sábado, 28 de febrero de 2009

Restaurante Chez Fabrice

Ubicado en la 3a avenida 10-44 zona 10. Tel. 2331-7287, 2361-8296

Técnica, técnica, técnica. Es increíble la diferencia que hace una comida con una técnica sofisticada. La gastronomía francesa es la reina en este aspecto, y Chez Fabrice es un fiel testimonio de esto. Una decoración más bien sobria, yo diría que con una vocación más italiana que francesa, muy adecuada para centrarse en la comida.

Lo primero que hay que destacar es que el chef pasa por la mesa a conversar con los comensales y qué mejor que el propio chef como fuente de información para recomendar un plato.

El menú no contiene sección de bebidas, por lo que después me sentí con derecho a caerme de la silla cuando me cobraron Q60 por una piña colada. Pero eso era lo que necesitaba para dejar de pedir cocteles para acompañar la comida: un escarmiento como este. No lo vuelvo a hacer.

Volviendo a lo que sí hay en el menú, aunque ya había ordenado una entrada de terrine de pato, el chef anunció que tenía en especial uno de venado. Aun fue oportuno para cambiar mi orden, algo de lo que estoy muy satisfecho.

El chef confesó, probablemente sin darse cuenta, que el terrine que se describe "de pato" en el menú era de cerdo. ¡Pero el menú dice de pato! le inquirí "si es una mezcla de cerdo y pato". Lo dijo con toda la candidez del caso.

De cortesía me sirvieron un paté de pollo muy delicioso, con una cubierta de gelatina y complejos aromas, donde pude reconocer a penas el romero. Hasta ahora, el mejor bocadillo de cortesía que he probado.

Me llevaron la entrada de terrine (lo llamaron paté) de venado y fue todo un festival para los sentidos. Los colores, las texturas, los aromas y los sabores, perfectamente combinados. Sólo al ponerlo sobre la mesa me sentí con ganas de que me llevaran un mariachi para celebrar este plato. El terrine era una rodaja de tonos terracota, con ciruelas, molleja de ternera y dos tipos de hígado, con una capa de gelatina en un borde. Un tipo de hígado se suponía que era de venado y el otro no lo descifré sino hasta que me lo explicó el chef. Pero aunque hubiera sido del mismo que concinaba Hannibal Lecter (I ate his liver, with some fava beans and a nice Chianti! fbldd, fbldd, fbldd!) lo hubiera disfrutado igual. Esta excepcional comida estaba complementada por encurtidos, cebollas caramelizadas y un crostini con queso parmesano, untado en un extremo con mostaza dijon. Una total exquisitez.

La otra entrada que probé fue un croustillant de pasta phylo con queso brie, peras, y otras delicadezas. Era una especie de croissant, pero en forma cilíndrica, con una pasta crujiente, dorada, escamosa y con un fuerte gusto a mantequilla. Sobresaliente.

Los platos fuertes estuvieron muy buenos también, aunque no tan despampanantes como las entradas. El primero que probé fue un medallón de lechón, acompañado de ratatouille y papa gratinada. El medallón estaba muy bien compuesto, con una tira de piel tostada y el resto de carne jugosa y suave. Estaba acompañado de una salsa morena de la que no puedo decir nada malo pero tampoco nada destacado. El ratatuoille me sorprendió muchísimo, pues a parte de tener una aromatización de hierbas que no podía descifrar (el laurel fue lo único que identifiqué, además del obvio tomillo fresco que lo adornaba) cada una de las verduras que componían el guiso estaba cocinada en un punto singular. El güicoy y el zucchini estaban crocantes, mientras que los pimientos estaban suaves y sedosos. El plato quedaba complementado con una papa gratinada, muy bien presentada pero sosa en comparación con el resto de la comida.

El otro plato fuerte era una "pechuga" de pollo en salsa supreme con torta de papa y espárragos. Escribo "pechuga" por que eso era lo que decía el menú, pero NO era una pechuga. Era algo mucho más interesante. Eran unos medallones de una especie de mousse de pollo. Algo así como el Semmelwurst que se come al sur de Alemania: unas rodajas blancas, esponjosas y muy sabrosas. Estaban bañadas en una salsa blanca con perejil colocho que le llaman. El acompañamiento eran unos espárragos y ejotes crujientes y dos panqueques de papa.

El chef regresó a la mesa a preguntar sobre la comida, lo que aproveché para interrogarlo sobre el segundo tipo de hígado del terrine que acompañaba al hígado de venado. El segundo tipo de hígado, me dijo, era de pollo. La técnica de las "pechugas", me explicó, era una especie de mousse dentro de pechugas prensadas y cocinadas al vapor. De las especies del ratatouille, me dijo, eran hierbas de Provenza que incluyen salvia, romero, laurel, y otras que sólo los expertos y los botánicos podrían nombrar. Poco a poco los enigmas de la noche se iban resolviendo.

El chef recomendó el postre especial consistente en un soufflé de biscocho italiano con grand marnier. Un postre muy interesante y nada empalagoso, aunque aún conservaba un olor a clara de huevo que debía estar mejor disimulado.

¿Por qué no darle cinco lenguas a chez Fabrize? Puedo pensar en el menú que no describía con completa exactitud los ingredientes de los platos, pero eso lo corrigió el mismísimo chef en mi presencia. También puedo pensar en el razor ribbon que no resultaba una decoración acogedora en lo alto de la pared que da a la calle, pero total, en Guatemala el razor ribbon es tan típico como el pan de manteca.

Las complicaciones del parqueo y el ruidoso bar de la calle de enfrente no le son imputables a este lugar que vale mucho la pena, aunque mi próxima visita preferiré hacerla a la hora del almuerzo.

En conclusión, por una técnica impecable, un servicio a la altura y vianda exquisita, cerca de lo perfecto, le otorgo a Chez Fabrice el máximo de cinco lenguas: :P :P :P :P :P

jueves, 26 de febrero de 2009

Lai Lai Dim Sum

Se sirve el Dim Sum, o Yam Cha en cantonés, en el local ubicado en la 12 calle 5-27 z 9. Tel. 23316507, 23344988

A manera de brunch fui una vez más a Lai Lai a degustar los bocadillos de Yam Cha. Como he indicado en la entrada anterior sobre este lugar, el ambiente no es lo que motiva a visitarlo.

En mi más reciente visita probé 12 bocadillos. Son baratos y ricos, por lo que es una fantástica opción para brunch.

Probé tres bocadillos deslucidos: la tela de arroz con char siu, con carne que me pareció recalentada; las albóndigas de res que las sentí insípidas y las tartaletas de huevo, cuyo hojaldre encontré reseco y sin frescura.

Seis bocadillos estuvieron a la altura: el primero fue el ja gao, (aquí llamado ja kaw) que son canastitas de tela de arroz al vapor rellenas de camarón, en una base de una rodaja de zanahoria. Es una tela semi transparente, que permite apreciar con integridad el relleno a la vez que complementa dicho relleno con el aroma y consistencias neutras del arroz. El segundo fue el siu mai, bocadillos de carne de cerdo en una tela un poco más gruesa y gelatinosa, de color aceituna.

El tercer bocadillo que estuvo bien fue el de castaña de agua con elote. Con una consistencia semi cristalizada y un poco gelatinosa a la vez, tiene un sabor dulce muy discreto y una consistencia muy agradable. El cuarto fueron las bolitas de ajonjolí. Fritas en mucho aceite, estas bolitas son crujientes y aromáticas por fuera y dulces y chiclosas por dentro. Un deleite con ese aroma tan distintivo de ajonjolí.

El quinto bocadillo agradable fue la tela de arroz rellena de pescado. Esta tela es más gruesa que la del ja kaw, un tanto elástica, combina maravillosamente con la salsa soya y un relleno fresco. El pescado se sentía mejor que el relleno de char siu anteriormente mencionado.

El sexto bocadillo fue el bollo con manjar. Un panito muy curioso, blanco como masita antes de convertirse en tortilla, pero elástico y casi espumoso como turrón. Estaba relleno con una especie de pasta pastelera más bien ordinaria.

Tres bocadillos me resultaron sobresalientes. El primero es el char siu pau, que es el mismo panito del bollo con manjar, pero relleno con la carne agridulce char siu. El bollo blanco se abre como una flor, a manera de los besitos, panes de manteca populares hace unos veinte años. En su centro partido en cruz se pone char siu con una salsa obscura cuya intensidad de sabor contrasta con el neutro esponjoso del bollo. Este char siu me pareció más fresco que el anterior.

El segundo fue el bocadillo de malanga. Dulce composición de tubérculo y probablemente gelatina, frito en mucho aceite, que viene muy bien para reemplazar sin ningún complejo de inferioridad a un panqueque o una tostada a la francesa.

El último bocadillo sobresaliente fue la panza de res. Las tiras de panza son asociadas con comida de bolo, pero este injusto estereotipo se rompe con este platillo. Las tiras se sazonan con una agresiva salsa pimientosa y aromática. La panza, que es elástica, dura y esponjosa a la vez, se beneficia mucho de ese toque provocador e intrigante que da la salsa. No es fácil identificar los aromas de la salsa, pero me aventuraría a decir que tiene anís de estrella y tal vez frijol de soya amarillo.

Siempre una experiencia interesante, tres lenguas y media para el Dim Sum (Yam Cha) de Lai Lai :P :P :P :p

martes, 17 de febrero de 2009

Calificación - la escala de las lenguas

Una pequeña nota sobre la escala de las lenguas: Por medio de esta escala califico los restaurantes que he visitado. Verán que algunas reseñas se refieren a una experiencia difusa en el restaurante del que se trata, apreciada a través de varias y distintas visitas. Otras se refieren a una experiencia específica, con referencia a un conjunto determinado de platos que consumí durante esa visita. Sobre la base de mi experiencia personal entonces, procedo a calificar los restaurantes en la escala que explico a continuación:

Cinco lenguas :P :P :P :P :P
Potencial significativo para una feliz experiencia. Excelente servicio, buen ambiente y comida destacada por su frescura, autenticidad, sabor y genio.

Cuatro lenguas :P :P :P :P
Potencial para una experiencia satisfactoria. Bajo potencial para decepción. Buen servicio y comida rica.

Tres lenguas :P :P :P
Potencial para decepción y a la vez potencial para una experiencia satisfactoria. Servicio regular o bueno. Comida en general buena.

Dos lenguas :P :P
Alto potencial para decepción. Poco potencial para una experiencia positiva. Servicio regular y comida regular.

Una lengua :P
Mala comida o mal servicio. Potencial para que algún engaño, error inexcusable o mala fe resulte en arruinar hasta la mejor comida o servicio.

lunes, 16 de febrero de 2009

Restaurante Del Toros

Ubicado en la 14 calle 5-08 zona 10.

Es extraño que en un lugar tan codiciado comercialmente se encuentre un restaurante tan modestamente concebido. Nada qué destacar sobre su ambiente, tal vez inspirado en cantinas donde se va a gastar el tiempo que no se desea pasar en casa y la comida es sólo un acompañamiento para lo central que es la libación.

Fui a dar allí por que la langosta estaba de oferta. Probé una a la parrilla y una a la plancha con mantequilla.

La primera no estaba muy fresca, y la segunda estaba mejor, pero tampoco era para morirse. La acompañé de una ensalada mixta. Cualquiera podría hacer en su casa una ensalada mejor que esa. Al menos los ingredientes estaban frescos.

Una experiencia totalmente cotidiana, a Del Toros le daré dos lenguas :P :P

domingo, 15 de febrero de 2009

Restaurante ONE

Ubicado en la 14 calle 4-74 z 10

Siempre he desconfiado de los restaurantes que se esmeran demasiado en parecer minimalistas. Ha de ser una cuestión de malas experiencias: comida recién descongelada, recalentada o sin buena sazón.

ONE resultó ser una excepción en cuanto a la frescura de los ingredientes. Está decorado con mucha dedicación, y es como una mujer cuarentona que va donde un cuestionado cirujano plástico, resultando una belleza irrefutable, pero muy alejada de lo natural. Sin duda, es cuestión de gustos, y como yo ya superé mi etapa minimalista, ahora no venero tanto este estilo como lo hacía hace unos diez años. Estoy seguro que a quien guste del minimalismo, el ambiente de ONE le vendrá mejor que a mí.

Pero vayamos a la comida, que es lo central para nosotros. De cortesía me sirvieron un chirulo, bueno, disculpen, tal vez no debería utilizar esta palabra pero me pareció la más adecuada, era un cono cremoso y breve, de queso crema con un toque de queso azul y cilantro, rodeado de aceite y vinagre balsámico y decorado con semillas de ajonjolí, para untar en panitos tostados. El chirulo estaba muy bueno. Mucho más original e interesante que otras pastas o ingredientes para untar de la competencia.

La entrada consistió en ravioles de arroz, camarón, jengibre, menta y leche de coco. El menú fallo en indicar el ingrediente principal de los ravioles: retoño de soya. La tela de los ravioles me recordó al sa ho fan, una tela de arroz ancha y un tanto elástica, muy deliciosa. La salsa aromatizada con coco y con un delicado balance entre espesura y sabor fue el toque maestro para este plato. Dentro, un camarón sin muchos atributos, rodeado de retoño de soya. Apreciada en su integridad, la entrada es un éxito, pero el menú debiera ser más honesto en cuanto a la soya.

Los platos fuertes que probé fueron la pechuga de pato con algas marinadas en vinagre de arroz y aceite de ajonjolí y el stir fry de fideos de arroz al tamarindo, coco y camarones perfumados con jengibre. No trate usted de nombrar estos dos platos de un solo aliento que se asfixiará.

La pechuga de pato era muy consistente con el concepto del restaurante: cortada en piezas ortogonales, para un solo bocado, en el punto justo de cocimiento y en cantidad estrictamente suficiente para ser considerada plato fuerte. Las pedí acompañadas de puré de papas, una acertada intuición. El puré, si bien no más abundante que una latita de pomada GMS (para raspones, caídas e inflamaciones), tenía un fuerte aroma a ajo, un contraste magnífico con el endulzado pato.

El pato estaba bañado de una salsa con complejas notas cítricas y de especias, tal vez cardamomo y pimienta, ligeramente dulce y con sutil consistencia. Un plato que puedo calificar de exitoso, pero tenía un gran defecto: las nalgas, perdón, digo algas, del patoconalgas ¡NO ESTABAN POR NINGÚN LADO! Tampoco aprecié ningún aceite de ajonjolí. En el menú hay otro plato, el doble de caro, que se llama "pechugas (sí, en plural) de pato a la reducción de naranja y porcini". Sospecho que se quedaron sin los debidos ingredientes para mi plato y para taparle el ojo al macho, pusieron la salsa de reducción de naranja sobre mi patosinalgas y me lo sirvieron abusando de mi candidez en cuanto a cocina fusion.

Esto me lleva a opinar sobre el servicio. Si bien habían dos meseros atentos al área donde hay unas cuatro mesas, uno parecía totalmente desconocedor del menú y del negocio, y el otro, con más experiencia, pero sin el conocimiento suficiente tampoco. Antes de pedir el pato consideré ordenar mariscos. Pregunté al mesero sobre la trucha y el pulpo, cuál de los dos estaría más fresco. Su respuesta fue la convencional de un mesero con cierta experiencia: "ambos están muy frescos". Mmm, eso me hizo dudar de que realmente estuviera al tanto, y por eso preferí el pato.

Regresando a lo que sí comí, toca comentar el stir fry de fideos. Un plato con un volumen bastante más convencional (léase más comida) y secciones con diferentes texturas y sabores. Muy bien hecho a un precio accesible. La pasta tenía un punto de cocimiento muy bien logrado.

Después de tanta comida dulzona, acompañada de un amaretto sour también dulce, pocas ganas me quedaron para un postre, pero sacrificándome para poder hacer una crítica completa del lugar, pedí una creme brulee con agua de rosas.

La presentación de este plato estuvo excelente. Una galleta de mantequilla larga a manera de mástil de velero y una fresa fresca complementaron bien este postre interesante que sí tenía aroma a rosas, aunque no tan intenso como hubiera deseado.

Pregunté sobre el sello de ticket de parqueo, saben, esas majaderías tan propias de nosotros los guatemaltecos. Me contestaron que efectivamente en el lugar en que me había estacionado, ellos daban cierto tiempo de cortesía. Al fin de la velada me dirigí al parqueo y el empleado me dijo que esa noche no estaban aceptando sellos de ONE.

Posteriormente, al revisar la cuenta, me fijé en que me habían cobrado 40 quetzales de más. Fue el colmo de las deshonestidades.

Ravioles de soya que no lo dicen; patoconalgas, pero sin ellas; sellos de parqueo que no son aceptados y Q40 de cobro fantasma, son demasiadas falsedades para una sola noche. Si bien los guatemaltecos estamos acostumbrados a las estafas y extorsiones (el extorsionista que "cuida" los carros parqueados en la banqueta cobaraba -me dijo- Q20) y siempre debemos estar alertas, es el colmo que haya que tener tanto cuidado en un restaurante que se precia de digno.

Tal vez usted quiera disfrutar de la comida de ONE estando más alerta que este comensal, buena suerte. Yo no pienso volver a hacerlo, y esto reafirma mi desconfianza en restaurantes minimalistas. Por eso, a ONE, le saco ONE lengua :P

viernes, 13 de febrero de 2009

Restaurante Pecorino

Ubicado en la 11 calle 3-36 z 10

Pecorino es un restaurante como debe ser. Sin pedantería ni producción en serie. Con personalidad y elegante sencillez.

En un jardín con inspiración antigüeña, un horno de ladrillo y muebles de hierro, que también podrían pasar por escena mediterránea, una pizarra da la bienvenida al cliente, anunciando los especiales del día.

Para mi suerte, uno de los especiales el día de mi visita era el ossobuco de res. Había comido el ossobuco de Pecorino anteriormente y quedé muy bien impresionado por la forma en que estaba preparado, sobre todo la aromatización del tuétano con hierba de limón.

Entusiasmado me senté a la mesa y ordené un carpaccio de salmón. Una decepción. Reclamé al mesero: ¿el salmón está fresco? "Sí, sólo se sirve el trozo de salmón del día". Pues si el pescado lo estaba, que lo dudo, me pareció que el resto de los ingredientes no, pero en fin, no insistí. El servicio me parece impecable. Pareciera como si los meseros disfrutaran su trabajo y conocieran bien la cocina y el negocio. Su seguridad y amabilidad me desalentaron a hacer un escándalo por el carpaccio. Además, tenía mis esperanzas centradas en el ossobuco.

De cortesía sirven antipasto de berenjena, pan, aceite de oliva, vinagre y queso parmesano. La berenjena tenía un aroma como carbón o leña, sutil y agradable. Al preguntar sobre la destacada frescura del pan, el mesero indicó que era hecho en casa.

El ossobuco llegó triunfante a mi mesa en su espesa salsa pomodoro. Auténtica como arrepentimiento de niño después de hacer su primera travesura, la salsa no tiene pretensiones, su éxito es la integridad que se manifiesta en un sabor familiar y sus ingredientes gruesamente mezclados y fáciles de identificar.

Nunca he sido un entusiasta del zucchini, por lo que acompañando a la carne no me pareció que contribuía en mucho, aunque tenía un interesante aroma ahumado, como el de la berenjena.

Apartando la salsa pomodoro como explorador en busca de ruinas milenarias en la selva tropical, descubrí el hueso para comer el tuétano, y me encontré con que no tenía el aroma de limón de otras ocasiones. Otra decepción, pero no tan gruesa como para echar a perder la comida... no, para nada.

La carne pudo haber estado un poco más jugosa. El resultado fue un esfuerzo bueno para un buen plato, pero sin ser espectacular, como en otras ocasiones. Pregunté al mesero sobre el tuétano. Con soltura y amabilidad, el mesero indicó que efectivamente, antes le ponían hierba de limón al tuétano, pero no fue del gusto de la clientela, por lo que el chef cambió la receta y eliminó el ingrediente. Medio en broma y medio en serio sugerí que en una maceta tuvieran hierba de limón sembrada para que quienes gustáramos de ella no tuviéramos más que alargar el brazo y arrancar unas hojas para mezclar con la comida.

El mesero fue muy convincente. La navaja de Occam me indica, sin embargo, que lo más probable es que se les haya acabado el ingrediente y que debía sospechar de la veracidad del cambio de receta. Pero en fin, tampoco sería la primera vez que un plato con tal carácter cayera mal al paladar guatemalteco, tan acostumbrado a la simple parrillada cuando a carne se refiere.

De postre, el mousse de chocolate con frangélico. Más espeso que otros mousses, es exquisito. Yo estaba en las nubes, no sé si por el efecto estimulador de endorfinas del chocolate o la súbita inyección de azúcar en mi organismo. O ambas cosas. Este postre no es para una sola persona. Será delicioso, pero demasiado pesado. Además, compartir este plato tan dulce y refinado puede ayudarle a llegar al corazón de su pareja...o por lo menos, ¡al páncreas!

Otro toque agradable durante mi visita fue la música. "Volare" y otros estereotipos italianos con poco volumen sonaban entre letreros italianos pintorescos y una copia de la Gioconda un poco más grande de lo apropiado, ubicados en el área de no fumadores del restaurante. No sé si fue un descuido, pero por un momento sonó el tema musical de El Padrino. No tardaron mucho en quitarlo...me hubiera gustado escucharlo completo.

De ambiente y servicio superior a los otros lugares que he criticado, con una cocina muy bien cuidada y con momentos de genio, lamento sólo darle cuatro lenguas, debido al chasco del carpaccio y al cambio en la receta de ossobucco :P :P :P :P

jueves, 5 de febrero de 2009

Restaurante Lai Lai

Ubicado en la 12 calle 5-27 zona 9 y Centro comercial San Sebastian en Puerta Parada.

Hay lugares que esconden sorpresas agradables. El problema es que para llegar a las sorpresas hay que pasar por ciertos callejones nada agradables. Este es el caso de Lai Lai.

No es un lugar suntuoso ni mucho menos. En la sucursal de San Sebastian tienen un acuario con potencial, pero totalmente descuidado, con peces infectados de ichthyophthirius, muy desagradable al menos cuando yo lo visité en diciembre de 2008.

No creo que nadie visite este lugar por su ambiente, sino por su comida. Muchos de los platos son simples combinaciones de ingredientes con aceite, glutamato monosódico y salsa de soya. Son comidas que se encuentran en cualquier cafetería china por lo que no vale la pena referirse a ellas. En cuanto a bebidas, cocteles y naranjadas, nunca he probado ninguna que valga la pena. Un te pou nei o té de jazmín sería lo apropiado.

Hay tres comidas que a mi juicio sí valen mucho la pena. La primera es el lechón. Un tierno animalito que lo sirven con piel crujiente y carne suave y grasosa. Lo he probado acompañado de una salsa obscura que parece estar hecha a base de chocolate, pero podría equivocarme. Creo que sólo lo hacen los viernes y por encargo.

Su superficie dorada, casi cristalizada y su interior aromático y rico en triglicéridos, es una caricia para el paladar. Hay que comerlo bien caliente, recién servido, de lo contrario pierde muchas de sus propiedades.

El segundo plato es el pato rostizado. Es bastante parecido al lechón, pero con la más variada textura de las diversas partes de esta ave exquisita. A diferencia del lechón, el pato lo usan como ingrediente en sopas y otros platos. No lo recomiendo. Me parece que este animal hay que comerlo, al igual que el lechón, como un plato individual. Tal vez acompañado de choi sam o algún otro vegetal sano al vapor.

El tercer plato es el robalo al vapor. O róbalo si lo prefiere. Un plato que no es complicado, pero que requiere sensibilidad para conservar un pescado jugoso, nacarado y firme. Ese pescado se aromatiza con cebollines y jengibre finamente picados, un poco de cilantro, aceite y salsa, que puede ser de soya o de ostras (¡que viva el sodio!). También peparan este plato con tilapia, que cuando es fresca no queda nada mal, pero es incomparable con la delicadeza del robalo.

Una cosa más vale mucho la pena en Lai Lai Montúfar: el dim sum de los domingos a media mañana. No se pierda los ja gao y la tela de arroz con camarones o pescado. El dim sum es un concepto culinario maravilloso. Lástima que no sea común en Guatemala. El otro lugar donde lo servían era Yue Lai, pero ese restaurante ya no existe.

Tres lenguas y media para Lai Lai que entre muchas cosas comunes, tiene interesantes tesoros :P :P :P :p

martes, 3 de febrero de 2009

Restaurante Tamarindos

Ubicado en la 11 calle, 2-19 zona 10.

Un restaurante que siempre causa una extraordinaria impresion. Hay quienes creen que es el mejor de Guatemala. Yo, por supuesto, tengo mi propia opinión. Es un lugar muy bien decorado, al borde de lo pretencioso. Su bar tiene un aire de sofisticación y sencillez a la vez. Muy buen equilibrio.

La cocina es algo lenta. No regalan ni el agua. He visitado varias veces el lugar y no recuerdo una en que el pan haya estado caliente. Para acompañar el pan sirven una pastita de fresas que me resulta demasiado ascéptica, como si fuera para hacer gárgaras o para hacerme una limpieza de dentadura. Si la idea es limpiarse los dientes antes de comer, es todo un éxito.

He probado platos deliciosísimos en este lugar. Y seguiré frecuentándolo, seguro, por lo que esta no será la única reseña ¡no señor!

Por lo tanto, en lugar de divagar sobre los diferentes platos que he ordenado allí a lo largo de los años, me concentraré en mi más reciente visita.

Inicié la velada con pulpo al curry amarillo. Soy un amante del pulpo, y esta entrada me cautivó. Creo que necesitan perfeccionar una salsa más ligera, pues aunque la que me sirvieron tenía un sabor, un carácter y una complejidad de concurso, su espesura no se equilibraba bien con la singular consistencia del pulpo. En mi opinión, la salsa opaca indebidamente al pulpo, lo que se remediaría haciéndola más ligera.

Las tejas de lomito con brócoli y salsa de ostras me supieron pasadas de sal. La consistencia de la cane a manera de cecina seca (beef jerky) me pareció bien atrevida, pues a pesar de tener esa consistencia, que usualmente resulta en carne retorcida, las tejas tenían una forma y textura de lámina, es decir, rectas y lisas. Muy interesante.

El stake tartar no me sedujo. De nuevo, me pareció que los ingredientes periféricos opacaron el aroma (esta vez el aroma, no la consistencia) del ingrediente central. El atún rojo con curry no lo recuerdo con mucha claridad, saben...el pulpo ocupó casi todo mi disco duro. Tal vez por que no había mucho qué criticarle. Si mal no recuerdo, la salsa tenía una menor densidad, lo que permitía apreciar el atún con integridad, pero no me tomen la palabra. La próxima vez llevaré conmigo un notario para dejar constancia fiel de mi reacción.

Por último el postre. Como lo he confesado antes, soy un devoto de los samplers. Éste fue un sampler de de sorbetes. Un éxito total. Como gemas suculentas en un práctico plato blanco, las bolitas de colores y felicidad hechas con los sorbetes me hicieron sentir un niño de nuevo. ¡Aunque de niño nuca me gustaron los helados!

Lo divertido del postre fue adivinar cada uno de los sabores de los sorbetes. Uno más interesante y llamativo que el otro. El que más me sorprendió fue uno verde claro, cuyo ingrediente no revelaré para no estropear la sorpresa, pero antes que pudiera adivinar de qué se trataba, pensaba que era de toronja o de pomelo (¡no es lo mismo, pues!)

A pesar de que los platos eran perfectibles, la comida estuvo lo suficientemente buena para considerar por un momento otorgarle el máximo de cinco lenguas. Esa aspiración se desvaneció cuando ví que en mi cuenta (además de ser más alta que el cerro Alux) contenía un plato que no había ordenado. Le dije al mesero: no recuedo haberme comido este plato...por supuesto, corrigieron el error.

Ahh, lo perfecto es enemigo de lo bueno. Por eso, Tamarindos, sólo cuatro lenguas y media por esta vez :P :P :P :P p: