martes, 20 de julio de 2010

La Casa del Callejón Castillo Hermanos

Ubicado en la 2a avenida "A" 13-20 zona 1

Los alrededores del Paraninfo Universitario resguardan fascinantes construcciones que se pierden en esa twilight zone que es la zona 1, odiada y amada por tantos motivos. En una de esas construcciones, una vivienda con un típico diseño en forma de 7, los propietarios de la Casa del Callejón abrieron un establecimiento con un rancio atractivo criollo difícil de resistir.

El local está decorado con un maximalismo cautivador, con docenas de piezas de cristal de Murano, incluyendo dos soberbias arañas, y demás detalles domésticos que revelan la cotidianidad de una familia pudiente de primera mitad del siglo XX. En medio de esta escena veneciana, me senté a la mesa, no sin antes acomodar la pesadísima silla de hierro forjado que coronaba una más pesada mesa de mármol blanco, a donde acudió el mesero a mostrarme el enguatado menú.

Si estaba sorprendido de que me dejaran entrar de gratis a este museo de antigüedades, los precios del no muy extenso menú me sacaron de tal autoengaño. Entradas interesantes y algunas opciones de salsas para lomito, pasta y pescado - no más - constituían la selección que en poco se parecía al exquisito cuidado del local.

El bocadillo de cortesía consistió en un paté, cremoso y más bien salado, que fue un preludio interesante, pero no del todo convincente, para lo que habría de venir.

Ordené un lomito con alcachofas en salsa roja, precedido de una entrada de pacayas caramelizadas. Las pacayas me las sirvieron en un caldillo ligero, ataviadas con unas rodajitas de cebolla caramelizada. Las pacayas no estaban caramelizadas, sino guisadas en el caldillo con predominante aroma de perejil. Estaban sazonas, con un ligerísimo amargor. Los tentáculos granulados se sentían crujientes y de recia textura, agradables, pero nada del otro mundo.

Para limpiar el paladar, me pasaron un sorbete de limón, muy entretenido y estimulante, en un vasito muy curioso, que desentonaba un poco con la severa vajilla ornamentada del servicio, pues era más bien como el recipiente que usa el Dr. Guido para la fórmula del corazón del Monstruo Milton. Para quien no recuerde al Dr. Guido, aquí les va el link

Finalicé mi sorbete, extrayéndolo del vasito de cono insertado en una esferita achatada de color naranja y después me llevaron el lomito. El platillo consistía en un trozo de lomito, de buen grosor, dorado y espolvoreado con pimienta fresca, acompañado de un medalloncito de arroz amarillo con crema y maíz - no mucho más grande que una moneda de un quetzal - y unos ejotes salteados unidos por una tira de tocino. La carne yacía sobre una salsa de tomate con unas, más bien yuxtapuestas, hojas de alcachofa.

La salsa era en realidad un chirmol, no muy distinto del que se usa para los huevos rancheros, lo que me dejó bastante decepcionado, junto con las descritas guarniciones que no mostraban mayor ingenio o inspiración. La carne estaba bien preparada, pero no alcanzaba a dar un balance positivo a la combinación, especialmente considerando su precio.

La Casa del Callejón Castillo Hermanos es un interesante lugar, digno de una visita detenida para ver los detalles, que parecen no tener fin, de su decoración, lo que desquita un poco lo inflado de los precios de su menú, que no está a la altura del local, y no me inspira a darle más de tres lenguas :P :P :P

domingo, 4 de julio de 2010

Restaurante Sunset Grill

Ubicado en el Centro Comercial Escala Carretera a El Salvador, teléfono 6634-1032

En un local elegantemente dispuesto, rodeado de cristales montados en el bloque de concreto que constituye el módulo central del Centro Comercial Escala, el umbral de Sunset Grill recibe al comensal después de que éste ha subido por una curiosa rampita por cuyo recorrido se aprecian los bosques de Muxbal que suavizan el paisaje, y contrastan con el tupido clima comercial de esa parte de la carretera a El Salvador.

Si no estoy mal, este es un restaurante de reciente apertura y su menú ofrece una refrescante combinación de platillos delicados (filete de trucha con alguna llamativa salsa) y platillos de sports bar (buffalo wings y hamburguesas).

Después de pedir mi bebida, un té caliente, me sentí con ganas de algo no muy masivo, por lo que me llamó mucho la atención una sopa de frijoles negros. Pedí la sopa, y mientras la preparaban, de cortesía me llevaron unas tostaditas con un picadillo de tomate y aguacate, nada mal.

Cuando me llevaron la sopa, me dio mucha risa ver que era más bien lo que yo llamaría un plato de frijoles colados. Sobre los frijoles, se posaban un picadillo de cebollas fritas, otro tanto del picadillo que parecía el mismo que acompañaban a las tostaditas de cortesía, y unos finos trazos de salsa color mostaza.

Probé la sopa y no me convenció para nada. Hacer frijoles colados es toda una ciencia... bueno, no, eso no es cierto, pero sí es cierto que como en todos lados se cuecen habas, cada quien las cuece a su manera, es decir, hay toques de tradiciones familiares en cada manera de hacer frijoles colados. Y la de esta sopa no me causó ningún agrado, como que hubieran cocido los frijoles sin amor (¡el ingrediente secreto de todos los frijoles negros!). En términos menos metafóricos, los frijoles me parecieron sosos y de contraste forzado con el resto de los ingredientes. Llamé al mesero y con toda la franqueza del caso le dije: "la sopa está muy fea, por favor, llévesela".

Muy comprometido por agradar al cliente pero sin el conocimiento apropiado del menú, el mesero regresó después de devolver el plato para tomar mi nueva orden. Había yo perdido un poco la paciencia a esas alturas, y le dije que necesitaba pedir algo que no tomara mucho tiempo en preparar. Al ver el desconcierto del señor, mejor le pregunté: "¿cómo hace la ensalada Caesar?" Y entonces sucedió algo muy extraño.

Cuando un comensal pregunta sobre cómo se prepara un platillo, mi experiencia es que en los buenos restaurantes aprovechan la oportunidad para estimular la imaginación y el apetito del cliente. De alguna guarnición curiosa, podrían decir algo así como "se trata de vegetales horneados con una cubierta de hojaldre, aromatizados con variadas hierbas de Provenza, un toque de vinagre balsámico, aceite de oliva extra virgen, azafrán de Marruecos, setas de los bosques de Sherwood, y..." bueno ya me estoy poniendo muy pajero, pero la idea es esa: la curiosidad del comensal se recompensa para hacer más intensa su experiencia y crear la expectativa de un excelente platillo.

En lugar de esto, el mesero se quedó perplejo, y volteó hacia una elegantísima señora que estaba justo en la mesa contigua, quien tenía toda la investidura de ser la dueña del lugar, frente a quien el mesero hizo casi una genuflexión y preguntó en voz baja: "dice que cómo se hace la ensalada Caesar..." Pues bueno, veremos si esta consulta tiene un buen final, pensé.

La señora se dirigió a mí con alta dignidad y exclamó: "la receta no se la puedo dar, pero le puedo decir que lleva anchoas". Ahora el perplejo era yo. En medio de esa escena tan cómica, sólo alcancé a decir "ahh, sí lleva anchoas, entonces tráigame una de esas".

La ensalada consistía en hojas verdes suavizadas con aceite y sobre las cuales se depositaba una intensa y sabrosa salsa espesa, coronada con un filete de anchoa. La salsa parecía una combinación de, entre otros ingredientes, pimientos, ajo y aceite. Contaba también con dos grandes y redondos crutones con mantequilla de ajo, un excelente complemento. Muy buena, pero creo que de precio sobrevalorado. Tal vez si me hubieran explicado que incluía finos y delicados ingredientes, me hubiera parecido que el precio era justo.

En la cuenta, con muy buen tino no incluyeron la rechazada sopa de frijoles. Cuando me sienta mejor asesorado al visitar Sunset Grill estoy seguro que le daré más de las tres lenguas y media que me inspira por el momento :P :P :P :p

¡Ya estoy perdiendo el hilo!

Debo pedir disculpas a quienes se han tomado el tiempo de dejarme comentarios en los distintos posts, y que he dejado de responder, ¡a veces hasta por meses!

Lo peor es que en lugar de mejorar, la evidencia apunta a que conforme los posts se van multiplicando, mi capacidad para responder los comentarios va disminuyendo. Sabrán ustedes perdonarme por esto, así como saben que el conocimiento y la opinión que todos generamos en este rincón de la blogósfera, será recogido por nuestros congéneres para tomar mejores decisiones a la hora de servir a sus clientes en restaurantes, o bien al momento de decidir a dónde ir a comer un taco.

Por otro lado, me estoy enredando en una rutina de repetir mis visitas a restaurantes, y perder un poco la oportunidad para la inspiración. Ya me lo hicieron ver claramente con el caso de Tre Fra... gajes del oficio...

Pero seguimos en la lucha: ¡criticaré los restaurantes de Guatemala o moriré en el intento!