
Ubicado en la 10 calle 2-68 zona 10. Teléfono 24643500
En las antiguas instalaciones de lo que alguna vez fue el colegio Julio Verne, en la zona 10, hicieron una impresionante remodelación en una casona de aire señorial, que despierta la curiosidad por su distintivo estilo arquitectónico y accesible ubicación.
Lo bautizaron con un nombre más bien criollo, “Casa Carmela” y le dotaron, intencionalmente o no, de una atmósfera que encontré guapachosa y desenfadada, en gran contraste con la solemne fachada.
La iluminación natural del lugar, la clientela bulliciosa, y la apresurada atención de los meseros, no me indujeron a tomarme muy en serio el menú, en el cuál noté una familiaridad sorprendente: quesos fundidos, puyazo, lomito, entraña, ceviches... casi en broma le digo al mesero: “y yo que venía a probar los chiles en nogada...!” que no encontré, claro está, al igual que la cocina mexicana celosa y chauvinista que me esperaba.
Inicié mi comida con un plato de pulpo a la criolla, de chispeante gusto ácido con aroma de pimientos, acompañado de papas, sobre una hoja de plátano, que compartimos con mis hermanos comensales, ayudados de tortillas calientes y salsas variadas, dentro de las cuales destacaba una punzante salsa de chipotle.
Cediendo al clima despreocupado, mas no desatendido, de Casa Carmela, me consentí con una (tras otra) margarita frozen de tamarindo, excelentemente balanceadas, que me cayeron muy bien a la conciencia, por ser el tamarindo una planta medicinal...dicen que es bueno contra la ictericia y la lepra...
Mi plato fuerte fue un mole verde de pepita con cerdo, guarnecido con arroz. Más abundante de lo que me esperaba, el platillo consistía en tres, nada despreciables, trozos de carne, recubiertos por una salsa con aromas de semillas ahumadas y cilantro, decorado con pepitas de calabaza. Al cortar la primera pieza, noté que la carne estaba seca y recocida, y la salsa era pastosa y poco fluida. Definitivamente no me pareció el resultado de una cocina cuidadosa y delicada.

Casa Carmela no es el templo de la comida mexicana que me había figurado, pero sus precios no son astronómicos, su atmósfera es amigable y alegre, y estoy persuadido de que, explorando más cuidadosamente el menú, me encontraré sorpresas más agradables que el poco lucido mole verde, al cual atribuyo las tres lenguas, que le doy en esta ocasión.