domingo, 31 de mayo de 2009

Restaurante De Mario

Ubicado en la esquina de la 13 calle y 1ra avenida, zona 10.

Como diría el Presidente Kaga, "if memory serves me right" hace muchos años en este mismo local había un restaurante de comida china llamado "Exellent". Nunca fui, pero más de alguna persona me habló muy bien de él.

Ya hace años, se instaló allí el restaurante de Mario. Un amigo español, abogado, me dijo que allí se comía tal vez la mejor comida española de la ciudad. Estuve posponiendo mi visita por mucho tiempo, pero al fin se dio la oportunidad. Y vaya si no valió la pena la espera.

El término para describir el ambiente del lugar, diría yo, es "ecléctico". Muebles de madera tradicionales se mezclan con vidrios sandblasteados, claramente yuxtapuestos y ajenos al resto del concepto del restaurante.

El bocadillo de cortesía es pan con mantequilla. Nada especial. Una lástima. De lo contrario, muy posiblemente le hubiera dado cinco leguas, pues la experiencia fue extraordinaria.

Pedí el especial del día: cocido madrileño. ¡Qué vianda! En un plato plano estaban distribuidos seductoramente los garbanzos, que ostentaban con indiscutible dignidad una rodaja de morcilla, una de chorizo y una loncha de panceta. Al otro lado, una loncha de carne de res y una pieza de ave complementaban la presentación.

Cada uno de los elementos del cocido tenía altísimos méritos, con excepción del ave, que me dijeron era gallina, pero no quedé totalmente convencido, pues hay unos pollos amarillos que podrían ser buenos impostores. Al ave le faltaba un poco de aroma, nada más. Pero la morcilla y el chorizo eran intensos. Tanto, que aunque las rodajas podrían parecer pequeñas, cada bocado tenía un sabor tan convincente y una sustancia tan inigualable, que me resultaron rodajas abundantes.

La panceta también era de una calidad y frescura extraordinarias. Los garbanzos estaban en su punto justo de cocimiento, y aunque la salsa que los contenía parecía por momentos muy sutil, la combinación con los otros fuertes ingredientes recordaba la pertinencia de tal sutileza. El corte de carne de res fue un enigma interesante. Tenía un color oscuro, como de víscera. Pero la consistencia y el sabor era de músculo pero enervado de nervios o gelatina, como el corte de "camote", de indiscutible carácter.

También pude probar el bacalao a la vizcaína y la fabada asturiana. Ambos espléndidos. En el bacalao se podía apreciar la alta calidad de los ingredientes: una salsa tersa que no competía sino complementaba al pescado. La fabada estaba aromática, de ahumado profundo.

Mi postre fue una natilla. Era una especie de dulce de leche con ocultos granitos de arroz, aderezados con azúcar morena casi acaramelada. Muy bien hecho. Finalicé mi comida con un café. Me llevaron un espresso muy fuerte, no lo que había pedido pero reconozco que estaba bien hecho.

El servicio fue bueno, aunque un mejor conocimiento del menú no les caería mal a los meseros, sobre todo de los postres, cuya selección no despertaba curiosidad.

Ahora le creo a mi amigo abogado cuando me dijo que era tal vez la mejor comida española. Calificación: cuatro lenguas y media :P :P :P :P :p

lunes, 25 de mayo de 2009

Restaurante La Boquería de Barcelona Viva

Ubicado en el primer nivel del Hotel Mercure, Edificio Casa Veranda, local 7, 12 calle 1-24 zona 10, teléfono 23602934, 52277829, 54852499.

La trilogía del colesterol, parte II

Dentro del compacto edificio Casa Veranda, donde está el hotel Mercure, me escurrí en mi automóvil dentro del estrecho sótano hasta llegar al nivel -3 y parquearme con tranquilidad. Subí a un elevador igual de abreviado y me dirigí al lobby. Perdí totalmente el sentido de la orientación, pero afortunadamente el lugar está lo suficientemente bien señalizado para encontrar este maravilloso lugar que se llama La Boquería de Barcelona Viva.

Un local revestido de piedra, de atmósfera seria pero agradable, recibe a los comensales para llevarles a una vista casi a ras del suelo de la primera avenida de la zona 10. Los ventanales son amplios, de PVC, y tienen impresos los escudos de las distintas regiones autonómicas (o no autonómicas, yo de eso la verdad no sé nada) de España y también el escudo de Guatemala.

El menú describe la historia del restaurante La Boquería que existía (así lo entendí, en pretérito imperfecto del indicativo) en la Antigua Guatemala y que luego se asienta en el nuevo local en la zona 10. El servicio es muy bueno y el ambiente del lugar sería más convincente si no tuviera las TV de pantalla plana que tanto me irritan. Al menos aquí estaban dispuestas con más discresión que en otros lugares.

El bocadillo de cortesía son panitos con tomate, tipo bruschetta. ¡Excepcionales!; ¡deliciosos! y ¡gratis! Un magnífico augurio para lo que habría de venir.

De entrada pedí un paté de hígado de oca, que así le llaman al ganzo. Me lo sirvieron con una mermelada de tomate y pimientos. Estaba más o menos. No es una entrada que volvería a pedir. No tiene el aroma lo suficientemente delicado como para convencerme.

El plato fuerte fue una maravilla: lechón a la asturiana. Suficiente para compartir entre dos personas (que no sean muy comilonas, eso sí), el lechón es toda una delicia. Lo sirven de manera sencilla: cuatro piezas en una cazuela sin mayor adorno, con una discreta salsa en el fondo.

La diversidad de texturas, que van de lo tostado del cuero a lo gelatinoso del gordito, combinado con los aromas y la salsa que no competía para nada, sino reforzaba el plato de manera muy convincente; todo ello constituyó una experiencia suculenta. Las opciones de guarnición eran vegetales, arroz o papas fritas. Como se trataba de despedirme del colesterol, pedí las papas fritas. Estaban bien, pero tuve que pedir ketchup para acompañarlas, pues no tenían ninguna salsa que las aderezara.

Mi postre fue un flan. Muy bien hecho, fresco y llamativo.

Una experiencia deliciosa, la Boquería parece que será uno de mis lugares favoritos cada vez que me autorice una dosis extra de colesterol. Me cuidaré de no ir un día que haya partido de fut, pues con las TVs me imagino que el ambiente se transforma en tribuna de algún equipo español. Calificación: cuatro lenguas y media :P :P :P :P :p

miércoles, 20 de mayo de 2009

Restaurante David Crockett

Ubicado en la 5a avenida 16-28 zona 10, teléfono 2368 1845, 2366 4790

La trilogía del colesterol, parte I

Mis resultados de colesterol, como los de todo el mundo, me requerirán abstenerme de comer de la manera en que lo he hecho últimamente. Para despedirme de ese estilo de vida, qué mejor que comer las carnes rojas y grasosas más suculentas, antes de empezar una dieta a base de granos y raíces, como que soy ermitaño en los Himalayas. Así como otros escalan las siete cumbres más altas del mundo, o visitan los sagrarios para Semanasanta antes de finalizar la abstinencia (vaya saber usted de qué), yo me di a la tarea de darle a mis arterias tres buenas dosis de colesterol previo a someterme a una rigurosa dieta. Fue así como decidí ir al Restaurante David Crockett.

David Crockett fue un héroe de la batalla del Álamo, bastante desconocido en Latinoamérica. Es inexplicable por qué le pondrían así a un restaurante. Entiendo que también existen estos locales en República Dominicana y en España. El lugar no es nada pretencioso en cuanto a decoración, aunque sí tiene una atmósfera de exclusivo, tal vez por que mantienen la puerta peatonal cerrada todo el tiempo y los cristales de las ventanas son obscuros. Tiene ese piso de granito blanco muy de moda en los 70, paredes con páneles de madera fina y varias cabezas de venados colgadas en las paredes que evocan un bosque frío.

Los meseros están impecablemente bien entrenados, y el servicio es magnífico. Había escuchado que en este lugar sirven el Kobe stake. Después de investigar un poco, y por la referencia al ganado "angus" de la carta, creo que es más bien Kobe-style, pero no estoy seguro. La carta describe los cortes de carne y lo exclusivo de su origen. Supongo que un corte así de fino sería el broche de oro para mi primer pico de colesterol.

La descripción del Kobe, que se encuentra en las penúltimas hojas del menú, es la apología de la carne asada. Indica que las reses de las que se extrae este corte gozan de masajes con agua, se alimentan de maíz orgánico y uvas, toman abundante cerveza y son sacrificadas mientras escuchan música clásica. Mmmm...vamos a ver, cerveza, masajes, uvas y música clásica...si esto hace que la carne sea buena, me imagino que mi tía Maruja ya va dando el punto para el matadero...

La única pieza "clásica" que se me viene a la mente para ambientar un rastro es la "danza del sable"
que es aplicable básicamente a todas las líneas de producción.(http://www.youtube.com/watch?v=eUFWaauGPCs&feature=related)

El precio del Kobe stake es verdaderamente único, también. Cuesta Q595 el corte de 10 onzas. Sí, es correcto, Q 595, o bien $75. Bueno, seguramente el matadero lo ameniza en vivo la orquesta de la Academia de Saint Martin in the Fields, y por eso el precio. En todo caso, si voy a comer avena por el resto del año, me imagino que me puedo dar este gusto, ¿no? Además, si eso me dan por cada 10 onzas de mi tía, ¡ya me hice rico!

Pues resulta que no me pude dar el gusto. Cuando pregunté por el Kobe stake, el mesero hizo casi una genuflexión, como implorándole a algún Gran Visir que no le corte la cabeza. Ganas no me faltaron. Resulta que ¡NO HABÍA KOBE STAKE!... mis arterias respiraron de alivio, igual que mi tarjeta de crédito. Tuve que conformarme con un rib-eye de angus negro.

El rib-eye estaba bastante bueno, pero no me lo sirvieron recién salido de la parrilla y en un plato que no estaba pre-calentado, por lo que se enfrió muy rápido y tuve que pedir que lo recalentaran. Reitero que el corte de carne estaba muy bueno, jugoso, aromático, bien logrado. Pero estaba servido en un plato bastante desabrigado, con un par de rodajas de tomate ciruelo de adorno. Lo acompañé con una ensalada mixta (lechuga, tomate, cebolla y aguacate).

De postre ordené crepes de nutella. Bastante mejor presentado que el stake, el postre estaba bien, aunque con una mácula consistente en jarabe de chocolate comercial. Me pareció que el toque de chocolate que completaba el adorno, era de algún sirope sacado de un bote plástico.

Pues ni modo, tendré que esperar a que mi colesterol baje a niveles extra-saludables para regresar y ver si ya se encuentra el Kobe stake. Mientras tanto ahorraré. Por una comida con algunos destellos agradables, pero por lo demás ordinaria, al Restaurante David Crockett le asigno tres lenguas :P :P :P

domingo, 17 de mayo de 2009

Iron Chef

Muchos de ustedes habrán visto el programa Iron Chef. Lo transmiten en el canal Sony los sábados a las 12pm. El programa es el resultado del sueño hecho realidad del Presidente Kaga (así se llama el pobre ¡qué le vamos a hacer!) y que produjo 300 episodios entre 1993 y 1999.

He agregado un gadget con videos de un canal de Youtube que contiene más de 600 clips de Iron Chef. Mi Chef favorito es Chen Kenichi. Aunque su estilo es zechuan, es lo más cercano a mis raíces culinarias cantonesas. Es un maestro del wok.

Las excentricidades del Presidente Kaga son memorables. Sus ingredientes sorpresa pueden ser finísimo chocolate, aletas de tiburón, king crab de $300 cada individuo, o simple repollo o leche. El cuate se viste como Walter Mercado, y sus narraciones siempre empiezan con "if memory serves me right..."

La versión americana "Iron Chef América" también me gusta bastante. Mi preferido allí es Mario Batali. Es un tipo genial, con mucha influencia española e italiana, por lo que sus platos me resultan familiares y atractivos. Lo transmiten en el American Network los sábados a las 6pm.

Prefiero la versión japonesa a la americana por mucho. La japonesa es mucho más ceremoniosa y solemne. Los jueces son respetuosos, educados, circunspectos. En la versión americana, por el contrario, los jueces pueden ser bastante majaderos, y los narradores dan una atmósfera de "reality" que a veces es chocante. Los japoneses por el contrario, tienen comentadores más convencionales. Tanto así, que a veces parece que estuvieran comentando un torneo de boliche en lugar de una competencia culinaria. ¡Disfruten los videos!

Restaurante Hacienda Real (otra vez)

Recientemente volví a visitar el restaurante Hacienda Real que está en Condado Concepción. Era temprano y estaba vacío. Creo que es la primera vez que voy desde que está prohibido fumar en todo lugar cerrado, por lo que me senté vez cerca de la fuente, que anteriormente era el área de no fumar. Esto me permitió ver de cerca las antigüedades falsas, que son bastante convincentes, unos caballos de madera que pretenden ser juguetes antiguos. Me parecieron bien hechas.

Ordené una tilapia a la parrilla, después de confirmar que la servían entera. Tener un animal completo cocinado frente a mí es una experiencia significativa, aunque sea un pescado. Es un sentimiento atávico: ver cómo puede ser de suculento un ave, un pescado o un mamífero que hace unas pocas horas habitaba junto a nosotros en el mundo de los vivos. Ver el animal horneado me recuerda lo sagrados que son los alimentos, y que con cada mordida le quitamos la vida a otro ser para continuar con la nuestra. Mi gratitud con estos animales, y con las personas que me ahorran verlo a los ojos por última vez. Todos los seres vivos seremos algún día el almuerzo de otro. Es nuestra harta obligación, por lo tanto, disfrutar la comida al máximo, pues literalmente, estamos matando por ella.

Cocinar un pescado a la parrilla me parece de las técnicas más interesantes, pues por lo delicado de su piel y su carne, se puede desbaratar el animal completo. En La Hacienda Real parece que todavía no han dominado esta técnica. O tal vez tuve yo mala suerte. El asunto es que me llevaron mi tilapia sin piel de un lado completo, y sin un ojo. Los ojos son lo primero que yo como en un pescado. La gelatina me indica la frescura del plato. También es la parte del pescado que se disfruta más a alta temperatura. Por eso, que me traigan un pescado sin un ojo, es bastante decepcionante.

La piel es también muy importante en un pescado, pues aporta una textura y aceitocidad adicional a la carne, normalmente magra y suave. Seguramente se les quedó pegada la piel y el ojo en la parrilla. La pedí acompañada de guacamol, que no estaba bien preparado tampoco. Le habrán puesto un limón viejo seguramente. El resto del pescado estaba bien. Aromatizado por el carbón, suave y jugoso.

De postre pedí un tiramisú. Agrio y reseco. Me arrepentí inmediatamente. Una lástima.

Como ya he dicho en mi anterior reseña, el servicio y el ambiente son bastante buenos. La comida es buena también, pues preparar un buen asado no es ninguna ciencia, sino depende más bien de la calidad de los ingredientes, sobre todo de la carne. Sin embargo, al poner a prueba la parrilla con un poquito más de dificultad (cocinar una tilapia requiere un poco más de destreza que un puyazo) el restaurante no pasó la prueba. Y en cuanto al postre, se me hace que tienen algún proveedor externo de pasteles, y me tocó uno que ya llevaba tiempo de estar en la refri. Doble mala suerte. Calificación: dos lenguas y media :P :P :p

jueves, 14 de mayo de 2009

Restaurante Jean Fracois

Ubicado en la diagonal 6, 13-63 zona 10, teléfono 23334785 y 86

El restaurante Jean Francois tiene una reputación notable. Es un lugar con decoración entre mediterránea y de cuernavaca. Por la noche puede ser muy romántico. Dentro del salón principal hay un gran florero, que cuando yo lo visité tenía girasoles, de muy buen gusto. Lástima las servilletas, menús y el POS que acompañaban al florero en la mesa central.

El bocadillo de cortesía es pan con mantequilla. Sin más. Mantequilla a temperatura ambiente.

Inicié mi comida con una ensalada de cangrejo azul. Creo que el cangrejo azul es la jaiba, pero no me tomen la palabra. El nombre de "cangrejo azul" me suena intrigante, misterioso, algo así como "el oscuro señor del sith", jejeje. Pero en esta ensalada, la fuerza no estuvo con el cangrejo. La ensalada tenía un esfuerzo exitoso en mezclar texturas interesantes: en fibroso cangrejo con pimientos crocantes, suave aguacate y burbujeantes gajos de naranja picada. El resultado, sin embargo, me resultó insípido. Sin aromas destacados. Muy a lo lejos, combinando la ensalada con las plataninas que le rodeaban (algo así como "ensalada de atún a la tortrix") se podía sentir un toque de aceite de oliva. Creo que el orégano le va bien al aguacate, el cilantro al cangrejo, y el perejil a la naranja. Así puede haber muchos aromas interesantes, y me sorprendió que la ensalada no contara con ninguno.

Mi plato fuerte fue un pato al vinagre balsámico. La pechuga de pato con la piel dorada evidenciaba una técnica muy bien dominada y un punto de cocimiento inmejorable. Estaba acompañado de zucchini, que no es mi favorito, y tampoco era muy aromático. La salsa era enérgica, tanto que con el primer bocado sentí una bofetada, pero de esas que te despiertan y te provocan interés. Tampoco la sentí muy aromatizada. El plato tenía tres croquetas, como de papa y queso, empanizadas, un complemento muy bueno para el resto del plato. Aunque cada elemento (el pato, la croqueta y el zucchini) por sí sólo no eran precisamente efervescentes, al combinar los tres en un sólo bocado y junto con la salsa, se lograba algo muy interesante, combinando texturas y sabores complementarios.

Pregunté al mesero si la salsa tenía alguna clase de vino. El mesero, muy cómicamente sacó de su bolsa un fajo de fotocopias que me recordó el chivo para un examen, y me confirmó que la salsa no tenía vino, sino tomillo y pimienta. Seré yo, pero la presencia de una ramita de tomillo como adorno hubiera realzado el aroma de esa noble especia.

De postre pedí un mousse de chocolate. Cuando me llevaron el mousse pensé: "noo, n'hombre, si no íbamos tan maaal, cómo v'a seeerr, ¿que pasó...que pasó..?" El mousse me lo sirvieron de la manera más deslucida posible: una copa empañada, como recién sacada del enfriador, donde estaba desde saber qué hora, sobre una porcelana blanca y una servilleta blanca de papel como de dispensador de cafetería de los 70s. No tenía ni una hojita de menta, ni un chirulito de crema batida, o media guinda, ¡o lo que sea! hasta un pétalo de girasol hubiera mejorado la presentación. El mousse no estaba tan mal: chocolate fuerte, denso, convincente. Alguna variación de textura lo hubiera hecho más interesante. Pero, ¿qué les costaba adornarlo?

Curiosa combinación de platos en donde las texturas y consistencias parecen tener más atención que los aromas y la presentación, a Jean Fracois le confiero tres lenguas :P :P :P

lunes, 11 de mayo de 2009

Restaurante La Cucina di Borgorotondo

Ubicado en Km. 14.5 Carretera a El Salvador, finca Villa Herminia, callejón llanos de lechuga, esquina residenciales Alta Loma, teléfono 57091441.

Cuando el término "comida casera" se aplica en el buen sentido, es ineludible asociarlo con la calidez, la sencillez y autoridad que se encuentran en La Cucina. En medio de los residenciales y bosquecillos de Muxbal, se encuentra este tesoro escondido de la comunidad italiana.

Un lugar difícil de encontrar. Lo mejor es ir con alguien que conozca, mejor si es un italiano. No es un lugar comercial ni mucho menos. Un encantador local con tres espacios de parqueo y un gran mural con motivos boloñeses son suficientes para recibir a los comensales que buscan el auténtico sabor del norte de Italia.

Los platillos que yo probé fueron: un plato di fromaggi misti, una piadina, melanzane alla parmigiana, gramigna con salsiccia y ensalada capresse. De postre, un tiramisú.

El queso dominante en el plato di fromaggi, la melanzane y la capresse fue, por su puesto, el mozzarella. Un queso destacado, fresco, versátil. Con un poco de aceite de oliva y pimienta recién molida, resulta en un bocado maravilloso. La piadina era una especie de tortilla de harina tostada, muy aromática, excelente para acompañar los quesos.

La melanzane, berenjena, estaba espectacular. Un punto de cocimiento perfecto, una consistencia insuperable y un feliz casamiento con queso. Un plato extraordinariamente bien logrado, sin excesos ni pretensiones, fruto simplemente de la generosidad y honestidad de una buena cocina.

La gramigna era una pasta con forma de bastón que no había visto antes y estaba servida con salchicha artesanal nada mantecosa y de impresionante carácter. Este plato me mostró cándidamente la importancia de ponerle pimienta recién molida a la pasta junto antes de servirla. Los platos de pasta no son particularmente abundantes: si va a pedir unos tortellini, prepárese para una comida breve. Si quiere algo un tanto más convincente a la vista, el tortelloni le vendrá mejor. Tienen un horno de ladrillo, que estaba apagado el día de mi visita, pero considero que en él se han de preparar pizzas muy convincentes.

También probé el ossobucco. Muy bien aromatizado con limón y aderezado con zanahora recién rayada y salsa de tomate.

El tiramisú que tuve de postre fue el mejor que he probado. La crema batida era firme, muy cremosa, al punto que se sentía arenosa, dando una textura adicional al multifacético tiramisú.

Por ser una excelente muestra de los alcances de la comida casera y auténtica, la Cucina di Borgorotondo se merece cuatro lenguas :P :P :P :P

domingo, 10 de mayo de 2009

Restaurante J.K. Ming

Ubicado en la 4a avenida 12-59 zona 10, local 3 F, Plaza Fontabella. Teléfono 23671760.

Hay dos factores que no me permiten hacer una apropiada reseña de este restaurante. El primero fue que hice un "brunch" de celebración del día de la madre antes de llegar, por lo que no tenía mucho apetito. El segundo es que el lugar es sobrio, pero sin llegar a lo minimalista. Los meseros son tan delgados que parece que no les interesa la comida. La hostess, que creo que eso era la chica en vestido de quinceañera que vi cuando iba de salida, estaba para anunciar cualquier cosa, menos comida.

El lugar es agradable, sin duda, pero contrasta con el estereotipo de restaurante oriental: el que explota la condescendencia con la exageración decorativa de dragones, leones y los ubicuos dioses Fu, Lu y Shou.

Este planteamiento, sofisiticado pero poco apetitoso, me sembró un pequeño prejuicio que la comida no pudo revocar. Mi orden consistió en un Mu Shu de cerdo.

Decía el menú que eran vegetales con carne de cerdo acompañadas con crepas. Las crepas fueron un toque muy interesante, pues de la manera que estaban presentadas me sugerían más el estilo etiope que el estilo chino. El pato pequinés tiene una presentación parecida, pero con tortillas de harina.

También decía el menú que los vegetales incluían hongos shitake. Encontré que eso era más bien una broma, pues entre el repollo y retoño de soya (ambos muy bien logrados y sasonados en una salsa hoisin) había tal vez cuatro rodajas muy finas y breves de hongos.

Lo que no fue convincente del plato fue la carne. Consistente con la esbeltez de quienes lo sirven, el cerdo era de un corte demasiado magro para mi gusto, y cocido a un punto que resultó en una textura reseca y poco interesante.

De postre pedí un afogato de tapioca. Entendí que el plato incluía helado de vainilla, pero pedí que no lo pusieran, pues resultaría demasiado pesado. Cuando pedí la explicación de en qué consistía el afogato, el mesero demostró su dedicación en memorizar los ingredientes, describiéndolos a la perfección.

El afogato tenía una presentación atractiva: en una copa cónica se apreciaban capas de chocolate caliente sobre la base de tapioca fría, un contraste muy sugestivo. Sin embargo, el chocolate no se sentía de especial calidad, y al combinarse con la insípida tapioca no resultaba en la envolvente experiencia que uno espera en un postre. Tal vez fue mi culpa por haber excluido el helado de vainilla.

Había otros platos interesantes en el menú. Creo que regresaré para darle una segunda oportunidad. Total, un restaurante de comida china sin influencia de cevichería y TV de plasma es algo que merece ser explorado con detenimiento. Calificación: tres lenguas :P :P :P

Restaurante Clio's

Ubicado en la 4a avenida, 12-59 zona 10, Plaza Fontabella, locales 14 y 15B. Teléfono 23366948.

El día de la madre se pueden encontrar escenas muy cómicas por toda la ciudad. Los restaurantes, especialmente los de carne asada, están llenos a reventar. Parece que a las madres les gusta mucho la carne roja, o al menos eso creen sus hijos. Lo gracioso es que a la hora de la hora las madres en los restaurantes de steak terminan pidiendo pollo.

En las mesas de casi todos los restaurantes se pueden ver cómo los distintos comensales comparten los rasgos físicos de la matriarca agasajada. Hay muchos más niños y ancianos en los restaurantes y el parqueo es insufrible.

Después de recorrer la zona 10, finalmente encontré un lugar lo suficientemente interesante para almorzar. Mis compromisos del día de la madre habían sido cumplidos un día antes, por lo que me encontraba libre para ir a otros lugares que no fueran de carne asada. Así encontré este compacto lugar llamado Clio's. Clío, como ustedes saben, es la musa de la historia y las epopeyas.

El lugar está decorado con un indiscutible buen gusto, recordando la Europa occidental de la primera mitad del siglo XX, un tanto suntuoso para mí, pero excelentemente bien concebido. No tiene evocaciones históricas como para hacerle honor a Clío, pero eso es lo de menos.

Me sentaron en la mejor mesa posible: la que tiene vista directa a la cocina. Podía ver a los meseros haciendo fila para recoger los platos, al chef y sus cocineros colocando los últimos toques a sus creaciones, y presencié algunas indiscreciones de las que generalmente no se enteran los comensales.

El menú está en un pequeño cuaderno de cuero, escrito en francés con explicación en español. Los platos no son exorbitantemente caros y presentan un equilibrio entre carne roja (lomito, cordero) y pescado. El bocadillo de cortesía es pan, que el mesero presenta en cuatro estilos para escoger, y mantequilla, muy bien compuesta con albahaca verde.

Pedí un paté de hígado de pollo y un pargo ahumado. Mientras esperaba entre los almendrones de las lámparas y la guata que forraba las paredes, podía ver los muchos meseros circulando apresuradamente para atender a una clientela bastante exigente. Tanto así que en uno de tantos vaivenes, la hostess se acercó a la cocina para decirle al chef: "de la mesa tal te quieren hablar...dicen que te quieren hacer una recomendación". Tuve que contener mi risa y mi morbo, pues me moría de ganas por saber qué le querían "recomendar" al chef, que bien podría pasar por un skater de 25 años.

Me llevaron primero el pargo ahumado. Una excelente presentación. Tres lonchas de pescado, aún con la piel, atravezadas por unos filamentos dorados, cuyo origen no determiné, sobre un puré de papas y unas hojas de espinaca tierna, todo asentado en una cama de rodajas de remolacha asada muy delgadas. El sabor lo planteaba vigorosamente una "vinagreta de horseradish" como decía el menú. Esta vinagreta, muy similar al wasabe, combinaba muy bien con el resto del plato, pero (lástima que hubo un pero) me parece que arrollaba el aroma del pescado.

El aroma del pescado estaba muy bien logrado, además las lonchas estaban en un excelente punto de cocimiento. Sin embargo, al no haber otros ingredientes que reforzaran ese aroma, la vinagreta de wasabe resultó dominando más de la cuenta. A pesar de esta mácula, el plato era sumamente atractivo y exitoso.

El paté de pollo no era el mejor que he probado, pero estaba bien. Servido sobre un poco (tal vez demasiado poco) de salsa de saúco, acompañado por mostaza dijon y un sutil pepinillo, fue un plato entretenido y agradable.

Pedí de postre un gateaux relleno de mousse de chocolate y merengue de avellanas. Creo que la raíz de gateaux es la misma que la palabra "pastel", pero vaya usted a saber. El punto es que el pastelito de chocolate fue una muy agradable manera de terminar la comida. Firme por fuera, con capas de densidad y consistencia variada, acompañado de una seductora frambuesa y una lámina de fresa, fue una verdadera delicia. Lo acompañé con un té de verbena y hierbas suizas. Ese té lo sirven en una jarrilla francesa para café: una excelente combinación de hierbas.

Bien pude haber preguntado por el chef para felicitarlo, pero cuando regresó de recibir la "recomendación" de otros comensales escuché que dijo claramente "ya no quiero hablar con nadie más".

Ahh, qué le vamos a hacer, un restaurante con un concepto tan exclusivo te traerá clientela que no piensa dos veces en hacer llamar al chef. Gajes del oficio. Calificación: cuatro lenguas y media :P :P :P :P :p

martes, 5 de mayo de 2009

Restaurante Celeste Imperio

Ubicado en la 7avenida y 10 calle zona 9, teléfono 23310940.

El Restaurante Celeste Imperio fue muy significativo en mi niñez. Era un lugar donde la familia extendida se reunía en grandes banquetes para celebrar ocasiones especiales. Con mis primos jugábamos en los jardines después de comer, haciendo un gran escándalo que en más de una vez molestó a los otros comensales.

Mucho tiempo ha pasado desde entonces, pero el Celeste Imperio sigue siendo un referente importante en cuanto a la comida cantonesa. Ahora que la comida cantonesa se ha transformado en comida rápida en los centros comerciales, creo que los restaurantes más serios deben ser más atrevidos en sus menús.

En mi más reciente visita al Celeste Imperio hice lo que no muchas personas conocen: pedí el menú "especial". Este menú es el que contiene las cosas verdaderamente deliciosas, y de precios más elevados también. Como muchos de esos platos tardan mucho tiempo en prepararse, hay que pedirlos con anticipación de al menos un día.

Mi orden fue de un pescado relleno y tartaritas de huevo rellenas de pollo y camarones. Regresé cuatro días después a degustar mi orden.

El pescado relleno es una obra de arte. Es una escultura hecha con la carne de pescado, trocitos de lup chong y otras delicadezas. El pescado se reconstruye y se le pone la piel de nuevo y se sirve con una salsa como de frijol de soya amarillo, cebollines picados, cilantro y jengibre. Tiene una consistencia maravillosa. El que me sirvieron no estaba particularmente fresco, pero aun así lo disfruté mucho.

Las tartaritas o empanadas de huevo también son una delicadeza. Son como mini omelettes rellenos de pollo y camarón, servidas con brócoli y una salsa de clara de huevo.

Ambos platos carecen de aromas fuertes o provocadores. Más bien son pacíficos, generosos y delicados. Así como estos, hay otros tesoros en el magnífico menú especial del Celeste Imperio.

Como todo restaurante de comida china de larga trayectoria, el Celeste Imperio no se ha librado de lo que más bien incorrectamente me gusta llamar "la influencia decorativa de la cevichería escuintleca". Es decir, darle a un ambiente respetable de restaurante con mantel, un toque cervecero, con TVs de pantalla plana en cada esquina para ver partidos de fut.

El lugar no es lujoso ni pretencioso y padece de TVs. El servicio es decente y la comida, si se la sabe escoger, es simplemente maravillosa. Calificación: tres lenguas y media :P :P :P :p

sábado, 2 de mayo de 2009

Restaurante el Mesón Panza Verde

Ubicado en la 5a avenida sur No. 19, Antigua Guatemala, teléfono 78322925

La Antigua Guatemala es un lugar extraordinario. Su aire desenfadado, sorpresivas ruinas, calles totalmente planas (quiero decir, sin los frecuentes altibajos de la topografía de tantos otros lugares), clima inexplicablemente benévolo, son amigables características que encubren muy bien las residencias y negocios de exquisito buen gusto. Detrás de una discreta pared adornada por buganvilias se pueden encontrar decoraciones y arquitecturas de mucho carácter, jardines hermosos, a veces todo esto rayano en la pedantería.

Ahora están cobrando Q10 por entrar a la ciudad como "derecho de parqueo" bajo el risible argumento de que "circular es un derecho, parquearse es un privilegio". Por supuesto, el pago no tiene a cambio ningún servicio. Pero si esta cuota ayuda a mantener la conservación de la ciudad, la pago con gusto, aunque esté convencido de que tratar de cobrar por parquearse en cualquier metro lineal de la ciudad me parezca un soberano abuso.

El Mesón Panza Verde conjuga muy bien todos los encantadores elementos arquitectónicos de la ciudad: un jardín muy bien plantado y cuidado, con terrazas con bancas de piedra (simulada, pero la intención es buena) y galerías de arte. Con un carácter propio de la ciudad colonial, el restaurante muestra en cada esquina y detalle un cuidado excepcional para mantener la evocación de elegancia antigüeña.

Al sentarme a la mesa me costaba creer que un lugar así de impresionante se ofreciera un menú con una limitada selección, impreso en una hoja mal emplasticada. No era un buen augurio.

Inicié el almuerzo con un queso camembert horneado y empanizado con salsa de saúco. El queso estaba muy bien preparado, y la salsa era dulce y serena, sin la insolente acidez que suelen tener las bayas.

Como plato fuerte pedí el de precio más alto: chuletas de cordero de nueva Zelanda. En mi opinión, un buen chef debe darse a la tarea de buscar ingredientes frescos. Optar por los congelados debería ser el último recurso. Aunque me pareció un toque malinchista anunciar en el menú que el cordero venía de tan lejos, como si en Guatemala no hubiera un proveedor de cordero decente, debo reconocer que las chuletas no hacían evidente su largo camino desde el Pacífico sur. También probé un pollo florentine, y créanme ¡estaba más fresco el cordero que el pollo! El pollo estaba reseco y soso, como si hubiera venido volando desde Nueva Zelanda, cargando el cordero congelado.

Las chuletas estaban acompañadas de una salsa cremosa de hongos portobello, nada extraordinario, unas papas horneadas más o menos vulgares, aunque no por ello feas o despreciables, y un guiso de berenjena, zucchini y pimientos. Este guiso compartía la falta de genio y originalidad del resto del plato, pero lo evidenciaba más gravemente.

La berenjena, el zucchini y el pimiento estaban ligadas con una salsa de tomate que parecía protestar: "¡¿vegetales?! ¡pero si a mí me dijeron que me iban a poner en una pizza!!" Las verduras, por su parte, dejaban claro la falta de esfuerzo en hacer un plato interesante, pues no contaban con texturas o aromas distintivos para cada una de ellas, sino todas estaban forzadamente cocidas para alcanzar una homogeneidad que complacería al mismísimo Zhou Enlai.

El pollo florentine estaba acompañado de unas arvejas chinas con almendras que estaban muy bien sazonadas, pero con una textura lamentablemente flácida, nada que ver con el extraordinario potencial que tienen estas arvejas cuando están frescas y cocinadas a un punto crocante y firme.

Las chuletas de cordero estaban bien sazonadas, con un punto de cocimiento adecuado, aunque una de las chuletas evidenciaba descuido y sobrecocimiento en un extremo.

De postre, comí el mousse de chocolate. Nada extraordinario, tampoco. Sin aromas o texturas interesantes. No estaba mal, pero por ese precio se pueden comprar dos raciones de mejores mousses en otros lugares.

Por último pedí un café americano. Impresionante. Aromático, con cuerpo, balance de complejas notas y sabores y excelente densidad. Seguro fue un auténtico café antigüeño.

En un local extraordinariamente bien concebido, pero con un servicio insuficiente que me resultó lento y un tanto descuidado, y una comida que no está a la altura de su precio y reputación, el Mesón Panza Verde se gana la calificación de tres lenguas :P :P :P