a unos cinco metros de distancia, que tenía una blusa color morado, pantalón color morado, el pelo color morado, y que bebía una grapette. Las cosas en las que se fija uno...
Sobre el tuna roll no tengo objeción alguna. Estaba acompañado del omnipresente jengibre curtido, color morado en esta ocasión, y un wasabe inigualablemente amistoso, que se podía comer sin sufrir la embolia que siente uno la primera vez que se mete a la boca una bolita de esta pasta, sin saber de lo que se trata. Acompañado de la dulzona salsa de anguila, el tuna roll sí me pareció un bocadillo merecedor de toda mi atención.
Pero como todo llega a su fin, completamente satisfecho con mi roll, me quise quedar con un sabor dulce de boca, pero sin apetito para un postre, me decidí por un capuccino. Bebida estimulante y cremosa, el capuccino me hizo sentir demasiado culpable, por lo que lo dejé a la mitad, respetando los efectos benévolos que hayan dejado en mí esta combinación de nobles productos marinos, que de haber estado acompañados por guarniciones mejor cuidadas, me hubieran motivado a darle a Mr. Sushi más de tres lenguas y media :P :P :P :p
sábado, 5 de junio de 2010
Desayuno de rey
Esta fue mi experiencia, una vez más, en Tre Fratteli de Condado Concepción. Por Q50 me di una gran comida, que espero me mantenga sin hambre hasta mañana. Me senté a la mesa con un montón de papeles que tenía que estudiar, entre proyectos de escrituras y declaraciones fiscales, y la prensa, por supuesto. Ya no tienen en las mesas los aparatitos de botones para llamar al mesero y pedir la cuenta, supongo que nunca sirvieron bien su propósito. El mesero me llevó el menú, de donde escogí unos huevos divorciados, y de guarnición pedí que sustituyeran los frijoles por las papas al romero que llaman "papas tre fratteli", lo que resultó ser muy buena elección. Iba a pedir unas tostadas a la francesa también, pero considerando que ponen pan, mantequilla y jalea de fresa de cortesía, ¿para qué gastar? El café también está incluido en el precio, y aunque no tengo costumbre de tomarlo, con tal de ahorrarme lo del jugo, me conformé con esa deshidratante bebida.
Cuando los platos de desayuno son desabrigados y yermos, lo que sucede con frecuencia, uno queda convencido de que pagar Q30 o Q40 por el platillo, es una estafa. No fue el caso de mis huevos divorciados. Después de acabar con la canastita de pan, untándolo con mantequilla y esa, cada vez menos natural, mermelada de fresas, me llevaron un plato muy bien guarnecido de dos huevos, uno con salsa verde y otro con salsa roja, sobre una ancha rodaja de pan caliente, comprimiendo de relleno entre ambos extremos, una capa de jamón. Las papas llenaban el resto del plato, coronado con tres o cuatro rodajitas de plátano frito y otras tres de piña. Pedí otra canastita con pan, también de cortesía, por que con algo tenía que acabarme lo que quedaba de mermelada.
Y así, entre las salsas emulsificadas (la roja estaba bastante mejor que la verde) y mucho pan, procedí a revisar mi trabajo, bebiendo el café por sorbos, que me pareció más agradable que de costumbre. Volteé a ver el jarrito con aceite de oliva, que tenía un diente de ajo que me coqueteaba irresistiblemente. Tengo suficiente pan, pensé, y poner el aceite al plato no debe ser tan mala idea, sobre todo si me sale el ajo seductor.
Tomé entoces el aceite y lo empecé a servir, según yo, con mucho cuidado en mi plato, agitándolo un poco para que saliera el ajo condenado, y como suele suceder cuando uno quiere hacer las cosas sutilmente (por lo menos, así le pasa a Mr. Bean), al agitarlo, pues sí, salió el ajo, ¡pero con casi todo el aceite del jarrito! Bueno, ahora tenía mi plato lleno de aceite, medio diente de ajo crudo, papas al romero y pan y restos de los huevos divociados. A lo hecho, pecho. Corté el ajo en pedacitos y me lo fui comiendo junto con el resto de pan que mojé en el aceite. En ese momento entendí el efecto de la ramita de romero que ponen en los frascos: no sólo da algo de aroma, que no me parece mucho ni muy convincente, sino que, además, le da un toque amargo al aceite ¿saben? para que uno no se sirva tanto. Total, que cuando terminé de leer mi escritura, ya me había comido todo lo que tenía en el plato, con todo y el medio litro de aceite. Espero que así sea como coman los reyes...
Si a este desayuno se le agrega el servicio wi-fi, pues me parece muy atractivo pagar Q53, que fue lo que me salió con todo y propina. Pero lamento decir que la señal era tan mala, que no pude hacer uso del servicio. Para mi desayuno en Tre Fra, hoy son tres lenguas y media :P :P :P :p
sábado, 22 de mayo de 2010
El Cocinero Fiel
Restaurante Vegetariano El Árbol
sábado, 15 de mayo de 2010
Restaurante Ali Baba Kebab
sábado, 1 de mayo de 2010
La Decadencia del Steak
jueves, 29 de abril de 2010
Equis Restaurante
martes, 27 de abril de 2010
Dos Comidas en Petén
Hotel Maya Internacional, Santa Elena, Flores, Petén
Restaurante Bar La Luna, Calle 30 de Junio, Flores Petén, teléfono 7867 5443
La bruma y el calor de esta época hacen que sintamos un poquito del Petén dondequiera que estemos. Irónicamente, ahora que fui a Petén, hubo una onda de aire frío que más me hacía sentir en el altiplano que la gran planicie tórrida del norte.
Dos comidas llamaron mi atención. No comí nada exótico, pues no sé reconocer las especies protegidas de las consumibles, pero pude probar dos interesantes propuestas en los lugares apuntados arriba.
La primera de ellas fue un plato de spaghetti con salsa de aguacate. En el restaurante del hotel Maya Internacional, con una cautivante vista al lago y una brisa reconfortante, pedí este plato, que presenta unos sencillos fideos coronados con una cremosa salsa color verde claro, que captura las notas del aguacate con una fuerte presencia de ajo. Acompañado de una decente sangría, me sentí satisfecho de haber probado una composición atrevida y provocadora.
En el Restaurante La Luna tuve que resignarme con una bebida de rosa de jamaica porque no sirven sangrías. La isla de Flores ha cambiado mucho desde la última vez que la visité. Se puede ver más colorida y vivaz. La Luna, que se encuentra en esa renovada isla, tiene un carácter bastante pintoresco a la vez que original. Su construcción de madera, sus techos altos y su fusión de elementos decorativos tropicales y exóticos, son deliciosamente magnéticos.
No resisto comentar que, junto con los colegas que me acompañaban, escogimos una mesona de soberbia madera sólida, al lado de una más pequeña ocupada por dos extranjeros que bien hubieran podido pasar por George Carlin y Darío Fo.
Examinando el menú encontré varios platillos interesantes, pero en un esfuerzo por probar algo propio del lugar, pedí un pescado blanco a la plancha. Esa fue la misma elección de la mayoría de mis acompañantes, lo que resulto en una tardada respuesta de la cocina. Afortunadamente nos llevaron un par de platitos con chorizo, copetín y queso en resarcimiento de la larga espera.
Pedí mi pescado menos cocido que el de los demás, y tuve suerte en haberlo hecho pues casi se había pasado del punto. Como lo hago con todos los pescados, empecé a comerlo desde los ojos y el interior de la cabeza, que revelaban una gelatina de convincente frescura. El resto del pescado no estaba mal, pero debo admitir que el pescado blanco, que dicen es originario del lago Petén Itzá, no me pareció una especie particularmente sabrosa. Las guarniciones eran una ensalada de lechuga y tomate con una aromática vinagreta de, si no recuerdo mal, orégano, y arroz precocido. Me disculparán, pero soy incapaz de tenerle aprecio al arroz precocido.
Mi postre consistió en helado de vainilla con salsa caliente de moras. Una composición muy seductora, aunque no muy sofisticada, que me quitó el mal sabor del arroz. En un plato plano se presentan las moras cocidas con azúcar cerrando el paso de una bola de helado de vainilla, el más sensual de los helados. La textura explosiva, con la resistencia que ofrecen las semillitas de esta fruta, a una temperatura que contrasta estimulantemente con el helado, y su vocación ácida que no renuncia a los toques amargos, me dejó un buen sabor para terminar la velada.
Me pregunto cuándo podré volver y comerme una iguana que no sea de una especie protegida. Por una cocina que va en la dirección correcta, a estos platillos les doy con gusto tres lenguas y media :P :P :P :p
sábado, 17 de abril de 2010
Restaurante Mongolia BBQ
lunes, 15 de marzo de 2010
Restaurante Passerelle
domingo, 7 de marzo de 2010
Reseña combinada
viernes, 26 de febrero de 2010
Restaurante La Barraca de Don Paco
viernes, 12 de febrero de 2010
Restaurante Kibo
sábado, 6 de febrero de 2010
Café Enchanté
domingo, 31 de enero de 2010
Un año de La Papila
De veras que el tiempo pasa rápido...y más cuando uno se divierte. Por 12 meses, me he pasado escribiendo sobre restaurantes en este universo de autopublicación llamado blogósfera, cumbre del narcisismo... bueno, después de "facebook", ese altar virtual que le hacemos descaradamente a nuestra foto.
domingo, 24 de enero de 2010
Restaurante Nessun Dorma
domingo, 10 de enero de 2010
Comida Callejera
Un buen trozo de pierna de cerdo (o alguna sección cercana a la pata) con repollo agrio (Sauerkraut) y papas con tocino, ¡suculento!