lunes, 20 de abril de 2009

Restaurante La Gastroteca

Ubicado en la 10 avenida 7-38 zona 10

El restaurante la Gastroteca se ubica en el mismo lugar donde alguna vez estuvo el restaurante Q'iu. Q'iu era una propuesta interesante del uso de ingredientes tradicionales guatemaltecos (lorocos, punta de güisquil) con técnicas europeas (risotto, por ejemplo). Lo que me parecía fascinante del lugar era el bocadillo de cortesía, que consistía en pan presentado en una macetita de barro acompañado de vinagre balsámico y una serie de aceites aromáticos, con sabores como carbón, chile, ajo, etc. Allí recuerdo haber tenido un altercado con el chef sobre la autenticidad de unas hilachas de cordero, y el chef con mucha caballerosidad hizo que no me cobraran el plato.

Regresando a la Gastroteca, el lugar conserva el planteamiento minimalista en la decoración que tenía Q'iu, lo que es una señal de preocupación para mí. El menú contiene una opción de degustaciones, pero no me pareció muy interesante, por lo que preferí pedir a la carta.

Como entrada pedí un paté de la casa con hígado de cerdo y pollo ahumado. ¿Suena bien, verdad? Sin embargo no llenó mis expectativas. Creo que el plato tenía dos errores. El primero era la preparación del paté. Le faltaba aroma. Tenía buena consistencia, y un color un tanto pálido para mi gusto pero aún así, interesante. Pero al comerlo estaba un poco insípido.

El segundo error, a mi juicio, fue la presentación. Tenía un poco de mostaza dijon, untada a un lado, un acompañamiento de pimientos, tomate y granos de maíz y dos tirabuzoncitos de una salsa de aceite y perejil, uno a cada costado del paté. A parte de que todo esto no relucía en un plato blanco, me resultó que ninguno de los acompañamientos ayudaba a realzar el paté, sino más bien enfatizaban su falta de aroma. La mostaza dijon era muy arrolladora y la alfalfa muy amarga (su sabor natural, pero que no favorecía al paté). El acompañamiento de pimientos era un poco más interesante. Estaba caliente, lo que ofrecía contraste con el paté, un punto a favor. El toque dulce del maíz también es algo rescatable. El pimiento, sin embargo, no estaba preparado a mi gusto. Lo sentí como en esos chirmoles que auténticamente no llevan pimiento, pero algún entusiasta se lo pone en demasía para acompañar huevos rancheros, resultando en una combinación forzada y artifical del tomate con el pimiento.

Mi plato fuerte fue una lengua de ternera glaseada en sus jugos. La presentación era la lengua enrollada a modo de torrecita sobre una base de papas majadas, en un plato blanco decorado con una salsa de romero color ocre, una crema de ajo y toques del aceite con perejil. La lengua estaba bañada con una especie de salsa morena. No me parecía que la combinación de colores fuera muy armoniosa. La salsa morena en la parte de arriba de la torrecita (seguramente los cocineros tendrán un término técnico para esta presentación, pero lo desconozco) tenía un suave amargor que denunciaba quemadura. La salsa de romero estaba bien aromatizada y con cierta personalidad distintiva, pero un poco escasa. Las papas estaban bien compuestas, fueron tal vez lo más exitoso de este plato. Probé otro plato fuerte: chamorro de cerdito, con una presentación bastante similar, sobre una cama de papas al romero muy atractivas, pero reseco por sobrecocimiento.

De postre pedí un Semifreddo de caramelo y almendra. Un helado que no es del todo cremoso, sino tiene una combinación muy intersante de partes duras y blandas, reforzada con almendras. Estaba decorado con una jalea de bayas, moras supongo, que tampoco son muy de mi gusto, pues su acidez, me parece, desluce los postres sutiles.

Esta no muy feliz experiencia fue alegrada por tres sorpresas. Resulta que entre la entrada y el plato fuerte me sirvieron dos aperitivos de cortesía y entre el plato fuerte y el postre me sirvieron un tercero. Los dos primeros fueron chicharrones caramelizados y un huevo escondido con puré de coliflor y hueva de pez volador. De nuevo, suena muy interesante, pero en cuanto al sabor no me convencieron. Los chicharrones eran un experimento curioso, pero nada más. El puré de coliflor no tenía aroma (más que el de la ruda coliflor) ni atractivo.

El tercer aperitivo, llamado "prepostre", fue mucho más satisfactorio. Era una curiosa gelatina de menta con manzana verde. La manzana no aportaba nada bueno, pero la gelatina era transparente y muy aromática.

Hubo una cuarta sorpresa: por haber pedido una orden extra de pan me cobraron Q10 adicionales.

Mi impresión general es que la comida pudo haber estado mucho mejor. Las técnicas y conceptos parecen tener buen potencial, pero quien las cocinó parece haberlo hecho sin mucho cuidado, sin dedicación. Es más, yo diría que, al menos el día de mi visita, en la cocina de la Gastroteca no había amor ni entusiasmo, sino drama y ansiedad, emociones que se manifiestan en la salsa de romero color ocre: quiere ser provocadora e interesante, pero al fin y alcabo resulta más bien histérica y necesitada (algo así como esa compañera de trabajo que estuvo enamorada de usted, ¿no?). Calificación: Tres lenguas :P :P :P

jueves, 16 de abril de 2009

Restaurate Altuna

Ubicado en la 10a calle 0-45 zona 10, teléfono 2332-6576, 2331-7200

Altuna es un restaurante de tradición curiosa. Política y negocios le van mucho mejor que familia y amigos. El local original de la 5a avenida de la zona 1 era famoso por las reuniones de la Democracia Cristiana en los 80s.

Fue en ese local donde probé por primera vez la sopa pavesa. Recuerdo que iba con mi padre y después de la sopa pedimos paella, la que no pude terminar pues la sopa me llenó más de lo deseable. El dueño del restaurante se acercó a preguntarme si no me había gustado la paella. Le dije que no era eso, sino que me había llenado con la sopa. Por alguna razón, que hasta la fecha no entiendo, no me prepararon las sobras para llevar.

El local de la zona 10 tiene ya algunos años, y evoca un edificio público de buen gusto más que un restaurante. El techo alto de madera es impresionante. Las mesas están dispuestas con sobriedad y elegancia.

Instalado en mi mesa me entristeció ver en el menú que con la presentación de la tarjeta del banco G&T daban gratis unas croquetas. Me entristeció por que antes esas croquetas eran el bocadillo de cortesía, tuvieras o no esa tarjeta. Eran muy deliciosas. Yo solía llamarlas "bolitas misteriosas de Altuna" pues no tenía idea de cuáles eran sus ingredientes.

Ya que no me iban a dar mis bolitas misteriosas de cortesía, probé como entrada un plato de queso manchego. No estaba mal, aunque a mí el manchego me gusta un poco más seco de lo que me lo sirvieron, me gusta que se sienta cristalizado y crocante, éste estaba un poco chicloso para mi gusto. También probé los huevos bechamel, que para mi sorpresa no eran huevos sino croquetas, parecidas a las bolitas misteriosas que me eran familiares, pero no tan sabrosas.

Mi plato fuerte fue callos a la madrileña. La primera vez que comí callos, por allá por 1982, fue en un restaurante que se llamaba "Las Palmas". Quedé impresionado con los trocitos gelatinosos que me parecieron las cosas más deliciosas del mundo.

Por lo tanto, no podía pasar la oportunidad de pedirlos en Altuna, uno de los pocos lugares donde estoy al tanto de que los sirven. Mi plato de callos, que tardaron más de lo que me esperaba, tenía los tradicionales nervios gelatinosos, tiras de panza y discretas rodajas de chorizo copetín. Todo unido con una salsa de tomate de fuerte carácter, homogénea y briosa, galvanizada con medio jalapeño bien picante. La guarnición fue arroz de paella. A diferencia de otros arroces amarillos que he criticado severamente, este arroz de paella, si bien era amarillo, era bastante más jugoso que otros, lo que es un punto a favor.

Mientras degustaba el entretenido plato de callos, que incluía trocitos de hueso para mi deleite, me preguntaba: ¿por qué este plato no me cautiva? Esta impecablemente bien hecho, es generoso en tamaño, esta bien guarnecido...llegué a la conclusión de que era la salsa. De nuevo, una salsa muy bien hecha, pero al ser totalmente homogénea, lo que por cierto resulta muy apropiado en un plato así de variado, no despierta mi vena romántica.

Tal vez sea la misma razón por la que prefiero el merengue de Juan Luis Guerra por sobre la salsa de Oscar De León. En todo caso, aunque mi intuición me llama a sospechar de la autenticidad de la salsa, la verdad es que no tengo ninguna evidencia en su contra.

El postre fue una torreja española al anís. Y aquí me disculparán, pero las torrejas guatemaltecas son muy superiores. Mi torreja española estaba bien preparada, pero estaba aderezada con anís. Debo explicar qué quiero decir con esto.

Las salsas para los postres son típicamente tersas, de colores intensos, densas y envolventes. Esto no suele suceder con postres que son refritos o envueltos en huevo, que son de suyo pesados, pues con una salsa muy espesa no combinarían bien, razón por la cual generalmente se sirven con un almíbar ligero.

La torreja guatemalteca se sirve en una salsa de panela, cuya densidad puede variar dependiendo de los gustos y las tradiciones, pero es en sí una salsa oscura y aromatizada con varios elementos, como canela, clavo, jengibre y pimienta.

Esta torreja española me la hubiera esperado con almíbar, o algún jarabe interesante a base de anís como indicaba el menú. Sin embargo estaba acompañada por licor de anís. El licor es incoloro, transparente, sin densidad ni peso, habita listo en una botella, sólo para ser servido y ya. Por eso, cuando me llevaron la torreja sobre el charquito de licor de anís, me pareció una ligereza, un apresuramiento, un "échenle un poco de guaro y ya".

Tal vez esa es la gracia de esa torreja, pero por no estar yo acostumbrado, tal situación simplemente despertó mi malicia. Malicia que si la transporto a la salsa de los callos me llevaría a sospechar de tomatinas o pasta de tomate... pero ¿por qué mortificarme si la comida estuvo bastante buena?

El servicio también estuvo muy bien. Aquí el aparatito de los botones para llamar al mesero y pedir la cuenta, no son sólo más discretos que en otros lugares, sino también más efectivos...mucho más.

Una experiencia muy satisfactoria, Altuna conserva su tradición de buen servicio y calidad en la comida. Calificación: cuatro lenguas :P :P :P :P

domingo, 12 de abril de 2009

Restaurante TGI Friday's

Ubicado en el centro comercial Pradera Concepción

Este lugar es el altar de la cultura pop estadounidense. Con cada afiche, cada muñequito y no digamos con la música del lugar, te recordarán de que nuestra niñez, nuestra adolescencia y mucho de nuestra vida adulta estuvieron influenciadas, inspiradas o al menos severamente expuestas a los iconos, comprendidos o tergiversados, de Hollywood.

La rapidez en el servicio caraceriza a la cultura estadounidense tanto como la displicencia a la francesa, pero en realidad ambas no son más que mitos. Al menos eso fue lo que pude verificar en mi visita a Friday's. En cada mesa tienen un aparatito con un botón para que te atiendan, pero en mi caso hubiera sido más útil para tirárselo en la cabeza al mesero para ver si así me ponía algo de atención.

La falta de atención fue recurrente, y cuando al fin me llevaron mi plato, al menos pude olvidar por un momento esa gruesa deficiencia para enfocarme en otras. Mi orden consistió en un "southwest adobo chicken", un plato más o menos generoso (medio pollo) por un precio no muy alto. Decía el menú que ese pollo estaba sasonado con chimichurri brasileño. Pues me imagino que el ingrediente secreto del chimichurri en Brasil ha de ser "antimateria" por que no sabía a nada. Probablemente era la vejez de los ingredientes o la técnica tipo "comida rápida" pero el tal chimichurri no aportaba en nada al plato.

El pollo estaba en un bonito punto de cocimiento y la guarnición consistió en tiras de camote frito o algo así como "sweet potato fries" (interesantes, pero prefiero las papas) acompañadas de una salsa cremosa tipo tártara, tan fresca y orgánica como los marshmallows que venden en el almacén "el mismo precio".

Las hamburguesas de Friday's son notables, el resto de sus platos no deja de decepcionarme. Hay otros lugares donde las hamburguesas son tan buenas o mejores, y por precios no muy diferentes. La diferencia con Friday's es que Friday's te transporta, al menos en mí tiene ese efecto, al estimulante y fantasioso mundo de las películas gringas de ciencia ficción que tan intensamente viví en mi niñez.

Volvería a ir pero sólo por la decadente experiencia de comer una hamburguesa muy gringa en ambiente muy gringo a un precio no muy alto, y tal vez poner a prueba el servicio, que estoy seguro puede ser bastante mejor. Por esta vez, debido a una comida deslucida y un servicio condenable, la calificación para Friday's es de dos lenguas :P :P

sábado, 4 de abril de 2009

Restaurante Jake's

Ubicado en la 17 calle 10-40 zona 10, teléfono 2368-0351

La reputación precede a este lugar por mucho. Y no es ninguna decepción. El comensal es recibido por una entrada muy discreta pero encantadora: un umbral de adobe deteriorado, un muro añoso y llorón, cubierto con una frondosa tapia y después se pasa al jardín donde ya se aprecia el nada discreto concepto del restaurante. El jardín muy bien cuidado que aún combina con la presentación casi en ruinas de la entrada, da paso a una casa que parece estar silenciada con poco color y poco aderezo para que no denuncie tan escandalosamente su contraste con tales ruinas.

Con mucho ingenio Jake's ofrece un "financial stimulus menu" que consiste en agrupar entrada, plato fuerte, postre y café por docientos quetzales, sin propina y con una hora de parqueo. Si me preguntan a mí, un verdadero anzuelo para quienes como yo aspiran a que su presupuesto alcance para comer con lujo más seguido que cuando había prosperidad económica en el mundo.

Mordí el anzuelo. Pedí tal menú no sin antes asegurarme que los tamaños de las porciones serían iguales que los del menú normal. De cortesía sirven pan y mantequilla. Me dieron a elegir entre mantequilla normal y preparada y por supuesto pedí la preparada. Estaba a temperatura ambiente, lo que la hacía ver poco apetitosa y resultar resbalosa al paladar. Con pimientos y ajos era una mejora en comparación con la mantequilla simple que se compra en el súper, pero yo la hubiera preferido fría para una consistencia y presentación más agradable.

Mi entrada fue un crab cake. El mesero me advirtió que era una entrada pequeña, algo que yo no desconocía pero entiendo que la intención fue evitar una decepción. La decepción, sí llegó con el crab cake, no por su tamaño, ni mucho menos por su preparación, sino por su presentación.

Resulta que el crab cake estaba hecho decentemente, pero lo habían asentado sobre una salsa de aguacate y una retícula de ¡CREMA! y por encima también tenía ¡CREMA! Ahhh, inconfundible y desvergonzada, la vulgar retícula de crema parecía mofarse de mí diciendo: "¡y vos pensaste que en un restaurante de lujo no me ibas a encontrar así desnuda e impúdica! ¿no que sólo sobre comida rápida pues? ahora aguantate ¡¡jajaja, jajajajajaja, jajajaajaja!!" Su cómplice, la salsa de guacamol, paliducha y totalmente desencajada con el atractivo bronceado del crab cake, estaba allí, tirada, inmóvil y aburrida, sin tan siquiera quejarse de su cínica jefa, sino resignada a hacerle sus mandados y anunciar su insolencia.

En fin, disfruté como pude el crab cake y pedí mi plato fuerte. Por un momento estuve angustiado al no saber qué pedir entre tan interesantes nombres. Un razonamiento lógico me llevó a decidirme: Robalo Jake's. Si el plato tiene el nombre del lugar, debería ser toda una muestra de las más altas destrezas del chef ¿no?

Me llevaron mi Robalo Jake's y me di cuenta de lo equivocado que estaba. No era una catástrofe ni mucho menos. La salsa a base de crema estaba bien ataviada con mostaza dijon, pimienta verde, y un ligero reflejo lentejueloso que parecía delatar un toque de fond de veau. Así sí es aceptable la crema, bien casada y armonizada con aromas y texturas interesantes. El trozo de pescado estaba acompañado de un cono de arroz que hubiera hecho feliz a mi abuelita: amarillo, suelto y con vegetales, pero a mí me resultó poco original y decepcionante.

Hasta ahora, no estaba convencido de dar una calificación alta a Jake's. Pero justo cuando menos me lo esperaba, apareció al rescate el postre. Reposando sobre una salsa de caramelo y una de dulce de leche (que bien pudo haber sido leche condensada para reforzar la atmósfera de comida rápida) se asentaba el budín de chocolate. Fue una sorpresa total: un budín tipo english bread pudding, caliente y acogedor. Lo probé y fue como sentirme abrazado por un fraile bromista y regordete que quiere convencerte de que eres un buen ladrón y que después de una buena comida y una larga siesta, estarás listo para enfrentar al malvado sheriff de Nottingham.

Con una consistencia excelente y una oscilación de sabores que iba del banano al chocolate y de regreso, el postre fue el héroe de la comida. Hasta me hizo olvidar el sutil olor a creolina que salía de la cocina o del baño...(no me volveré a sentar en la mesa que está cerca del baño).

Creo, sin embargo, que el nombre no es el apropiado. No era lo suficientemente chocolatoso como se podría pensar. Yo preferiría llamarlo "budín inglés de pan" o tal vez sólo "budín inglés". Pues sí, la deliciosa y caliente masa era de pan. Lo confirmé con el mesero, a quien parecía darle vergüenza admitirlo.

Estoy seguro que en este restaurante habrán platos que me dejarán una mejor impresión, pero por el momento, y básicamente rescatado por su excelente postre, no le daré a Jake's más de cuatro lenguas :P :P :P :P

Restaurante Sushi Itto

Ubicado en Condado Concepción, teléfono 66345472

Fue tal vez en 1986 cuando, hasta donde yo sé, se abrió el primer restaurante japonés en Guatemala. Desde entonces la comida japonesa se ha generalizado de manera más bien modesta hasta manifestarse en el ubicuo sushi que ahora es considerado comida rápida.

Sushi Itto es un restaurante que visito con frecuencia. En mi más reciente visita tuve la impresión de que el menú está cada vez más influenciado por la comida Thai. El bocadillo de cortesía consiste en zanahoria rallada que se acompaña con una salsa ligera, muy entretenido y de apariencia saludable.

Inicié mi almuerzo con unos dumplings de camarón al vapor. Los dumplings eran más grandes de lo que me esperaba y estaban acompañados de una salsa a base de tamarindo. Por sí sólos, ni los dumplings ni la salsa tenían personalidad, pero combinados resultaron una entrada bastante atractiva. Aunque para mi gusto, son mejores los dumplings al vapor que se sirven a la hora del Dim Sum.

Sé que me prometí a mí mismo no volver a pedir cocteles dulces para acompañar la comida, pero cuando el mesero me ofreció un coco tai, simplemente no me pude resistir. Las bebidas de coco son una de mis debilidades. Me trajeron el coctel en un vaso que más bien es una copa para agua. La bebida tenía un toque de jarabe de granadina. La pedí con vodka, pero al probarla no sentí la patada del alcohol. Le dije al mesero: no me la vaya a cobrar como si tuviera licor, pues no lo tiene. De manera diligente el mesero me explicó que si se trata de ron añejo sí se cobra extra, pero en el caso del vodka no. Tuvo la amabilidad de llevarme dos onzas de vodka por separado. La bebida me transportó: me sentí relajado en una hamaca en el puerto (los guatemaltecos no decimos "la playa" sino "el puerto", vaya usted a saber por qué) rodeado de ranchos de palma y arena negra, sintiendo la dulzura del coco y a la vez el salitre de la brisa del pacífico.

Mi plato fuerte consistió en una cazuela de mariscos. Era una sopa en una cantidad no muy generosa pero sí muy deliciosa a base de curry, acompañada de arroz blanco y unas "corbatas" a manera de galletas. El arroz asiático es una maravilla, a mi juicio un arroz blanco hecho con intención asiática (pues no lleva más que agua) resulta superior al arroz estilo guatemalteco que tiene que ser amarillo y suelto, con zanahoria y arvejas. Si no está suelto, se enojan las señoras de antes.

La cazuela tenía zucchini, que como ustedes saben no es de mi predilección, pero este ha sido el mejor zucchini que he probado. Parece que el zucchini, junto con los camarones fueron pasados en una plancha muy caliente justo antes de ser puestos en la sopa. El pescado, por su parte estaba perfectamente cocinado, seguramente preparado a parte con otra técnica. Fue una lástima que el curry resultara demasiado arrollador para el delicado pescado. Los camarones fueron la nota decepcionante del plato. Aparte de ser pocos, no parecían muy frescos ni aportaban mucho a la experiencia del sudeste asiático.

Con el coco tai, me pareció excesivo comer postre. Realmente considero que con lo que cuestan estos platos y bebidas, puedo tener una mejor comida oriental en otros lugares. Aunque probablemente no serán tan saludables y amigables a la digestión como los de Sushi Itto. Calificación: tres lenguas y media :P :P :P :p