domingo, 27 de junio de 2010

Los partidos de México

Por cuestiones de trabajo tuve la oportunidad de ir al restaurante Los Canelones, en la 6 avenida "A" entre 10a y 11 calles de la zona 1, justo cuando México jugó contra Francia. De este restaurante me habían dicho cosas contradictorias, por lo que fue una maravillosa experiencia confirmar por mí mismo la verdadera y notable realidad.

Es cierto, es un humajal que se asienta sobre todo el local. Es cierto, la sopa es de sobre. Es cierto, el servicio es lento y con poca chispa. Pero ¡LA CARNE ES BUENÍSIMA!

Tuve la suerte de sentarme a la mesa más próxima a una gran ventana, o más bien puerta con baranda, con vista clara hacia una televisión, acompañado de comensales de buen diente. No sólo pedimos cada uno un plato de carne: puyazo o lomito, sino que además pedimos una orden de costilla de cerdo para compartir.

El mesero nos llevó la sopa, lo que me dio un pretexto para probar el picante a base de chiltepe que coronaba la mesa. ¡Qué suculenta bofetada! Con un picadillo de cebolla y jugo de limón, el preparado de chiltepes estaba extraordinariamente fresco, agresivo y pendenciero. Con ese efecto que raspa la garganta e interrumpe la respiración, me sentí revitalizado, aunque la sopa fuera de sobre.

Por fin, después de una considerable espera, llegó mi puyazo término medio. Con un grueso corte, de una pulgada más o menos, guarnecido de una ensalada plebeya, pero con unas buenísimas lascas de cebolla curtida, la carne estaba jugosa, aromática, y en el punto justo de cocimiento. Un verdadero término medio. Eso es lo maravilloso de los cortes gruesos: permiten apreciar de mejor manera el talento del parillero para encontrar el punto justo de cocimiento a la vez que presenta unos bocados más jugosos. La costilla también estaba excelentemente bien lograda, no como las resecas y recocidas que suelen servir en otros lugares.

Ya iban dos goles de México y la clientela no se conmovía. Como que estaban esperando que ganara Francia.

Terminamos nuestra comida con las crepas. Una de melocotón y una de banano que compartimos entre todos. De las dos, me parece que es la de banano la que vale la pena.

Con mucho entusiasmo le doy a Los Canelones, cuatro lenguas :P :P :P :P

Ahora, el domingo del juego de México contra Argentina, las tormentas interrumpieron mi servicio de cable y acceso a internet, por lo que me vi obligado a buscar un lugar dónde ver el partido. Ya me había perdido el de Alemania, una pena. Para ser práctico y no ir a gastar demasiado, me decidí por Tre Fratelli de Condado Concepción otra vez.

Ordené una ensalda Testarossa, que se supone es una ensalda Caesar con pollo a la plancha. La tensión del lugar se podía respirar en el ambiente: no sólo la pasión de los aficionados, por ambos equipos, sino por un local a lleno total que ejerce descomunal presión sobre los meseros y la cocina. Me llevaron una canastita con pan blanco que estaba muy bueno, pero con pan integral quemado. Los crutones de la ensalada estaban tiesos. Pero lo peor fue el aderezo de la ensalada Testarossa: sin ningún encanto, me supo a mayonesa mal hecha.

¡Pero ver a Argentina ganarle a México 3 a 1, fue una verdadera delicia! Una lengua y media esta vez para Tre Fratelli :P :p

Restaurante Mr. Sushi

Ubicado en la 4a avenida, 14-11 zona 10.


El parqueo gratis se ha vuelto un atractivo en sí mismo para los restaurantes de la zona 10, y aunque el de Mr. Sushi no es particularmente grande, si uno llega temprano, puede sin problemas hacer uso de este cada vez más escaso servicio. Escogí la mesa más próxima a la fuente que tienen en la esquina noroeste del local, desde donde se pueden apreciar prácticamente todas las demás mesas.

Le pedí al mesero un té verde mientras examinaba el menú. Por primera vez reparé en que, casi inconscientemente, las fotografías del menú me inducían a decidirme por los distintos platillos. Ví la foto de la sopa sumashi, y no tuve qué pensarlo mas. De beber pedí un té verde, y como platos fuertes, un tuna roast y un tuna roll.

El mesero me llevó el té verde en una jarrillita, pero sin tapadera. La bolsita, típicamente comercial, me representó una oportunidad perdida para probar una infusión interesante. Esto fue de alguna manera compensado por la, esa sí, interesante sopa sumashi. Un caldo ligero, con trozos de pescado, dos camarones divididos por la mitad, para que parezcan cuatro, y dos fideitos blancos muy curiosos, como tentáculos, que junto con los demás ingredientes, presentaban un cuadro que más bien parecía un acuario, en el que los tentáculos de anémonas se mueven con la corriente, sueltan un aroma marítimo, y se rodean de crustáceos que despiertan el apetito.

En redundante combinación me metí al ordenar tanto filete de atún como sushi de atún. El atún tiene ácidos grasos omega 3, dicen, y no sé qué más propiedades, que deberían ayudarme a bajar los triglicéridos. No sé si se me habrán bajado los susodichos lípidos, pero sí se me bajó el entusiasmo cuando noté que las verduras a la plancha que rodeaban mi filete, en contraste con ese jugoso corte, de provocativo aroma y suculenta consistencia, eran un trozo de zanahoria, uno de pimiento y uno de zucchini, que habían perdido su frescura hace ya algún tiempo. A eso se unió el arroz, cuya desaparecida esponjosidad me inspiró a alejar, por un momento, la vista de mi plato, sólo para encontrarme con la estampa de una señora, sentada a unos cinco metros de distancia, que tenía una blusa color morado, pantalón color morado, el pelo color morado, y que bebía una grapette. Las cosas en las que se fija uno...

Sobre el tuna roll no tengo objeción alguna. Estaba acompañado del omnipresente jengibre curtido, color morado en esta ocasión, y un wasabe inigualablemente amistoso, que se podía comer sin sufrir la embolia que siente uno la primera vez que se mete a la boca una bolita de esta pasta, sin saber de lo que se trata. Acompañado de la dulzona salsa de anguila, el tuna roll sí me pareció un bocadillo merecedor de toda mi atención.

Pero como todo llega a su fin, completamente satisfecho con mi roll, me quise quedar con un sabor dulce de boca, pero sin apetito para un postre, me decidí por un capuccino. Bebida estimulante y cremosa, el capuccino me hizo sentir demasiado culpable, por lo que lo dejé a la mitad, respetando los efectos benévolos que hayan dejado en mí esta combinación de nobles productos marinos, que de haber estado acompañados por guarniciones mejor cuidadas, me hubieran motivado a darle a Mr. Sushi más de tres lenguas y media :P :P :P :p

sábado, 5 de junio de 2010

Desayuno de rey

Dicen que para conservar la buena salud hay que desayunar como rey, almorzar como plebeyo y cenar como mendigo. La ventaja de desayunar como rey es que por lo regular, los desayunos son más baratos en los distintos restaurantes, en comparación con sus comidas fuertes.

Esta fue mi experiencia, una vez más, en Tre Fratteli de Condado Concepción. Por Q50 me di una gran comida, que espero me mantenga sin hambre hasta mañana. Me senté a la mesa con un montón de papeles que tenía que estudiar, entre proyectos de escrituras y declaraciones fiscales, y la prensa, por supuesto. Ya no tienen en las mesas los aparatitos de botones para llamar al mesero y pedir la cuenta, supongo que nunca sirvieron bien su propósito. El mesero me llevó el menú, de donde escogí unos huevos divorciados, y de guarnición pedí que sustituyeran los frijoles por las papas al romero que llaman "papas tre fratteli", lo que resultó ser muy buena elección. Iba a pedir unas tostadas a la francesa también, pero considerando que ponen pan, mantequilla y jalea de fresa de cortesía, ¿para qué gastar? El café también está incluido en el precio, y aunque no tengo costumbre de tomarlo, con tal de ahorrarme lo del jugo, me conformé con esa deshidratante bebida.

Cuando los platos de desayuno son desabrigados y yermos, lo que sucede con frecuencia, uno queda convencido de que pagar Q30 o Q40 por el platillo, es una estafa. No fue el caso de mis huevos divorciados. Después de acabar con la canastita de pan, untándolo con mantequilla y esa, cada vez menos natural, mermelada de fresas, me llevaron un plato muy bien guarnecido de dos huevos, uno con salsa verde y otro con salsa roja, sobre una ancha rodaja de pan caliente, comprimiendo de relleno entre ambos extremos, una capa de jamón. Las papas llenaban el resto del plato, coronado con tres o cuatro rodajitas de plátano frito y otras tres de piña. Pedí otra canastita con pan, también de cortesía, por que con algo tenía que acabarme lo que quedaba de mermelada.

Y así, entre las salsas emulsificadas (la roja estaba bastante mejor que la verde) y mucho pan, procedí a revisar mi trabajo, bebiendo el café por sorbos, que me pareció más agradable que de costumbre. Volteé a ver el jarrito con aceite de oliva, que tenía un diente de ajo que me coqueteaba irresistiblemente. Tengo suficiente pan, pensé, y poner el aceite al plato no debe ser tan mala idea, sobre todo si me sale el ajo seductor.

Tomé entoces el aceite y lo empecé a servir, según yo, con mucho cuidado en mi plato, agitándolo un poco para que saliera el ajo condenado, y como suele suceder cuando uno quiere hacer las cosas sutilmente (por lo menos, así le pasa a Mr. Bean), al agitarlo, pues sí, salió el ajo, ¡pero con casi todo el aceite del jarrito! Bueno, ahora tenía mi plato lleno de aceite, medio diente de ajo crudo, papas al romero y pan y restos de los huevos divociados. A lo hecho, pecho. Corté el ajo en pedacitos y me lo fui comiendo junto con el resto de pan que mojé en el aceite. En ese momento entendí el efecto de la ramita de romero que ponen en los frascos: no sólo da algo de aroma, que no me parece mucho ni muy convincente, sino que, además, le da un toque amargo al aceite ¿saben? para que uno no se sirva tanto. Total, que cuando terminé de leer mi escritura, ya me había comido todo lo que tenía en el plato, con todo y el medio litro de aceite. Espero que así sea como coman los reyes...

Si a este desayuno se le agrega el servicio wi-fi, pues me parece muy atractivo pagar Q53, que fue lo que me salió con todo y propina. Pero lamento decir que la señal era tan mala, que no pude hacer uso del servicio. Para mi desayuno en Tre Fra, hoy son tres lenguas y media :P :P :P :p