Ubicado en la 4ta calle oriente, No. 20, Antigua Guatemala, teléfono 78320471
Dicen que los lugares más exclusivos y elegantes deben tener nombres sencillos y honestos. "Nicolás" es un nombre con una interesante musicalidad, tal vez sea el nombre del dueño, o del chef, no lo sé. A mi juicio evoca, ingenuidad y criollismo. Es como ver en el santoral en el calendario y decir: hoy es el día san Filomeno, por lo tanto le pondré a mi restaurante "Filomeno's".
Volviendo a Nicolás, quien lo asocie con Santaclós, pensando que le van a dar muchas cosas regaladas, va a darse una soberana sorpresa. Pero si el comensal guarda expectativas de una comida delicada y con carácter a la vez, esas creo que sí quedarán satisfechas.
Ahh, quisiera redoblantes para anunciar la manera en que inicié mi cena....rrrprprrrprrrp, rrrppaparrrr, prrrrrrrr ¡¡ CON HONGOS DE SAN JUAN Y FOI GRAS FRESCO!! (¡fanfarria, por favor!)
Eran dos entradas diferentes, no vaya creer usted que son dos cosas que se pueden mezclar fácilmente. Los hongos de San Juan, cumbre de los ingredientes de la estación lluviosa, estaban servidos con un caldillo ligero pero de complejos aromas. Perejil, orégano, tal vez tomillo, reverentes y discretos, servían de fondo donde reposaban magníficos, estos elusivos hongos de consistencia inigualable. Los probé y...les faltaba sal...algo que remedié inmediatamente.
El Foi Gras es algo que simplemente no puedo resistir. Estaba salteado, acompañado de cebollas caramelizadas y una fantástica ensaladilla de arúgula con un aderezo agridulce inmejorable, ¡despampanante!... la ensaladilla, quiero decir. Debajo de cada una de las dos lonchas de hígado, había un trozo de manzana en dulce. Definitivamente un plato florido y convincente, aunque por su precio, no muy persuasivo que digamos.
Me entusiasmó tanto contarles de estas recias entradas, que olvidé comentar el bocadillo de cortesía. De hecho fueron dos. Uno fue un picadillo de aceitunas negras con aceite de oliva y ajo. Tuve la suerte (?) de que al servirme el picadillo en un pedazo de pan (del cual ofrecen varias opciones, incluyendo integral) ví algo como una almendra, que al darle una enérgica mordida resultó ser ¡un diente de ajo! así enterito. Con todo y esta sorpresa, que no fue del todo desagradable, el bocadillo de cortesía se lleva más halagos que críticas.
El segundo bocadillo fue un mousse de salmón en una tostadita de pan. A escala atómica habrá sido significativo, pero en mi paladar, fue tan poquito que no pude apreciar el mousse en su plenitud. De bebida pedí una cimarrona, que tenía la brillantez de un toque de pimienta fresca.
Ordené de plato fuerte un "Steak Nicolás", tratando de someter a prueba una vez más las habilidades del chef, a través del plato que debiera ser representativo del restaurante. Debo decir que me costó un tanto decidirme, pues aunque el menú no es terriblemente extenso, tiene una variedad y un atractivo realmente sobresaliente.
Tardó tanto mi orden, que pude apreciar con detalle el gran esfuerzo decorativo en el restaurante y el lounge subterráneo. La decoración del restaurante es impecablemente profesional, con todos los detalles exhaustivamente bien cuidados. Las sillas de pesadísimo metal, bajo la bóveda nervada y la araña con almendrones, resultan en un ambiente súper elegante, al borde de lo solemne, lo que contrasta cómicamente con el bar bastante más modesto que está en la entrada del lugar.
El lounge es una catacumba donde no me quisiera encontrar a la hora de una emergencia. Tiene un solo ingreso por una estrecha escalera de caracol y una propuesta decorativa que mezcla a Edith Piaf con Edith González (no precisamente en su papel de Condesa Mónica de Altamira de Alcázar y Valle de la novela Corazón Salvaje - now that is some made-up name!). Creo que no soy lo suficientemente joven para disfrutar de un lounge como este, ni lo suficientemente rico para sentirme cómodo en él. Lo contemplé absorto, y hasta se me olvidó que estaba en un restaurante y que esperaba mi Steak Nicolás.
Regresé a mi mesa, y todavía tardaron otro tanto en llevarme mi plato. Por fin me llevaron mi steak acompañado de un vistoso puré de papas. Tal como lo indicaba el menú, el steak era una combinación de lomito molido con alcaparras, remolacha, pepinillos y cebolla, lo que resulta en una especie de tortita de carne muy aromática. Lo pedí término medio. Por dentro estaba jugoso y provocador, realmente delicioso, pero por fuera se pasó un tanto de tueste y quedó algo amargo. Ya van tres veces que me pasa esto, una con el robalo en don Emiliano, otra con la merluza en Giuseppe Verdi, y ahora con mi steak Nicolás. ¡Es toda una epidemia de aceite requemado! El mesero muy cortésmente ofreció cambiármelo, pero ya no tenía apetito suficiente para comerme otro, que me imagino, tardaría otros 20 minutos.
Mi postre fue un plato de fresas con crema. Me imaginé una salsa cremosa y fluida con vetas de vinagre balsámico y fresas del tamaño de un caimito. Nada qué ver. Eran unas fresas mas bien pequeñas, en un aderezo de vinagre balsámico, interesante, eso sí, pero con ¡¡CREMA BATIDA!! algo que me esperaría en un sundae de heladería de tercera categoría, pero no aquí. En fin, creo que debí haber preguntado antes.
Nicolás es un lugar con finísimos platos y excelentes recetas basadas en ingredientes de primera. Sin embargo, la lentitud de la cocina y un tanto de descuido en mi plato principal, sumado a mi insatisfacción por el postre, no me permiten darle, por esta ocasión, más de cuatro lenguas :P :P :P :P
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