Es un gusto sentirse apreciado como cliente en un restaurante. En Pla, probablemente por su reciente apertura, o tal vez por la camaradería que inspiran sus integrantes (¡ya se volvió comité, jajaja!), se puede percibir el franco esfuerzo por dejar a cliente complacido, para que regrese.
La noche que fui a cenar allí, que creo que por exponerme al chiflón me gané un soberano resfriado, me pareció que el host (¿socio, dueño?) y el chef, tenían de comensales a un buen grupo de sus amigos, lo que resultaba en una atmósfera de jolgorio y confianza.
En cuanto a la comida, probé un salmón, una trucha y un lomito con queso camembert. Mi entrada fueron unos anacates y mi postre, un mousse de chocolate blanco y chocolate de leche. Mi bebida fue una mal lograda sangría que más parecía granizada.
La trucha estaba excelente, cultivada en la Sierra de las Minas, según nos dijeron. Eran dos filetes color rosa, jugosos y de intenso sabor. Si no recuerdo mal estaba acompañada de unos espárragos salteados. El lomito, que según entendí, era de los más pedidos, no me convenció del todo.
Eran dos medallones de carne coronadas con queso camembert, acompañados de una ensalada de arúgula muy bien seleccionada. La ensalada no necesitaba más que vinagre balsámico para causar una destacada impresión, debido a la calidad de sus ingredientes. El lomito, por el contrario, no me pareció muy aromático.
El salmón no estaba mal, descansaba sobre una cama de vegetales al vapor, pero no despertó mi curiosidad. Lo que sí me resultó curioso fue un como picadillo de chile relleno que acompañaba a los anacates de entrada.
El postre estuvo bien, el mousse blanco más dulce y seductor que el obscuro, espumoso pero no por ello sin carácter.
El host (¿socio, dueño?) se mostró muy interesado por nuestra opinión, y cuando vio que el lomito no nos había convencido del todo, nos compensó con vasos de amaretto. Pasé por alto decirle lo de la sangía, tal vez me hubiera dado la botella de vino entera ¡jejeje! Así, con gusto le hubiera dado más que tres lenguas y media, pues debo penalizar esa sangría, :P :P :P :p
Eran dos medallones de carne coronadas con queso camembert, acompañados de una ensalada de arúgula muy bien seleccionada. La ensalada no necesitaba más que vinagre balsámico para causar una destacada impresión, debido a la calidad de sus ingredientes. El lomito, por el contrario, no me pareció muy aromático.
El salmón no estaba mal, descansaba sobre una cama de vegetales al vapor, pero no despertó mi curiosidad. Lo que sí me resultó curioso fue un como picadillo de chile relleno que acompañaba a los anacates de entrada.
El postre estuvo bien, el mousse blanco más dulce y seductor que el obscuro, espumoso pero no por ello sin carácter.
El host (¿socio, dueño?) se mostró muy interesado por nuestra opinión, y cuando vio que el lomito no nos había convencido del todo, nos compensó con vasos de amaretto. Pasé por alto decirle lo de la sangía, tal vez me hubiera dado la botella de vino entera ¡jejeje! Así, con gusto le hubiera dado más que tres lenguas y media, pues debo penalizar esa sangría, :P :P :P :p
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