La Original Crítica Culinaria y Crítica de Restaurantes en Guatemala
jueves, 29 de abril de 2010
Equis Restaurante
martes, 27 de abril de 2010
Dos Comidas en Petén
Hotel Maya Internacional, Santa Elena, Flores, Petén
Restaurante Bar La Luna, Calle 30 de Junio, Flores Petén, teléfono 7867 5443
La bruma y el calor de esta época hacen que sintamos un poquito del Petén dondequiera que estemos. Irónicamente, ahora que fui a Petén, hubo una onda de aire frío que más me hacía sentir en el altiplano que la gran planicie tórrida del norte.
Dos comidas llamaron mi atención. No comí nada exótico, pues no sé reconocer las especies protegidas de las consumibles, pero pude probar dos interesantes propuestas en los lugares apuntados arriba.
La primera de ellas fue un plato de spaghetti con salsa de aguacate. En el restaurante del hotel Maya Internacional, con una cautivante vista al lago y una brisa reconfortante, pedí este plato, que presenta unos sencillos fideos coronados con una cremosa salsa color verde claro, que captura las notas del aguacate con una fuerte presencia de ajo. Acompañado de una decente sangría, me sentí satisfecho de haber probado una composición atrevida y provocadora.
En el Restaurante La Luna tuve que resignarme con una bebida de rosa de jamaica porque no sirven sangrías. La isla de Flores ha cambiado mucho desde la última vez que la visité. Se puede ver más colorida y vivaz. La Luna, que se encuentra en esa renovada isla, tiene un carácter bastante pintoresco a la vez que original. Su construcción de madera, sus techos altos y su fusión de elementos decorativos tropicales y exóticos, son deliciosamente magnéticos.
No resisto comentar que, junto con los colegas que me acompañaban, escogimos una mesona de soberbia madera sólida, al lado de una más pequeña ocupada por dos extranjeros que bien hubieran podido pasar por George Carlin y Darío Fo.
Examinando el menú encontré varios platillos interesantes, pero en un esfuerzo por probar algo propio del lugar, pedí un pescado blanco a la plancha. Esa fue la misma elección de la mayoría de mis acompañantes, lo que resulto en una tardada respuesta de la cocina. Afortunadamente nos llevaron un par de platitos con chorizo, copetín y queso en resarcimiento de la larga espera.
Pedí mi pescado menos cocido que el de los demás, y tuve suerte en haberlo hecho pues casi se había pasado del punto. Como lo hago con todos los pescados, empecé a comerlo desde los ojos y el interior de la cabeza, que revelaban una gelatina de convincente frescura. El resto del pescado no estaba mal, pero debo admitir que el pescado blanco, que dicen es originario del lago Petén Itzá, no me pareció una especie particularmente sabrosa. Las guarniciones eran una ensalada de lechuga y tomate con una aromática vinagreta de, si no recuerdo mal, orégano, y arroz precocido. Me disculparán, pero soy incapaz de tenerle aprecio al arroz precocido.
Mi postre consistió en helado de vainilla con salsa caliente de moras. Una composición muy seductora, aunque no muy sofisticada, que me quitó el mal sabor del arroz. En un plato plano se presentan las moras cocidas con azúcar cerrando el paso de una bola de helado de vainilla, el más sensual de los helados. La textura explosiva, con la resistencia que ofrecen las semillitas de esta fruta, a una temperatura que contrasta estimulantemente con el helado, y su vocación ácida que no renuncia a los toques amargos, me dejó un buen sabor para terminar la velada.
Me pregunto cuándo podré volver y comerme una iguana que no sea de una especie protegida. Por una cocina que va en la dirección correcta, a estos platillos les doy con gusto tres lenguas y media :P :P :P :p