domingo, 27 de febrero de 2011

Restaurante Fish

Ubicado en la 4a avenida, 10-06 zona 9, teléfono 2334-2343

A un costado de la Nunciatura Apostólica, sorpresivamente encuentra uno, como un tesoro en una playa poco conspicua, el discreto restaurante Fish.

El amueblado de madera azul, con pocas pretensiones, contrasta con refinados detalles en vidrio y fotografías artísticas, que plantean en su conjunto una atmósfera de litoral, de serio compromiso con los frutos del mar.

Me llevaron un menú, con la fecha del día y una confusa descripción de los platillos disponibles. Poner la fecha del día en el menú es una irrevocable declaración de frescura de los ingredientes, fue una lástima que encabezara una lista donde la negrilla y la organización de nombres y precios no permitiera apreciar con claridad la diversidad de viandas. El bocadillo de cortesía fue un extraordinario mousse de trucha ahumada, ¡simplemente exquisito!

Cuando vi, sin embargo, el “foie gras fresco” toda confusión desapareció, y a pesar de la obvia desviación de la naturaleza del restaurante, pedí una orden de foie gras, que después acompañaría con una crema de zanahoria con jengibre y una corvina a la plancha.

El foie gras estaba acompañado de una salsa de níspero, unas tostaditas de pan con mantequilla fundida y una ensaladilla de hojas verdes con tomate cherry. Es indecible el efecto casi embriagante del foie gras diluyéndose contra el paladar, liberando aromas sutiles y complejos a la vez. Después de ese breve ensueño, me regresó a la realidad la vigorizante crema de zanahoria y jengibre. El mesero regresaba con interés a mi mesa, ofreciendo agua pura, a lo que yo me resistía convencido de que me iban a llevar alguna botella sobrevaluada.

El jengibre, irreverente y agudo, daba una vitalidad extraordinaria a la cremosa composición de zanahoria, en cuyo seno se alojaban maravillosos trocitos de queso de cabra. Muy impresionado con los platillos y alivianado con un whisky, no podía retirarme sin comer un pescado ¿verdad?

Volviendo mi vista al confuso menú, le preguntaba al mesero por un pescado que no fuera muy grande, cuando el mismísimo Chef se acercó para recomendarme una corvina, que por su consejo también, pedí a la plancha en lugar de a la parrilla. En el ínterin, el Chef me llevó unas almejas con ajo y hierbas, súper entretenidas.

Mientras veía pasar las centollas y otras delicias de arriba para abajo, crecía mi expectativa por la preparación de mi corvina. Cuando llegó, sin embargo, no quedé muy complacido que digamos. Acompañada de unos vegetales preparados con lo que me pareció un tempurizado ligero, la corvina no ofrecía discusión en cuanto su frescura o punto de cocimiento, poco hecha, pero para ser honesto, me he comido mojarras más interesantes.

Sin espacio para el postre, y habiendo sucumbido a pagar Q15 por una botella de agua, a pesar de la poco lucida corvina, me marché con el convencimiento en mi corazón, y en mi duodeno, de haber encontrado un pedazo de playa, en la zona 9, a donde regresaré a excavar suculentos tesoros. Calificación, cuatro lenguas y media :P :P :P :P :p

domingo, 6 de febrero de 2011

El Coctel de Camarones

Quisiera saber dónde se puede comer un BUEN coctel de camarones. En esa búsqueda visité dos lugares diametralmente distintos. Primero fui a la cevichería Los Chavos en la zona 5, con la esperanza de encontrar fórmulas originales en lugares inesperados. Mientras mis acompañantes pidieron ceviches, que es la opción obvia, yo me sentí por un momento como Fraiser Crane, inoportunamente pomposo y refinado, pidiendo un coctel de camarones.

En un vaso de malteada, aderezada con una innecesariamente grande hoja de lechuga, me llevaron los abundantes camaroncillos, bañados con una salsa a base de la popular salsa de tomate B&B. Siempre me ha gustado la salsa de tomate B&B, y considero que su jingle navideño es patrimonio cultural de la humanidad, pero acompañar camarones no es, definitivamente, su mejor uso. Al final de cuentas, los tamalitos salvaron el día, haciendo que mi descabellada negativa a pedir un ceviche no resultara tan desastrosa como hubiera podido ser.

Días después visité El Portal del Ángel de Plaza Fontabella, donde pedí un coctel de camarones que costaba el doble. Hecho con bastante más delicadeza, este coctel consistía en cuatro camarones medianos, aliñados con una combinación de salsa inglesa, posados a la orilla de una pequeña copa de martini, donde descansaban dos camarones pequeños depositados en una minúscula cantidad de la típica salsa de coctel de camarones, que es una combinación de cítricos y salsa de tomate.

No puedo quejarme de la preparación, ni de la presentación, pero por el precio que pagué, me sentí realmente decepcionado ¡y aquí no hubo tamalito que me consolara!

Continuaré, entonces, en mi búsqueda de un BUEN coctel de camarones.

Rancho "Don Rami"

Ubicado frente a la playa en Champerico, Retalhuleu

Desde los tiempos en que existía “El Lonchito”, un comedor al que finalmente se lo llevó el mar, dicen, donde probé por primera vez esos curiosos crustáceos “chiquirnes”, que no visitaba Champerico. Yo recuerdo a El Lonchito más bien como una cantina destartalada, con rokola de pocos discos, bastante diferente a los numerosos ranchos-restaurantes que se encuentran hoy a la orilla de esa playa, incluyendo “El Lonchito 2”.

Después de superar las insistentes recomendaciones de lugareños que se acercan a tocar los vidrios de los autos para guiarlos al negocio que les recompensa, llegué al Rancho “Don Rami” donde me acomodé a tomar la bebida que a orilla de nuestras tropicales playas es simplemente mágica: una indescriptible cerveza fría.

Sombra en el parqueo, brisa en el comedor, fuego en la cocina, y amabilidad en el servicio, hacen olvidar instantáneamente el estrés de la ciudad, y la poca comodidad del mobiliario plástico. Las bebidas son acompañadas por gratuitos bocadillos de “jamón de pescado” un curioso prensado frío de carne de pescado y hierbas, de poco atractivo si me preguntan a mí, pero que con un toque de limón fresco, salsa inglesa, ketchup y picante, salta a la vida como un bocadillo aceptable.

Después de un par de horas de disfrutar la brisa, la bebida y el jamón de pescado, me decidí por ordenar un caldo de mariscos, el más barato, pues los hay desde Q45 hasta de más de Q200. Con una jaiba, un pescado entero y numerosos camaroncitos, me disfruté el caldo, que tenía esa típica y fuerte influencia de tomate y cilantro, que se complementa muy bien con limón fresco. Tomé entonces una naranjada con soda, que más bien era una suave granizada de jugo de naranja (o naranjada frozen si cabe el término), que me sirvió a modo de postre y punto final.

Después de ese apacible medio día, salí de Champerico, esta vez con ganas de no tomarme 20 años para regresar. Con gusto le doy al Rancho “Don Rami” la calificación de tres lenguas :P :P :P